*¿Tendrá el presidente mexicano noción de la importancia de la industria vitivinícola en la economía y la cultura? ¿Será que él sólo es afecto al chipilín y las tlayudas y los moles y las bebidas que los acompañan? Desde aquí le solicitamos que intervenga para rescatar el Valle de Guadalupe
GREGORIO ORTEGA MOLINA. Es hasta ahora que me pregunto el por qué el primer milagro de la vida pública de Cristo nos remite al vino y, por ende, a la diferencia entre los odres nuevos y los viejos.
En los cánticos durante el rito eclesial e incluso en alguno de los salmos, la referencia a la vid y el trabajo del hombre es precisa. En el vino y su mesurado consumo hay algo de santidad que nos coloca frente al esfuerzo humano para crear, lejos, sí, muy lejos de la embriaguez de Noé y la vergüenza que propició en sus vástagos: la desnudez.
Así es como deja la codicia a estos impúdicos nuevos gobernantes recién sentados a la mesa de la manteca, lo único que buscan es el unto que los saque de la pobreza, sin importar que deambulen con el traje del emperador entres sus gobernados, pues de otra manera no puede entenderse lo que sucede en el Valle de Guadalupe, donde los vitivinicultores se esfuerzan hace muchos años para producir vinos de calidad internacional.
No soy somelier, pero puedo asegurar que los vinos de mesa del Valle de Guadalupe tienen una excelente calidad y grandes enemigos internos. El primero de ellos es la autoridad fiscal, pues el IEPS los coloca en precio por encima de los vinos importados, similares o inferiores. Así, ¿cómo podremos contribuir, los consumidores, al desarrollo de la industria vitivinícola nacional?
Aunque quizá el peor enemigo sean los fraccionadores y desarrolladores de zonas turísticas, que con toda seguridad dejan el unto en las manos de las autoridades locales y estatales, para obtener los permisos de construcción que destruyen el futuro del Valle de Guadalupe. Los enterados indican que ya se han perdido muchas hectáreas en beneficio de estos nuevos e impolutos gobernantes y sus protegidos.
¿Algo puede hacerse para proteger el Valle de Guadalupe? Algunos conspicuos morenos son bebedores de vino, como Federico Arreola, que nos presumió durante meses que en el restaurante consumía botellas de un mil pesos, y nunca tuve las agallas para preguntarla origen y marca del tanguarniz que se echa entre pecho y espalda.
¿Tendrá el presidente mexicano noción de la importancia de la industria vitivinícola en la economía y la cultura? ¿Será que él sólo es afecto al chipilín y las tlayudas y los moles y las bebidas que los acompañan? Desde aquí le solicitamos que intervenga para rescatar el Valle de Guadalupe.
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