GUADALUPE RAMOS PONCE*
SemMéxico, Guadalajara, Jalisco. Mientras regreso de Río de Janeiro, en Brasil, donde estuve por una semana dialogando con mis colegas de CLADEM sobre temas de interés para los derechos de las mujeres en la región y que ya les compartiré más adelante; me enteré de que le otorgaron el premio nobel de medicina a Katalin Karikó, la científica de origen húngaro que pasó gran parte de su vida “ninguneada” por la comunidad científica y académica.
La noticia me llenó de alegría y agradecí la existencia, persistencia y resistencia de Karikó para llevar sus investigaciones en solitario y que sus hallazgos fueran claves para el desarrollo rápido de las vacunas contra el COVID. Regresé de Brasil enferma, contagiada con un virus de COVID que traía samba porque me puso una bailada tremenda, con muchas fiebres, malestares y molestias que me mantuvieron postrada en cama durante más de una semana. En esos momentos comprendí que, en otras circunstancias, no podría seguir viviendo. Si, le debemos mucho a Katalin Karikó, la mujer que salvó al mundo y le doy las gracias por salvarme a mí también. Sus investigaciones lograron que hoy contemos con las vacunas necesarias para hacer frente a un virus letal.
La historia de Karikó es la historia de muchas mujeres científicas, que permanecen relegadas y excluidas. Primero debió de enfrentarse al exilio y luego a sus colegas que degradaron su trabajo. También la Universidad hizo lo suyo, aquí transcribo el texto de Monserrat Sagot al referirse a Karikó: “La academia, en particular de muchas universidades de élite, trata a algunas mujeres de maneras terribles e injustas.
El mejor ejemplo es Katalin Karicó, ganadora del Premio Nobel de Medicina este año. Karicó ganó el Nobel por sus investigaciones de décadas en el desarrollo de la tecnología ARN, que es la que se usa para vacunas contra el COVID y otras vacunas. Pues resulta que a Karicó nunca le han dado propiedad en la universidad donde trabaja. Hasta el día de hoy sigue siendo profesora e investigadora interina.
Lo revisé en la página de la Universidad de Pennsylvania hace un rato. Ella dice que eso pasó porque siempre tuvo dificultades para conseguir financiamiento externo para sus investigaciones. Pues la profesora interina terminó ganando el Nobel. Las autoridades de esa universidad ya deberían estar pensando cómo reparar esa vergüenza pública y cómo compensarla por todos los años en los que no le reconocieron sus extraordinarios méritos”.
La bióloga Katalin Karikó, de 67 años, es la madre de las vacunas de ARN, que hoy no existirían sin su perseverancia durante casi cuatro décadas de investigaciones. Nació en un pueblo de Hungría, donde creció sin electricidad ni agua corriente. Ayudaba a su padre a hacer salchichas y a su madre a fabricar jabón, lo que despertó su vocación científica. Estudió Biología y emigró a Estados Unidos. Pero nadie la apoyó durante años. Por el contrario, muchas veces fue degradada y expulsada de la Universidad donde trabajaba, al considerar que su investigación no era importante.
Después de más de 6 millones de muertos y más de 500 millones de contagios, gracias a Karikó y sus investigaciones, hoy la medicina se viste de gala para honrar a una mujer que pese a todo y contra todo, dio un gran paso para salvar a la humanidad. Gracias Katalin Karikó, la ciencia, la academia y el mundo, te debemos mucho.
*Vicecoordinadora de CLADEM en México
Profesora Investigadora de la UdeG.
@dralupitaramosp