Los individuos habían empezado a darse cuenta que eran víctimas de la estupidez humana o política. Stefan Zweig.
FLORENCIO SALAZAR (SemMéxico/El Sur de Acapulco). Estamos inmersos en la cuarta revolución industrial, sin embargo pocos están enterados de qué se trata. Las naciones enfrentan hoy el desafío de incorporarse a la investigación y uso de la inteligencia artificial y la robótica o serán arrasadas por el avance acelerado de la inteligencia artificial, la robótica y el Big Data. Ello significará perder la capacidad de formar parte del mundo mega desarrollado.
La primera revolución industrial inició en Inglaterra –segunda mitad del siglo XVIII–, con la invención de la máquina de vapor; se pasó de la manufactura a la producción en serie. La segunda revolución industrial, principios del siglo XX, desarrolla las grandes máquinas industriales, así como el automóvil, el avión, el cine y la fotografía, entre otros inventos y descubrimientos. La tercera revolución industrial, en el último tercio del mismo siglo, arranca con el uso del ordenador, siendo en realidad el lanzamiento de la cuarta de la serie.
En cada una de estas olas se han manifestado optimistas la sociedad, los técnicos y científicos. Se dijo, reiteradamente, que la automatización del sector industrial implicaría que los trabajadores tendrían menos horas laborables con mejor salario. La realidad ha sido otra. Los precursores de la robótica trajeron como consecuencia, igual que en las anteriores revoluciones, el despido de trabajadores y el empleo selectivo de mano de obra calificada. Tiene sentido ese resultado en la lógica capitalista. Las nuevas máquinas son de muy alto valor económico y las empresas no podrían subsidiar a su planta laboral, menos aún en países dependientes tecnológicamente, como México.
“El futuro del empleo estará hecho de trabajos que no existen, en industrias que usan tecnologías nuevas, en condiciones planetarias que ningún ser humano jamás ha experimentado”, resume Davis
Otro analista, Klaus Schwab, señala: “Estamos al borde de una evolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la revolución será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes”. (La cuarta revolución industrial ). Se observará, que ambos analistas hablan de algo que jamás se ha experimentado.
La cuarta revolución industrial entraña, dentro del enorme avance que significa para el ser humano, un enorme riesgo: que los robots se reproduzcan por sí mismos y ya no requieran la existencia de nosotros. Hay una cantidad de películas de ciencia ficción que muestran el posible desastre, desde el dominio de la raza humana por una clase imperial que habita plataformas espaciales, hasta la devastación del planeta por la guerra nuclear, en donde nuestra especie sobrevive en una sociedad neoprimitiva.
Algunos científicos son optimistas. Piensan que la criatura nunca será superior al creador. Lo cierto es que hay mega computadoras de ajedrez, como Deep Blue y Alpha Zero, que almacenan millones de datos, siendo prácticamente invencibles. En las redes circula una entrevista a un androide que fue el primero en completar el examen Turing, de capacidad de una máquina para exhibir “inteligencia similar a un ser humano o indistinguible de éste”. A este androide, al que dieron forma de una mujer guapísima, le preguntan si algún día podría superar al ser humano. Responde negativa: no tiene alma. Creo que ese es el mayor riesgo de un robot: no tener alma. Es decir, carecer de sentimientos, de compasión.
Hay también buenas noticias. La posibilidad de que fracturas y reemplazos de huesos podrán hacerse con aleaciones metálicas que aseguren su durabilidad y, con el avance de la ciencia médica, prolongar la vida hasta un promedio de 200 años de edad. Pero Yuval Noah Harari advierte: “Una vez que la tecnología nos permite modificar cuerpos, cerebros y mentes, ya no podremos estar seguros de nada”. Ahora bien, ¿quiénes podrán pagar estas operaciones y tratamientos? Los ricos del mundo. Las grandes mayorías de la tierra estarán destinadas a la servidumbre y serán deshechables, como ya está ocurriendo con los millones de migrantes en todo el orbe.
En la cara oculta, no alcanzamos a ver la magnitud del desastre humanitario que está ocurriendo. Pankaj Misrha dice que vivimos en La edad de la ira porque “la mayoría se ha percatado de que las nociones de individualismo e individualidad social son, en la práctica, irrealizables”. Y podemos agregar la afirmación de Daniel Innenerity: “El Estado ha dejado de ser un lugar de conjunción entre un territorio, una comunidad, una legitimidad y una administración”. Es decir, se está ampliando la brecha de la desigualdad y los indignados ya no reconocen autoridad en quienes los representan. De ahí proviene la cantidad de protestas de índole diversa. Por otra parte, con el calentamiento global estamos a punto de colapso. El género humano, que ha evolucionado a lo largo de 300 mil años, podría perecer en los próximos cien años, según declaró el secretario general de la ONU António Guterres.
El mundo está amenazado y ni siquiera la guerra de Ucrania por la invasión rusa parece quitarnos el sueño. Basta que algún neurótico gobernante oprima el botón nuclear para que se haga realidad la peor pesadilla de Mad Max. Entre tanto, los ricos se siguen haciendo más ricos. El uno por ciento de la población concentra el 45.6 por ciento de la riqueza mundial. Poco más de 60 millones de personas, de los ocho mil millones de habitantes, concentran casi la mitad de la fortuna global (Daniel Blandón, France 24, 2021).
Por todo lo que ocurre en la mundialización, es verdaderamente grave que el gobierno federal haya recortado recursos a Conacyt y colocado ahí a un persona ajena a su propósito; igual con la cancelación de becas a estudiantes en el exterior y la descalificación a los aspiracionistas. Los países con visión de futuro cultivan cerebros. Hoy, gobernar exige a los mejores mexicanos con visión múltiple. Nuestro país está perdiendo su capacidad competitiva por una administración aldeana.
A pesar de todo, seamos optimistas y hay que luchar por un salto hacia adelante, pero con todos.