LORENA PIEDAD (SemMéxico, Pachuca, Hidalgo). En este escenario en el que despertamos cada día existe un problema que por años ha sido minimizado y del que no me voy a cansar de denunciar llamado acoso sexual callejero porque he tenido experiencias terribles y no hice nada por miedo, pero más importante porque a lo mejor “estaba exagerando”. ¿Cuántas veces les han dicho eso cuando han intentado hablar de ello?
“No es para tanto”, “lo bueno que no te violaron”, “es que igual cómo ibas vestida” y aquí recuerdo cuando en una charla, alguien me contó sobre una mujer en los juzgados que iba con “un escote que a simple vista se notaba que buscaba sexo”. ¿Qué? Sí, así lo dijo sin considerar la gravedad de su comentario porque ese pensamiento continúa vigente en muchas mentes machistas, que usamos vestidos cortos porque sexo, que usamos tacones porque sexo, que nos maquillamos porque sexo. Ah, pero si no nos arreglamos entonces somos machorras, fondongas y así “nunca vamos a encontrar a alguien”. Otra vez. ¿Qué?
Aquí va el ejemplo uno de “nuestras exageraciones”. Lean con atención:
«Por favor, tengan mucho cuidado. Este tipo (foto de un hombre manejando un taxi) acaba de molestar a mi hija con palabras obscenas y, además, de seguirla unas calles hasta la lavandería donde ella sacó su teléfono para tomarle foto y ¡obviamente él subió la ventanilla! Mucho cuidado chicas, al abordar cualquier taxi. No generalizo, pero si tengan cuidado… Esto fue en el fraccionamiento Saucillo el sábado 8 de enero, como a las 8 am». (sic)
¿Leyeron bien? A las 8 de la mañana. Es una denuncia ciudadana que encontré en redes sociales y que sucedió en esta ciudad de fuertes vientos. ¿Sabes lo que se siente que a las 8 de la mañana cuando vas rumbo a tu trabajo te suceda esto? Yo sí lo supe el día que un tipo me lastimó por lo fuerte que me tocó y no imaginan cuanta impotencia, cuanto asco.
Ahora, para quienes piensan que la angustia del acoso en las calles es solo para mujeres jóvenes, aquí otro ejemplo:
“Cerca de las 6:30 de la tarde del 4 de enero, Julieta caminaba por la avenida Francisco I. Madero de Pachuca cuando un desconocido la agarró de la muñeca, la apretó y le indicó que siguiera caminando, después de unos metros ella logró soltarse y escapar. Pidió alertar a otras mujeres que caminan en los alrededores del centro de la ciudad. Esta no es la primera denuncia de ataques perpetrados por hombres en los alrededores del centro de Pachuca. Dijo que en ningún momento le intentó quitar su dinero, celular u otra pertenencia, aun cuando llevaba su bolsa cruzada en el pecho. Tras el suceso, Julieta no inició una denuncia judicial debido a que no confía en las autoridades, detalló que hace algunos años fue víctima de un asalto, en el que incluso la hirieron con una navaja, la policía levantó el reporte del caso, pero no hubo detenidos”. (sic)
Desde 2020, de acuerdo con información publicada en El País (https://elpais.com/sociedad/2020/01/17/actualidad/1579286902_550015.html) México incluyó el acoso callejero en su encuesta sobre inseguridad. Y en la misma nota detalla que “según un informe de ONU Mujeres el acoso sexual y otras formas de violencia contra las mujeres y las niñas en los espacios públicos existen en todos los países, tanto en las zonas rurales como en las ciudades, e incluso en los espacios virtuales, afectando a su desarrollo social y económico.
Tan solo en menos de una semana leí esas denuncias sobre lo acontecido en Pachuca, capital del estado, famosa ya no por Bella Airosa sino por sus monumentales puentes y sus innegables baches, dos acosos a las 8 de la mañana y a las 6:30 de la tarde. ¿Ellas se lo buscaron por su forma de vestir? ¿Exageran? No, es real e invisible al mismo tiempo.
El acoso sexual callejero es el pan nuestro de cada día en cualquier calle de este país, es salir con miedo, es no vestir a nuestro gusto por temor a lo que nos dirán o harán mientras vamos camino a nuestras casas, a la escuela, a un empleo.
El Observatorio contra el Acoso menciona algunas prácticas que es urgente dejar de normalizar en las calles:
Miradas lascivas
“Piropos”
Silbidos, besos, bocinazos, jadeos y otros ruidos
Gestos obscenos
Comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo
Fotografías y grabaciones del cuerpo, no consentidas y con connotación sexual
Tocamientos
Persecución y arrinconamiento
Masturbación y exhibicionismo
Deseo que ninguna mujer tuviera que sentir la impotencia, la rabia, la vergüenza ni la culpa que sentí cada una de las veces que lo he vivido. No exageré, ni pretendía provocar a nadie con mi forma de vestir. Lo que me sucedió, lo que leyeron en las denuncias de este texto y lo que viven 97 por ciento de las mujeres en México tiene un nombre: acoso sexual callejero.
Basta de normalizarlo.