GUADALUPE RAMOS PONCE
SemMéxico, Guadalajara, Jalisco. En México el derecho al voto de las mujeres se conmemora cada 17 de octubre, desde su aprobación en 1953, cuando se reconoció la ciudadanía de las mujeres, es decir, que podían votar y ser votadas.
Sin embargo, la lucha del sufragio femenino comenzó principalmente en el siglo XIX en diferentes países, con el objetivo de buscar el derecho a la ciudadanía de ellas. Y fue durante el siglo XX cuando aproximadamente 84 naciones reconocieron el derecho de las mujeres a votar y ser votadas. Mujeres como Hermila Galindo, Elvia Carrillo Puerto, Juan Belén Gutiérrez, entre muchas otras, se distinguieron por su infatigable lucha para que se reconociera el derecho de la mujer mexicana a votar y ser electas. En las elecciones del 3 de julio de 1955 las mujeres acuden por primera vez a las urnas a emitir su voto. En esa ocasión se elegía a diputados federales para la XLIII Legislatura. En ese momento, mi abuela Elisa Salado tenía 47 años y mi mamá Aurora Ponce tenía 22. Es decir, apenas dos generaciones atrás de la mía, las mujeres no eran consideradas ciudadanas y, por lo tanto, no podían votar ni ser votadas.
Antes de este hecho histórico en 1953, durante el sexenio de Lázaro Cárdenas, la Cámara de Diputados y el Senado reconocieron el derecho al voto de las mujeres. Sin embargo, por increíble que parezca, Lázaro Cárdenas, el presidente que expropió el petróleo y peleó contra las potencias extranjeras; decidió no promulgar la reforma al artículo 34 de la Constitución. Si, nos tuvo miedo a las mujeres.
En los diarios de debates de la época, quedaron consignadas las barbaridades machistas de los diputados y senadores (por supuesto, todos hombres), quienes decían que no era útil reconocer el derecho al voto de las mujeres porque si sus esposos o sus padres votaban, entonces se asumía que todas las familias optaban por un mismo partido. También decían que las mujeres no tenían cabeza para la política, mejor que se dedicaran a jugar cartas y a ir a misa.
En 1947 se otorgó el derecho al voto a las mujeres únicamente a nivel municipal porque había el temor de que en México la fuerza conservadora rigiera sus votos y también se creía que no tenían autonomía porque estaban influenciadas por la religión debido a su supuesta cercanía con la Iglesia.
La idea del sufragio femenino comenzó a germinar en México desde inicios del siglo XX, cuando las mujeres formaban parte activa de los proyectos políticos posrevolucionarios. En ese sentido el feminismo es clave para la articulación y lucha política de estas demandas, así como para la forma en que las mujeres crean un proyecto político común. Después de que se reconoció el derecho de las mujeres a votar y ser votadas, no fue de inmediato su inclusión en el espacio de la participación política, porque la legislación no se acompañó por una política pública que desarrollara estrategias de sensibilización o que propiciara su inclusión. Por un lado, nos encontramos con discursos que promueven la igualdad y la inclusión, que coexisten con una arraigada cultura machista patriarcal, la cual presenta numerosas resistencias, especialmente en el ámbito político, y requiere de numerosas reformas legales para establecer el principio de paridad y garantizar su cumplimiento.
Si revisamos el número de mujeres que están en cargos públicos, tanto de elección popular como de no elección popular, veremos que evidentemente hay una diferencia fundamental entre lo que sucedía en nuestro país hace 70 años y en la actualidad. Se ha obligado a los partidos a postular el 50 % de candidatas mujeres y el otro 50 % de hombres a cargos de elección popular.
Cifras estadísticas del Instituto Nacional Electoral (INE) muestran que en el 2014 el Congreso de la Unión estaba representado por 254 mujeres y 374 hombres mientras que en la actualidad las cifras apuntan que hay un congreso paritario, pues el 50 % lo representan mujeres y el otro 50 % son varones. Además, las diputaciones locales en aquel año estaban representadas por el 26 % de ellas y ahora son el 54 %. De igual manera, en ese año habían 7 % de alcaldesas y presidentas municipales y actualmente suman el 29 %.
La ley ha avanzado con el paso de los años, para garantizar el derecho de las mujeres a su participación política. Los derechos humanos no son un bien acumulativo que una vez conseguidos pasan a ser inamovibles, sino que son dinámicos y progresivos, que una vez que se conquistan, se ejercen y se defienden. Eso ha pasado con los derechos político-electorales de las mujeres.
En los últimos años y gracias a la presión del movimiento feminista, se ha conseguido mayor representatividad de mujeres
La Política, de la mano de las mujeres, tiene otro rostro, el de la igualdad, el de la progresividad de derechos y por lo tanto se humaniza. La política sin las mujeres no es progresiva ni es humana.
Dra. María Guadalupe Ramos Ponce
Vicecoordinadora de CLADEM en México
Profesora Investigadora de la UdeG.
@dralupitaramosp