Los 100 días de gobierno y de trabajo legislativo

JAVIER ESQUIVEL DÍAZ. Transcurren los primeros meses de gestión de los nuevos gobiernos y de acción legislativa encabezada por las y los diputados federales con más claroscuros que con aciertos contundentes.

Las expectativas ciudadanas están en periodo de prueba. La gente aún está atenta a que algo diferente concurra para mejorar su calidad de vida. Sin embargo, las estrategias de comunicación utilizadas en ambos bandos no han conseguido la aprobación gubernamental y la representatividad esperada.

Es tiempo de evaluar los primeros 100 días.

Desde los primeros estudios y análisis de las estrategias de guerras napoleónicas hasta nuestros tiempos, los primeros 100 días de gestión pública o de trabajo parlamentario tienen un valor simbólico en la comunicación de gobierno y legislativa.

Este periodo de tiempo es interpretado por todas las audiencias claves como un claro indicador y termómetro para medir la capacidad de gestión, de influencia, de persuasión y de poder político de las personas que gobiernan o legislan.

Los primeros 100 días de funciones pueden ser expuestos como el arranque del cumplimiento de una ambiciosa lista de promesas de campaña o el comienzo de un largo inventario de errores, incumplimientos, desesperanzas y el desplome de expectativas ciudadanas.

Si bien es cierto que en esta fase se puede construir gobernabilidad, alianzas y consensos, también es el tiempo oportuno para comenzar el tránsito a la construcción de confianza en las nuevas autoridades gubernamentales y para la reconstrucción de representatividad ciudadana perdida por los congresos locales y federales.

Al cumplirse el centésimo primer día, los electores tienen ya una clara idea de lo que es capaz de realizar el gobierno por el que votaron o la capacidad de gestión y producción legislativa que pudieran tener las y los diputados.

La gente en ese periodo ya cuenta con una evaluación preliminar de su trabajo. Tienen claro si podrán o no dar la solución a las necesidades más urgentes, a la atención de las crisis y la capacidad de resolver lo más apremiante.

Sin embargo, uno de los más graves errores de los equipos de gobierno es presentar en esta etapa una larga lista de proyectos, planes y la construcción de un lejano a futuro cuando la población a la que se gobierna o se representa en el Congreso está ávida de resultados contundentes y de cambios que sientan en los bolsillos de la gente, en la salud de la familia o simplemente de la transformación del entorno donde se habita.

Diversos estudios demoscópicos y la experiencia del ejercicio profesional indican que los 100 días son el lapso adecuado para conectar, comunicar y convencer a sus audiencias con narrativas y mensajes disruptivos, de contraste y de alto impacto ciudadano que permitan no solo mostrar mediáticamente de qué están hechas o hechos si no también es la oportunidad para superar lo hecho por el antecesor.

El marco legal mexicano no contempla la obligación de rendir cuentas después de los 100 días de actuación o realizar y difundir una campaña ex profeso, sin embargo, representa una oportunidad para impulsar con más fuerza un gobierno o una agenda legislativa.

En México muchas de las autoridades estatales y legislativas están por cumplir sus primeros 100 días de gestión o los han cumplido ya en sigilo, actuando como si fuera un periodo de gracia o una etapa de luna de miel donde se puede ser tolerante y paciente.

Hoy quienes cumplen los 100 días no han mostrado esos aciertos de gobierno o de legislación de alto impacto ciudadano sino todo lo contrario.

Transitan los más de tres meses de actuación con una comunicación de guerra contra el gobierno federal o con el gobierno de la Ciudad de México, con el oficialismo y contra los partidos que no son parte de sus alianzas políticas con las que ganaron el cargo.

Olvidan que las narrativas de polarización de la campaña ahora no son válidas para un arranque de gestión. Se suponía que tenían la solución a los problemas, y, los cien días, son el momento de comunicar cómo se resolvieron y quiénes se beneficiaron.

La campaña de los 100 días no es una moda, es una necesidad para aquellos gobiernos que no tuvieron la capacidad de comunicar sus logros en ese primer trimestre de gobierno o de actividad legislativa.

Es también la oportunidad para aquellas y aquellos que piensan, desean y buscan una reelección.

Es el momento para reconquistar al elector con una buena comunicación, pero también es el periodo de tiempo en el que se puede perderlo todo, justo como le aconteció a Napoleón Bonaparte quién perdió la batalla más dolorosa luego de una fallida actuación y una débil estrategia de los 100 días.

@Javoesquivel

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