LIBROS DE AYER Y HOY/ Jorge Mario y la grilla vaticana

TERESA GIL

No es sorpresa la vida de bajezas e intrigas que sufrimos, todo por quienes tratan de recuperar el poder. Si en las llamadas esferas de dios, los disfrazados cruzan los dedos por un puesto vacante, con  más razón en los medios terrenales que siempre son profanos. El regreso de Jorge Mario Bergoglio al Vaticano después de su enfermedad, quitó la esperanza inmediata a varios que se preparaban y que quizá tendrán que esperar largo rato porque el llamado motu propio Francisco tiene fuerza para resistir algunos años. Por lo pronto debe recuperarse durante varias semanas y gentil como se suele mostrar, quizá guarda las sonrisas de ironía o de alegre burla, ante el despecho de sus posibles sucesores. Ha sido un buen papa, aunque dentro de lo convencional y restrictivo de esa iglesia.

EL PODER PAPAL ES SUPERIOR A CUALQUIER PODER TERRENAL: TIENE A SU DIOS

Independientemente del que llaman resguardo celestial, la fuerza de un papa en el pequeño estado como es el de la Santa Sede, es superior a la gran mayoría de los poderes terrestres. Primero, es el amo y señor como jefe de estado y octavo soberano de la Ciudad  del Vaticano. Para un hombre que nació en Flores Argentina en 1936 y tiene 88 años, su infancia en medio de miles de ches que en esa época cantaban los tangos de Carlos Gardel, cambió bruscamente no al llegar a Roma, sino antes cuando de simple técnico que era, se sumó a la iglesia católica, se hizo cura dentro de la línea jesuita y un día sorpresivamente terminó siendo el Papa Francisco. El poder que tiene el papa es enorme no solo para los católicos que lo consideran el interprete de dios, sino por la influencia que ha cursado a lo largo de siglos una organización que promete el paraíso pero que hasta la fecha no lo ha demostrado. Incluso en esa Segunda Venida de Cristo que para los protestantes  es fundamental, guardan cierta reserva, pero la presencia clerical del catolicismo es un gran negocio que fructifica sobre todo en países de América Latina como México y ahora presumen que se están extendiendo a África.

LA GRILLA VATICANA ES PEOR QUE LA QUE CREAN AQUÍ, LOS OPOSITORES

En sínodos que cubrí en el Vaticano percibí todo ese poder omnímodo que tiene los papas. Y también  cuando anduve en una de las giras de Juan Pablo II por Sudamérica. La presencia de un catolicismo sin autocrítica en buena parte por la ignorancia de millones de fieles, hace posible santificar a un simple ser humano, porque de acuerdo a ellos representa a dios. Así lo percibía yo en esos años de sínodos y en los países a los que llegaba, con  gente que se estremecía y lloraba de emoción. En el Vaticano el papa daba en ese entonces citas semanales  a los fieles, todos los miércoles. Y ahí  llegaban  muchos emocionados de estar cerca de él y escuchar sus palabras. A veces desde lo alto de la residencia vaticana se mostraba en medio del silencio sagrado de sus fieles, en la plaza de San Pedro. Yo, cuando todos se habían ido, desde ahí miraba en un punto marcado en el centro de la plaza, como las columnas de Bernini se convertían por un efecto en una sola. Por la noche, hospedada enfrente con monjas tedescas, me asomaba  a la ventana a espiar el momento en el que el papa apagaba la luz y se iba a domir.

LOS CUATRO PAPAS MEDICI, DE AQUELLA FAMILIA QUE CONTROLÓ EL CATOLICISMO

Nadie imaginó que los Medici (se pone con y sin acento) una familia de origen proletaria sería la dueña de Europa durante varios siglos, ya convertidos en primer lugar, en banqueros. Y después en papas y gobernantes. Ya desde 1230, según documentos, se había mencionado el apellido Medici, que no era sino el plural de médico en  italiano. Y no es que fueran médicos, sino que el pueblo de su origen mencionaba  ese nombre. Pero a partir de entrado el siglo 1300 hasta 1737, su imperio se prolongó no solo en la iglesia católica sino en el poder real en Roma y Florencia  y de hecho en todos los estados de la época aunque su sede se instalaba en Florencia. Sus cuatro  papas fueron  León X, Clemente VII. Pio IV y León XI que  se suman a los 226 papas que ha tenido esa iglesia, incluyendo al papa Francisco. Al poder de los Medici lo sorprendió la reforma de Martín Lutero y la pudieron sortear cuando el gran pensador fue excomulgado de esa iglesia, aunque ésta, arrepentida, lo haya incorporado en tiempos modernos. No sabemos si el hecho le gustaría a Lutero. El caso es que el predominio de los Medici fue largo, se caracterizaron muchos de ellos por su  apoyo al desarrollo del arte y en algunos casos en  sus muchas relaciones en la que hubo incluso matrimonios con aristócratas europeos, fueron buenos gobernantes. Su imperio terminó con la muerte del último gran  duque de Toscana  Juan Agustín de Medici, en 1737. Alejandro Dumas en su libro Los Medicis (Editorial Navona octubre 2007) exhibe la vida de esos personajes que podían presumir que no solo tenían el poder terrenal, sino el celestial.

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