TERESA GIL. Qué metáfora más singular nos trajo la Cumbre de Líderes de América del Norte (CLAN), a partir de un vehículo que elevó las fantasías a todo tipo de reflexiones: la Bestia, el automóvil de General Motors y Cadillac, que es rotunda protección para el presidente Joe Biden. De inmediato aparece en la memoria la diferencia con uno de los trenes de La Bestia mexicana, ese tren que atraviesa al país y en el que los migrantes se trepan en la más acrobática y peligrosa forma. Techo movible de vagones que han ocasionado la muerte de miles de migrantes o los han dejado casi en la misma dimensión de una pobre bestia humana herida y desfigurada. La idea revoloteó en muchos de los que contemplaron aunque sea en imagen el vehículo sensacional que cuida la vida del presidente de Estados Unidos y que cuidadosos (nunca hay que depreciar los riesgos) lleva un refrigerador con muestras de la sangre del mandatario, por lo que pudiera pasar. Y a muchos también nos removió en la mente la imagen del anfitrión de la CLAN, el otro es Justin Trudeau, que suele andar por la vida en México o a donde se traslada, en avión comercial, expuesto a que viejas gordas lo insulten en el vuelo y salir con la maletita exponiéndose a todo tipo de peligros. Ha sido una suerte hasta ahora pero nunca se sabe, una bestia que se esconde lo puede esperar ¿Será un bestia buena como la de la leyenda que cuida de cerca la confianza del mandatario mexicano, confianza que es en realidad una bella virtud que suele dar frutos?
CONVIVEN LA CONFIANZA Y EL PODER, LA BELLEZA Y LA FEALDAD
Siempre se puede ir uno a la ficción. Esa ficción que en realidad se utiliza para decir las cosas sin que se vean descarnadas y directas. La bella y la bestia es tan antigua en nuestras vidas, que perdida en la noche de los tiempos hemos terminado en las historias restauradas de Walt Disney. La narración, cuento o historia verbal la remontan algunos a la antigüedad romana, otros, a la edad media y más acá, al siglo XVIII, donde dos mujeres tomaron el relato y lo hicieron suyo. Fueron según las enciclopedias, Gabrielle- Suzanne Barbot de Villeneuve y Jeannie Marie Le prince Beaumont. Las dos se apoderaron de la historia a partir de una gran fantasía que es la que reluce en filmes y obras de teatro. La mujer bella que llevada por una situación de familia, cae en manos de un hombre deforme, del que termina enamorándose. En la modernidad como la historia suele durar en los medios por largo tiempo, en realidad el príncipe bello y encantado que se esconde en el rostro desfigurado pocas veces lo logramos ver, a menos que se acabe el episodio y sepamos el final.
LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN, INSERTÁ EN LOS MEJORES CUENTOS
Todas las historias que se dirigen a lo niños encubren en la ficción infantil lo que algunos escritores y poetas no pudieron decir por la censura de su época. Es el caso conocido de Alicia en el país de las maravillas y la crítica alrededor de la reina Victoria. Perrault hizo lo propio en Francia, tomó las historias populares que se contaban a los niños y creó con ellas grandes clásicos con fondo crítico, uno de ellos Caperucita roja, de la que se apropiaron los hermanos Grimm y la modificaron. Hasta el poeta Pushkin hizo un largo y hermoso poema sobre la historia de La bella durmiente. En el caso de La bella y la bestia se menciona incluso que hubo casos reales en los que se sustenta la narración, pero en si mismo encubre la lucha por el poder, que se volcaba en los encantamientos para ejercer ese poder a través del hechizo. En la vida real reflejaba la amenaza o la agresión propiamente dichas que no tenían nada de fantásticas. El nombre de la Bestia aplicado a un vehículo en realidad quiere expresar la grandeza, lo bestial que se esconde en un artefacto poderoso que solo puede tener (se calcula en más de 300 millones mexicanos su precio) uno de los hombres más poderosos del mundo. A nivel mucho menor pueden tener carros blindados algunos locutores como Ciro Gómez y otros que se protegen, pero lo bestial de un automóvil exhibe la diferencia entre los tres que dialogarán en la Cumbre. La metáfora del poder que se esconde en más de 10 toneladas y que no tiene nada que ver con los que van a su trabajo proletario y se topan con un accidente en el metro.