IRMA PILAR ORTIZ
Algo anda mal.
Más allá del discurso demagógico que escuchamos desde Palacio Nacional y que repiten tal cual desde las tribunas parlamentarias, los números de cómo van las cosas en México alertan sobre el rumbo que tomó el país en los últimos años.
Por más que repitan que todo va bien, los números lo desmienten:
La inversión pública tuvo en el periodo de enero a mayo una caída de 29.5 por ciento, la peor contracción de las últimas tres décadas, el gasto en inversión física fue por 347 mil 615 millones de pesos, un desplome frente a los 490 mil 375 millones, frente al mismo periodo en 2024.
La deuda financiera de Pemex es de 101 mil millones de dólares y con sus proveedores supera los 20 mil millones de dólares, no tiene flujo de caja para reinvertir en nuevos proyectos y su producción está lejos de las metas del gobierno, cuando debería ser generadora de riqueza.
Cada mexicano debe 132 mil 563 pesos, pues la deuda pública aumentó 7.2 billones de pesos con la 4T y tan sólo en el último año subió 2 billones.
De acuerdo al INEGI, la inversión fija bruta en México cayó el 12.5 por ciento, interanual en abril, con lo que hiló ocho meses de descenso, resultado de la contracción anual del 9.2 por ciento en la construcción y del 16 por ciento en la maquinaria y equipo.
Mientras, la inversión privada se redujo el 11.9 por ciento interanual y la pública se desplomó el 17.8%.
Es decir, las cifras nos dicen que el comportamiento económico de México, creció apenas el 1.5 % anual en 2024, aunque para el cuarto trimestre cayó el 0.6 por ciento trimestral.
Estos datos empiezan a alertar a los expertos y por ello el Grupo de Política Económica de la International Chamber of Commerce México alertó que México enfrenta un riesgo real de recesión en 2025, con un escenario económico desafiante, ante un contexto de inflación persistente, pues se opera por debajo del potencial económico, con una brecha negativa que se ampliará en los próximos dos años si no se corrigen las distorsiones actuales.
Preocupa que la política monetaria se mantenga restrictiva; la economía muestra signos de desaceleración con un debilitamiento del mercado laboral, con caída en la ocupación y aumento del empleo informal.
Los costos laborales, impulsado por aumentos salariales que superan el ritmo de crecimiento de la productividad, ha contribuido a una inflación persistente en el sector de los servicios.
Mientras que en materia fiscal, México enfrenta restricciones estructurales derivadas de un elevado déficit público, que limita la capacidad del Estado para responder a choques externos o financiar proyectos de desarrollo ya que, si bien se busca reducir el déficit en 2025, el problema de fondo persiste, como es la sostenibilidad de las finanzas públicas a mediano y largo plazo.
La inversión extranjera directa también se ve afectada por la falta de claridad y coherencia en las políticas comerciales y por la fragmentación de los flujos tanto comerciales como digitales.
Más allá de discursos triunfalistas que buscan disfrazar la realidad, se requiere que México adopte medidas responsables y sostenidas para mejorar la productividad, fortalecer la disciplina fiscal, y restaurar la confianza de los inversionistas tanto nacionales como extranjeros.
El país debe priorizar la estabilidad macroeconómica y una estrategia de integración inteligente en la economía global.
En fin, más allá de lo que nos dicen desde el Gobierno, a los mexicanos no nos queda más que mantener la cautela con las finanzas personales, no tener deudas y si lo tienen, mantener el empleo. Mientras la 4T aprende a ser gobierno y a dejar el populismo que sólo nos ha llevado al mayor endeudamiento público del que se tenga memoria.