LIBROS DE AYER Y HOY/ Llegan los peregrinos y aquella negación de sus ritos

TERESA GIL

Protestan colonias por la saturación creada con motivo de las fiestas navideñas, pero se quedarán cortos cuando lleguen los 12 millones de peregrinos que anuncia la iglesia católica para festejar a su virgen. Hecho que ya está sucediendo en realidad, desde el día 6 y algunos desde fines de noviembre. Un asalto terrible de gente llevada por su creencia, mientras las autoridades de salud permanecen en silencio ante los problemas que genera ese gentío en la capital, muchos de ellos enfermos en la búsqueda de un milagro. Y todos los años desde medios se hacen llamados a las autoridades de la capital que piensen en niños, ancianos y enfermos de la Ciudad de México, pero no es posible parar a una iglesia que impone sus ritos contra la propia Constitución.

LA POLÉMICA DE LOS RITOS GUADALUPANOS AÚN EN EL SIGLO XX

La existencia de gobiernos mochos en México ha dado beligerancia a un sector religioso que hace lo que le da la gana. Con el panismo, sobre todo, los gobernantes publicaban sus propias hincadas y genuflexión religiosa en los templos de la iglesia católica. Las viejas polémicas en las que se incluyen las apariciones han estado presentes a fines del siglo XX, refrendado lo que tanto se discutió en la última década y media del siglo XIX, pese al parón que Benito Juárez había dado con su ley de cultos y la nacionalización de los bienes clericales. En la última década del siglo XX, el conservadurismo jerárquico de esa iglesia no pudo parar al propio abad guadalupano Guillermo Schulenburg Prado que tuvo el puesto de 1990 a 1996 en la Basílica y que negó de muchas maneras la existencia de las apariciones de la Virgen y de Juan Diego. Eso repetía aquella vieja polémica que ya estaba en 1883 y seguía aún a fines de los ochenta de ese siglo cuando el obispo Sánchez Camacho se enfrentó al Vaticano para subrayar la no existencia de esas apariciones.

ROMA HA HABLO, EL CASO SE CERRÓ Y TODA POLÉMICA SE IGNORÓ

La postura del obispo Sánchez Camacho era compartida por muchos notables y creyentes comunes, pero ante la anuencia del Vaticano a coronar a la santa Guadalupe como su virgen, dicho obispo se retractó para no crear conflictos. Sucedía un poco como ocurrió con la Teología de la Liberación, en la que intervino el papa Juan Pablo II para callar esas voces. Ante el surgimiento en escena del escritor e historiador Joaquín García Icazbalceta que también niega las apariciones, pero las acepta como cuestión de fe en el siglo XIX, la polémica prosigue.  Su documento escrito en 1883 fue dado a conocer tiempo después.  Mientras tanto, Sánchez Camacho renunció al obispado y volvió a insistir sobre su punto de vista ratificado por clérigos incluso y gente del pueblo. Pero Roma ordenó, como él mismo lo dijo. En el caso de fines del siglo pasado con Schulenburg éste obtuvo críticas severas a su postura, pero mientras jugaba golf muy feliz, siguió refrendando lo que sostenía: negativa de apariciones y existencia de Juan Diego. Mientras traemos a colación estos hechos históricos de una iglesia, los peregrinos siguen llegando a la gran ciudad, sin que nadie fije reglas para controlarlos.

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