LIBROS DE AYER Y HOY/ Marihuana, el control y el uso de la ciudad

TERESA GIL

El uso de la marihuana plantea muchas posturas en las que cada quien exhibe un relativo valor. Las protestas por los sitios de los fumadores pueden estar de acuerdo a una normativa muy restringida, que de entrada plantea limitaciones que dan risa. Pero los quejosos exhiben cuestiones que dan más risas todavía. Hay que considerar primero que los sitios para fumar están cerca de casas pero no  directamente.  Algunos quejosos dicen que les ha estado doliendo la cabeza, otros que huele muy fuerte, el de mas allá, que los niños pueden ser afectados. Y resulta que en la gran mayoría de esos hogares de donde surgen los quejosos pueden tener algo peor que afecte su forma de vida, pero que ya consideran normal. Una de ellas el cigarrillo, otros la bebida que en muchas casas se consume, algunos  la música alta, y ni hablar de cosas que generan malos olores como la basura concentrada, los desechos de los animales en arenas o que no se recogen en las banquetas o el que ciertas  personas no se bañen. Se trata mas bien de quejarse.

LA NORMATIVA DE FUMAR ES RISIBLE, COMO SI UN DERECHO SE DIERA EN GOTAS

La Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró legal el uso de la marihuana hace cuatro años y desde entonces, tanteando terreno se ha abierto un poco la postura, siempre con la amenaza de que si se tiene un carrujo que sobrepase un gramo, la policía te retiene y te puede acusar de tráfico de drogas. La Ciudad de México fijó siete reglas para fumar marihuana previo el sitio electo con todas las moralidades habidas: el horario es de ocho de la mañana a 8 de de la noche y solo se puede fumar 40 minutos. El fumador solo puede consumir 28 gramos, sin que consuma además alcohol, y otras sustancias. En ese lapso nadie puede tomar fotos ni grabar nada y en total no puede haber más de 100 personas. Como se ve  las limitaciones son  torpes, absurdas, como si se tratara de estados sometidos a una ficción. A Un mundo feliz, como el de Aldous Huxley (De bolsillo 2003). Algo como lo que describía  ese libro, una sociedad en donde los individuos son sometidos a  decisiones absurdas para obtener su control. La primera edición salió en 1932.

LAS QUEJAS PARA NO TENER MARIHUANOS CERCA, PRECISA SITIOS CERRADOS

Ante el moralismo expuesto, la solución que se debería de buscar y defender de los quejosos,  son los espacios cerrados. Especies de clubes como los que existen en  algunos países. En donde la gente va  a  pasar ratos con amigos sin afectar espacios foráneos ni familias. En la ciudad de México y en otros sitios del país, en que se apliquen esas fumarolas, hay siempre caserones enormes, vacíos que pueden ser adecuados para estos menesteres. Los ingleses que por cierto tienen toda la libertad para fumar marihuana, igual que Argentina, Chile, España  y más, puede dar lecciones sobre esos clubes. El problema finalmente se cifra en el propio control personal. Muchos de los fumadores que van a los sitios señalados, se regresan a sus casas a fumar de verdad, más contentos o lo harán en algún lugar donde no haya vigilancia. Lo esencial en todo vicio viene a ser, finalmente,  el control que puede ejercer cada persona en ella misma, independiente de los moralismos baratos de algunos sectores que hacen cosas peores. Todo esto lo ha escrito una persona que jamás ha fumado. Mucho menos marihuana.

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