TERESA GIL
De risa que una conocida feminista señale que han pasado cien días y el patriarcado aún sigue. Es como si el mencionado patriarcado fuera un padecimiento, sujeto a un tiempo de curación. Indudablemente con esa frase en realidad se trata de menoscabar a Claudia Sheinbaum por más que en el interior de lo que escribe se reconozcan algunos méritos. Poner fechas a una forma de ser, cuando el mismo feminismo incurre en su prolongación, con actitudes, corrupción a veces, costumbres familiares y religiosas, odio al hombre, entre muchas conductas, no lleva a nada. Y ratifican su inserción en esas prácticas impuestas desde la estructuras conocidas, estado, iglesias, escuelas, familia, para reproducir en medio de su protesta, lo que quieren eliminar. Algunas de esas feministas que tanto recalcan la lucha a favor de las mujeres y crean un aislamiento de géneros, provocan mayor agudeza de lo que señalan, porque hay agresión al otro género, lo que impide generar y estimular una humanidad íntegra. La lucha conjunta de los dos géneros está ausente, porque ellas mismas la rechazan.
HAY DE FEMINISMO A FEMINISMO POR FORTUNA. LO OTRO, ES NO SERLO
Desde hace décadas cuando se profundiza la lucha feminista en algunos países, en México repuntaba en varios grupos, algunos coptados por el estado. Hay feministas, y es el ejemplo mencionado, que se ligaron al sistema y parte de sus luchas estuvieron pagadas por el mismo dinero del pueblo. Viajes al extranjero, congresos en centros vacacionales de gran renombre, publicaciones, programas de desarrollo personal, en medios públicos. Se evidenció su desagrado que aún se expresa y que puede alcanzar a Sheinbaum, con el cambio que impuso López Obrador, al que empezaron a señalar con menosprecio, hasta llegar al odio, en sus escritos, sin que hubiera de parte de AMLO algo que alterara una lucha que ellas llevaban a la calle con insulto y medio. Indudablemente, el ex presidente como todo mexicano, podía venir arrastrando secuelas que deja el machismo predominante, pero su tarea fue fuerte para eliminarlas. Su reiteración en impulsar a una mujer al poder, fue una de esas expresiones. Nadie es perfecto en ese mundo dice el dicho y hay algunas feministas que conocemos que también actúan en su vida diaria como machos mexicanos en el desalojo de maridos y amantes y actuantes y con la presunción muy patriarcal con faldas. Historias conocemos.
BALZAC Y EL PATRIARCADO EN LA AVARICIA, EN SU OBRA EUGÉNIE GANDET
Honoré Balzac, indudablemente como ha sido natural en muchos siglos, formaba parte del “hombre” reiterado por millones de veces. Pero como el gran escritor que era, tenía la sensibilidad para ver y entender el papel que jugaban las mujeres en aquel siglo XIX que le tocó vivir. En Eugénie Grandet en donde el verdadero personaje es su padre el avaro señor Grandet, la obra gira en la vida y acciones de ese hombre cuya vida era el dinero, el oro de entonces y que en realidad se extendía a toda la llamada sociedad avanzada por lo que cuenta de altos personajes y aristócratas que fincaban su poder y su riqueza en el contrato de donación (llámese matrimonio) de sus propias hijas. Es difícil creer que Grandet era un patriarca, porque según la biblia y lo que vemos a lo largo de la historia, un patriarca es un dirigente, pero lo es a partir de la acumulación en su persona de todas las consecuencias humanas
que hay su alrededor, las mujeres incluidas, su derecho según esa biblia a repudiar a las mujeres cuando envejecían para casarse con una joven. Pero de alguna manera Grandet lo era por el comportamiento que tenía con su esposa, su hija y su sirvienta. Eso del repudio en realidad es aplaudido en el llamado libro santo. Y normal para la gente. Pero también lo fueron más tarde en la era romana cuando se legaliza el patriarcado y se le hace trascender en los códigos hasta nuestra fecha, con hombres jerarcas aunque sean pobres, mandones, dueños de su entorno, amo de las mujeres, infieles. Eugénie es un ejemplo de las mujeres de aquellos tiempos, una joven pasiva que al final se rebela, pero no para dar una lucha a favor de su género, sino para formar parte de un entorno similar, casi avara como su padre y mostrar a la sociedad de entonces, que las opciones para las mujeres solo estaban en reproducir la conducta de los hombres. La respuesta de cambio tardó en llegar.