MARTÍN DE J. TAKAGUI/ Las luces de alerta se han comenzado a encender en la autollamada Cuarta Transformación; en los momentos de definición, cuando las corcholatas están bien definidas y se preparan para acudir a la cita con las encuestas que definirán la candidatura presidencial una rendija de división se observa.
Para todo proceso electoral, para toda competencia interna, para la definición de una candidatura, lo primero que debe procurarse es la unidad, pero seguramente más que la unidad, en Morena, como en todos los partidos hay quienes se interesan por reventar las cosas, pero aquí no se trata de los conservadores ni de los neoliberales.
El fuego amigo, término acuñado por el “Jefe Diego”, es cuando los cañonazos, balazos y bazucazos vienen de los propios correligionarios y la mañana de este martes, Día del Amor y la Amistad, la mañanera del presidente Andrés López Obrador fue el escenario para una exhibición de división interna grave.
El canciller mexicano, Marcelo Ebrard usó la máxima tribuna mediática, que es el escenario de la mañanera de López Obrador para hacer una defensa a su trabajo con calificativos innecesarios y poco ortodoxos en la política.
Acusó a la ex embajadora de México en Washington, Martha Bárcena de que “se ha dedicado a atacarme, a difamarme y a atacar los resultados alcanzados en la gestión de la Secretaría de Relaciones Exteriores”.
Pero no solamente lo denunció así, sino que al parecer, tomó una posición personal, al calificar a la ex embajadora como “ingrata, rencorosa y obsesiva”, de quien dijo, que hoy ataca al gobierno que le dio la oportunidad de ocupar la embajada de México más importante del mundo, que es la de Washington.
Mientras tanto, en una estación radiofónica, con el periodista Ciro Gómez Leyva, la diplomática se defendía, asegurando que “yo nunca acepté del gobierno de Estados Unidos una imposición” para que México fuerza designado como tercer país seguro, en favor de los migrantes que se encontraban en espera de resolver su situación migratoria.
Por el contrario, se defendió, cuando Pompeo, el secretario de Estado de Donald Trump pidió que se aceptara la propuesta de tercer país, “yo le dije al canciller que no respondieran, porque sería como estar aceptando y quien estaba como interlocutor siguió respondiendo y esa fue la razón por la que Estados Unidos dio como un hecho y anunció que México había aceptado el papel de tercer país seguro”.
“Miente Marcelo Ebrard”, refutó Martha Bárcena, él propició esa declaración del gobierno de Estados Unidos, todo por no escuchar el consejo de evitar la respuesta, cosa que después se tuvo que aclarar.
Mientras tanto, Ebrard aseguraba en la mañanera, desde la tribuna del Salón Tesorería de Palacio Nacional, que “yo nunca mentí ni negocié nada a espaldas del presidente López Obrador; en cada acuerdo que se lograba, yo salía a informarle al presidente lo que se había acordado y qué era lo que seguía en las negociaciones”.
Por ahora lo único que se ve es una cabeza de corcholata a punto de rodar, debido a que alguien, con el apoyo y, seguramente aprovechando las cuentas pendientes, usa a Martha Bárcena para exhibir al Canciller, quien fuera su jefe y hoy tiene un pie en la candidatura presidencial.
El problema no son las acusaciones, sino el hígado que le ganó a Marcelo Ebrard, él como canciller, como diplomático, como político experimentado y como aspirante a la candidatura presidencial no puede salir a una tribuna nacional y política a acusar de ingrata, obsesiva y rencorosa, precisamente a quien ocupó, como él lo dijo, la Embajada de México más importante del mundo.