NATALIA VIDALES DE BITTERLIN* (SemMéxico. Hermosillo, Sonora). Cómo si se tratase de una promesa de campaña que se tuviera que satisfacer, y cómo si no hubiera asuntos prioritarios que atenderse en el puerto de Guaymas, el Cabildo resolvió cambiarle el nombre al bulevar escénico de San Carlos, quitándole el del exgobernador Manlio Fabio Beltrones para ponerle Teta Kawi (que en la lengua Yaqui significa Montaña de Piedra).
El cambio se dio durante la última sesión del Cabildo, el 30 de diciembre, por los 29 regidores de MORENA, del PT y del Verde Ecologista, en plenas fiestas de Año Nuevo, como para aprovechar la distracción de la ciudadanía; y, supuestamente, atendiendo una solicitud de alguien a quien solo se identificó como María del Pilar, ocultándose a los verdaderos interesados.
El hecho, además, coincidió (si es que en política hay coincidencias) con la declaración del Presidente López Obrador respecto de que no estaba de acuerdo en el “culto a la personalidad” al ponérsele a calles, escuelas, hospitales y demás, el nombre de los gobernantes o erigirse estatuas en sus honores, así que en su testamento había puesto que su nombre no se utilizara nunca para esos propósitos. Lo anterior luego de que el alcalde morenista de Atlacomulco, en el Edomex, había erigido una efigie del Presidente y la cual apareció el día primero del Año Nuevo, sin la cabeza y tirada en el piso.
Volviendo al bulevar de San Carlos, resulta obvia la intención de borrar el pasado con su cambio de nombre, sin consultar a la ciudadanía y sin haber hecho un balance de la obra de Beltrones, quien gobernó el Estado de 1991 a 1997, y a quien habiéndole tocado la crisis y la devaluación de 1994 modernizó no solo a Hermosillo con la desamortización del vado del Río Sonora, y la creación de los bulevares Luis Donaldo Colosio, el Solidaridad, el Ignacio Soto, el García Morales y al Kino a la salida norte de la ciudad, sino a la reurbanización de Cajeme, San Luis Río Colorado, Nogales y Agua Prieta por nombrar los más notorios. Y, desde luego, la ampliación de la entrada a San Carlos con el bulevar al que después se le pondría su nombre; así como al tramo del periférico oriente en Hermosillo y que también lleva su nombre ( precisamente por lo destacado de la urbanización en su sexenio).
Lo anterior sin olvidar que fue el primer Gobernador en diseñar lo que después se llamó la ingeniería financiera que permitió la realización de obra pública en plena crisis; así como el primero en incluir en su gabinete a opositores políticos; y en uno de los más grandes apoyadores de la cultura, el deporte, y la educación en Sonora ( entre otros rubros destacados de su gestión, hasta hoy no superada).
Así que no nos parece nada bien este cambio de nombre por dos razones: primero, porque es un agravio quitar el homenaje a quien fue un buen gobernante, y segundo, porque se hizo sin el consenso de la ciudadanía. Se hizo ¨en lo oscurito y de prisa¨.
A todas luces es un agravio político, vergonzoso, como bien lo dijo el único regidor que votó con sensatez en contra de esta pretensión de cambio: el regidor Manuel Villegas Rodríguez, quien señaló estar en contra de la propuesta, ya que consideró que no se socializó como es debido y que podría tratarse más de un tema político. Y, efectivamente, poco después la regidora presidente de la Comisión de Nomenclatura, Claudia Dinora Alcaraz Sánchez, divulgó a los medios, falsamente, que se trató de atender “un planteamiento de la ciudadanía” que nunca ocurrió.
Ya quisiéramos los ciudadanos que tantas demandas y propuestas con temas en verdad trascendentes se tramitaran con tanta facilidad como esta cuestión que a todas luces huele a venganza política de quien, quién sea, está escondiendo su rostro.