La migración política

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO*

SemMéxico, Mérida, Yucatán. La crítica popular ha caracterizado a la inmensa mayoría de quienes nos dedicamos a la política como “grillos” y a nuestra acción como “grillar”, es decir, comer y entonar el susurro melódico que identifica a estos insectos.

La “grilla” es nuestro territorio, asociada la palabra al enredo y al chisme.

Los “chapulines” son de reciente aplicación política y refieren esa incesante actividad de las langostas que las obliga a migrar en busca de alimento. Por asociación, consiste en saltar de un árbol partidista una vez que se ha agotado para subirse a uno nuevo, frondoso y de preferencia todavía en crecimiento.

¿Es nuevo el fenómeno de la migración política, es decir, pasar de un partido a otro, después de larga carrera política al amparo de los principios y programa de acción de un partido político?

La historia reciente nos enseña que “no hay nada nuevo bajo el sol de la grilla”. Pongo un ejemplo: Aquiles Elorduy, diputado federal por el PAN en 1946 (Aguascalientes, I Distrito) y senador por el PRI en 1952. El Lic. Elorduy cambió su partido, pero su rancia oposición al voto de las mujeres la llevó de una cámara legislativa a otra. ¡Vaya adquisiciones del PRI!

Única fractura. Lo demás, desprendimientos

La única y real fractura vivida por el partido en el poder presidencial por más de 70 años la vivió el PRI en 1987, cuando un grupo de priistas encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez Hernández, salió del partido por diferencias profundas con el proyecto de país que pretendía impulsar el gobierno de Miguel de la Madrid.

Fueron los años de las graves secuelas de la crisis económica iniciada en junio de 1981, cuando se desplomaron los precios del petróleo crudo, principal —por no decir único— producto de exportación.

La disyuntiva de entonces se encontraba entre continuar con el modelo del “desarrollo compartido”: Estado interventor en la economía, proteccionismo comercial, crecimiento del gasto público sin fuentes de ingreso que lo hiciera sostenible; o modernización: del aparato económico, apertura comercial, rectoría del Estado e incentivos para la participación privada en el desarrollo, por citar unos cuantos.

Quienes entonces abandonaron el PRI no fueron a otra organización política, sino que construyeron su propia opción de participación y después de las elecciones, fundaron el Partido de la Revolución Democrática.

Después de esta fractura, el PRI entonces mayoritario, registró deserciones, la mayoría de ellas vinculadas a la disputa por alguna candidatura a gobernador, como en Zacatecas y Baja California Sur (1998).

La transición democrática en las primeras dos décadas del siglo XXI facilitó el trasvase desde el PRI hacia otros partidos políticos. Muy pocas veces el flujo fue en sentido contrario, ni siquiera en 2012, cuando ganó nuevamente la presidencia.

Por el contrario, los nuevos partidos políticos se nutrieron de las deserciones priistas, desencantados con candidaturas no logradas o insatisfechos por los reconocimientos no recibidos. Incluyo desde luego, al presidente López Obrador, que fue priista hasta la elección de gobernador de Tabasco en noviembre de 1988.

Salieron del PRI

Una revisión de las candidaturas del actual partido en el poder, Morena, muestra que sus principales cuadros militaron en el PRI, en particular quienes tienen hoy más de 60 años. Muy pocos ingresaron cuando Morena estaba en formación en 2012-2015.

Ahora las circunstancias han cambiado: Morena, como partido en el poder, ha logrado imponerse en la mayoría de las elecciones estatales celebradas entre 2019 y 2023; ganó también un número elevado de distritos en el proceso federal intermedio (2021).

Morena es, ahora, como la colmena pletórica de miel que atrae a cigarrones, o arbusto con brotes tiernos y apetitosos, que pueden traducirse en una candidatura ganadora para 2024 o “boleto” para participar en el gobierno morenista que —creen— se formará en la próxima administración.

Jorge Carlos Ramírez Marín. ¿Puedo descalificar a queridos amigos y compañeros de lucha política porque decidieron migrar? No siento tener la vara de la “verdad y la justicia” para conocer motivaciones profundas o inseguridades que motivaron esta decisión.

Lo digo por el senador Jorge Carlos Ramírez, el inquieto joven que en 1994 tuvo su primera oportunidad como diputado al Congreso de Yucatán; que con enorme enjundia encabezó el Comité Directivo Estatal del PRI en 1996, cuando se discutió nacionalmente el tema de los “candados” para la candidatura a la presidencia de la república.

Jorge Carlos, el generoso militante que, sabiendo el elevado grado de dificultad, compitió y perdió la diputación por un distrito de Mérida.

¿Qué puedo saber de las decepciones de 2012 y muy especialmente de 2018, que no le favorecieron en su aspiración de la candidatura al gobierno de Yucatán?

Ejemplo vivo de “no hay mal que por bien no venga”, Jorge Carlos fue “rescatado” de su fallida incursión, e incorporado al equipo de campaña de Enrique Peña Nieto, de quien fue secretario de Desarrollo Urbano y Territorial (SEDATU), el cuarto yucateco en ocupar una secretaría federal después de Olegario Molina, en 1906.

El poder Legislativo es su espacio preferido, en el que se mueve como “pez en el agua”. Así sucedió desde 2015, y en 2018, la fórmula del PRI que encabezaba fue la única triunfadora de mayoría en todo el país para el Senado de la república.

Entiendo que las circunstancias nacionales y la política de coaliciones, indispensable en estos tiempos, le privó de la posibilidad de competir por la candidatura al gobierno de Yucatán 2024-2030.

Pudo ser reelecto al Senado, aprovechando la reforma, por el mismo partido —el PRI— que lo postuló en 2018.

Jorge Carlos prefirió tomar el rumbo de Morena, vía el Partido Verde. Esto, desde su perspectiva, le dará el oxígeno político que el alicaído árbol priista ya no proporciona. De ser postulado para algún cargo de mayoría, sabremos con precisión cómo reacciona el electorado ante estos cambios, que en algunas latitudes han tenido éxito y en otras, rotundas derrotas. Lo mismo afrontará el “pluripartidista” Rommel Pacheco.

Romper con el partido en el poder, tal como lo hizo Cárdenas en 1987, implicó riesgos enormes para el hijo del presidente más querido de México. Migrar a Morena (o su aliado Partido Verde) es una especie de “maniobra segura”.

No puedo más que desearle bien a mi querido amigo. Es un adiós político que nos coloca en trincheras diferentes. La mía, y la de muchas yucatecas y yucatecos, es la de la defensa de la paz y la tranquilidad de Yucatán. Frente a la amenaza de destrucción, la bandera yucateca de las cinco estrellas ondeará orgullosa.

[email protected]

*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

www.entresemana.mx

Check Also

Ifigenia Martínez, priismo y oposición

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO SemMéxico, Mérida, Yucatán. Cinco días después de haber entregado la banda …