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TERESA GIL
Sentarse es un placer. No se estaban inspirando en Eugéne Ionesco, tampoco en Silvio Rodríguez, los que propusieron las sillas en el lugar de trabajo. Se trataba de una gran injusticia que había que resolver. Fue por la larga historia del trabajador parado por horas en su labor, sin que el patrón tuviera la delicadeza de cederle un asiento. Por eso se llegó a una ley y aunque había un decreto cuya fecha de terminó hubo que esperar, fue a partir del 16 de diciembre que las sillas deberían de estar en el lugar del trabajador o en su cercanía. En algunas empresas desde hace meses se cumplía el mandato. Hay miles, millones de trabajadores que están de pie todo el día, por la rutina de su labor o simplemente porque tienen que moverse a fuerzas en la misma. En el caso del albañil es ejemplo, porque no sabemos si en el trajín de una construcción habrá sillas, pero tendrá que buscarse la forma de que las haya; que lo descansen por minutos. La fecha ahora es determinante de cumplir con la orden legal y será revisada en rutinas ya establecidas por la Secretaria del Trabajo y Previsión Social (STPS). Pero ojo, tener una silla a la mano no siempre resuelve el problema. La fuerza de trabajo exige más. Dice en su canción el gran Silvio:
El que tenga una canción
tendrá tormenta.
El que tenga compañía, soledad.
El que tenga un buen camino
tendrá sillas
peligrosas, que lo inviten
a parar.
POR LO PRONTO PODER SENTARSE EN EL TRABAJO, ES UN ALIVIO
Desde hace meses, cuando empezaron a aparecer las sillas obligatorias, recorrí algunos lugares para ver si se cumplía. En la gran mayoría de los lugares, con diferentes expresiones laborales, la verdad es que no había sillas. Salvo las tradicionales sillas de las secretarias o de personas que hacen su labor normalmente sentadas. Fui entonces a revisar cajeros y cajeras en grandes tiendas y en la que está enfrente de mi casa, he seguido el cumplimiento de la orden en mujeres y hombres. Y lo primero que se percibe es que no hay una adecuación de las sillas. Son demasiadas pequeñas para alguien que tiene una caja computadora para marcar en la larga instalación del despachador. Los más pequeños tienen que estirarse para marcar la caja y en muchos casos hacen la silla a un lado y se vuelven a parar. La disposición legal plantea un asiento que le sirva al trabajador de acuerdo a su función y una de sus propuestas cuando la silla no embona es sacarlas del contexto laboral y darle unos minutos al empleado para que descanse cerca de su labor. En este momento, en la gran tienda de enfrente casi todos los cajeros siguen de pie y la silla está a un lado. O se sientan agotados por minutos.
LAS SILLAS DE IONESCO Y AQUEL ABSURDO QUE CONMOCIONÓ AL TEATRO
Las sillas se llama la famosa obra que el francés de origen rumano escribió en 1951 y se representó por primera vez en 1952 en París. La obra, que ahora es considerada una de las mejores en su estilo, fue un fracaso estrepitoso. En la maniobra de esas sillas que deberían de estar en el escenario y que por la debilidad económica no se consiguieron, estuvieron al nivel de un público ausente. Pero las obras que han pasado por eso, vuelven a la trama y es entonces cuando el público las va conociendo y en este caso, exhibiendo aquella forma novedosa de expresar el teatro, que el mismo Ionesco llamó teatro del absurdo. Obra que se expresa en dos ancianos de más de noventa años, que rememoran la vida que cada quien llevó, infidelidades incluidas y todo lo expresan en personajes imaginarios que presuntamente van apareciendo en un escenario y llenan las sillas, también ficticias. La obra se ha representado en miles de ocasiones a nivel mundial y México no es la excepción, la última vez que se representó fue en abril del 2022 en el Centro Cultural del Bosque. Sillas que expresan un sentido de la vida que Ionesco expresó en su teatro del absurdo. Y que no tienen nada que ver con las sillas que ahora están a discusión en México, que solo son absurdas porque no hay la adecuación ordenada. Es urgente resolverlo.
