TERESA GIL
Las imágenes de la sequía, desiertas ahora, donde el agua refulgía bajo el sol, dan una idea de lo que será nuestro futuro, si no hay algo que todavía podamos hacer. Lo más terrible es que nosotros mismos hicimos eso. La cara baldía y llena de cuarteaduras del lago (o laguna) de Cuitzeo, en Michoacán, exhibe una desolación que se está extendiendo ahí cerca al lago de Pátzcuaro y que constantemente agrega nombres de otros lagos, lagunas y ríos en plena sequía. Los hidalguenses ya lamentan el caso de la laguna de Metzititlán y así seguiríamos con la lista para dar un espanto. Lo grave es que ríos importantes que podrían funcionar en su pase por muchas poblaciones, están contaminados. Es el caso del famoso rio Sonora en el estado del mismo nombre, que este año cumplirá diez años de haber sido contaminado con substancias derramadas por el Grupo México.
LAS OMISIONES Y MENTIRAS EN TORNO AL RÍO SONORA
Soñé que el río me hablaba, cantaron los Chalchaleros al rio de Atahualpa Yupanqui, durante una larga época ¿Hablará el río Sonora para desmentir a las autoridades del sexenio pasado que desde la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) presentaron cuentas alegres, sobre el destino de ese importante caudal? No hay que olvidar que en agosto de 2014, el río Sonora que surte de agua a siete municipios sonorenses, uno de ellos la antigua capital Ures y atraviesa -con su cauce seco-, la actual capital Hermosillo, fue contaminado con el derrame que hizo la empresa Buenavista del Cobre del Grupo México, cuyo dueño es Germán Larrea. Cuarenta mil metros cúbicos de sulfato de cobre mezclado con ácido sulfúrico y otros metales pesados, contaminaron más de 190 kilómetros de las tierras ribereñas y las promesas que se hicieron para limpiarlo, no se han cumplido totalmente. Un caso muy curioso y que lo vimos en la forma como se diluyen las promesas, se dio acerca de las plantas tratadoras del agua, prometidas. Originalmente, de acuerdo al fideicomiso que creó el Grupo México y que se extinguió poco después, se había hablado de 36, el número se bajó a 27 (en algunos informes se habla de 38 y 28) y después disminuyó el número a 9. Pero ya más tarde se hablaba solo de la instalación de una ¡más de tres años después! en aquel entonces. Morena insistió en que -de un número tan alto prometido-, solo se había instalado esa “una”. La organización Cuenca de ese entorno y otros grupos, sostienen que se ha dictaminado que algunas partes de la corriente siguen contaminadas y en el reporte de los monitoreos de Conagua se reconoció que había altos niveles de zinc, plomo y arsénico en algunos tramos del río ¿Para qué, entonces, las cuentas alegres ante las omisiones de Larrea, cuando lo grave, lo que está en juego es la salud actual y futura de una población de más de 200 mil personas?
AQUEL RÍO, ATAHUALPA EN EL NOBEL Y LOS CHALCHALEROS ARGENTINOS
Tu que puedes vuélvete, exclamaba el río de Héctor Roberto Chavero, el famoso Atahualpa Yupanqui, nombre que tomó del último soberano inca, el quechua peruano del mismo nombre. La poesía que emana de las canciones, forma libros hablados que como en aquellas veredas de antaño, desgranaban los trovadores. La Academia del Nobel lo reconoció el año 2017. Yupanqui, el argentino, nutrió con sus canciones por largas épocas a los Chalchaleros, cumbre de la canción folclórica por décadas. Más de 20 álbumes dejó con su poesía convertida en música y Tu que puedes vuélvete, expresa el clamor de un triste río que pide con “voz de nieve cumbreña” el regreso al lugar de origen; el anhelo de estancarse plácido en forma de laguna en cada comunidad, para gozar del silbo matinal y también del gusto de su gente. Sueños bucólicos, inhibidos tal vez para siempre, como está sucediendo con el río Sonora por la contaminación. He aquí unos trocitos de esa nostálgica canción:
Soñé que el río me hablaba
con voz de nieve cumbreña
y dulce, me recordaba
las cosas de mi querencia
Tu que puedes vuélvete
me dijo el río llorando
los cerros que tanto quieres
-me dijo-
allá te están esperando
Es cosa triste ser río
quien pudiera ser laguna
oír el silbo en el junco
cuando lo besa la luna