LA COSTUMBRE DEL PODER/ Trump acelera la transición global

GREGORIO ORTEGA MOLINA

*Lo que se anuncia, entonces, es una confrontación cruenta entre dos conceptos de “evolución” en el desarrollo o desenvolvimiento de la humanidad. ¿El regreso a un pasado ominoso y cuyos resultados los humanos hemos padecido durante 20 siglos, o continuar la aventura hacia una transición global en la que, por lógica, muchos no tienen cabida?

*Es el primer aviso, y Rubén Rocha Moya, como Francisco Garduño Yáñez, tan campantes como el caminante del wiski. Así es México, así es el mundo

Lo que debió llegar con los pasos contados apareció de pronto, sin previo aviso, en medio de caos, desconfianza, sin respuestas adecuadas a las consecuencias que se anuncian.

La modificación geopolítica del mundo fue conceptuada, negociada y desarrollada con el tiempo suficiente para obtener la aprobación general, y propiciar -si no una plena sí parcial- la madurez cultural y anímica de las sociedades involucradas en el cambio.

La primera etapa, con dos estaciones de maduración, estaba por consolidarse en buena parte del mundo: libre mercado y globalización, con los instrumentos cibernéticos adecuados para su desarrollo: tiempo real, comunicación instantánea, Inteligencia Artificial, avances científicos para la salud, y, necesariamente, fusión bursátil e ideológica. Pero hete aquí que se presentó el diablo y sopló.

La pandemia del Covid-19 llegó de la mano del cambio drástico en el medio ambiente, y la combinación de ambos fenómenos reavivó las necesidades básicas insatisfechas. Así se favoreció lo que en los años 60 y 70 se llamó realineación política e ideológica. África, América Latina, Asia, Medio Oriente. La disputa dejó de lado al petróleo, se recrudeció en el control de alimentos, los acuíferos, el litio, pero sobre todo en la manera de ser y decidir, puesto que los líderes auténticos, los que verdaderamente mandan, determinaron que sólo ellos conocen lo que sus gobernados sienten y necesitan.

Los métodos del cambio y las imposiciones varían, pero se manifiestan con violencia, migración forzada y muerte. Las condiciones climáticas, las posibilidades de saqueo y control, la exigencia de incidir en una transición global que puede hacerse más lenta, aunque no cancelable, detonan en Ucrania, entre Israel y Palestina, en las saqueadas repúblicas africanas y latinoamericanas, con un nuevo actor en escena, debido a su poder económico: el narcotráfico, con los diversos instrumentos de control que usa para imponerse: trata, migrantes, extorsión, secuestro, desapariciones y dictaduras políticas.

Lo que se anuncia, entonces, es una confrontación cruenta entre dos conceptos de “evolución” en el desarrollo o desenvolvimiento de la humanidad. ¿El regreso a un pasado ominoso y cuyos resultados los humanos hemos padecido durante 20 siglos, o continuar la aventura hacia una transición global en la que, por lógica, muchos no tienen cabida?

El estado del egoísmo que incide en la toma de decisiones, permite discernir que el regreso a los gobiernos fuertes y centralizados, con ideologías anticuadas y un concepto de soberanía cuyos resultados están a la vista, como lo muestran las migraciones.

Por el otro lado, la IA, el tiempo real, el poder de la economía por sobre la voluntad de los humanos, fue anticipado en la película Cuando el destino nos alcance, en la que la actuación de Charlton Heston es mejor que la de Donald Trump.

La conclusión resulta ineludible. La encontré, antes de la pandemia de Covid-19, en Los últimos días de nuestros padres, donde Joël Dicker nos regala este epígrafe a su novela.

Que todos los padres del mundo, a punto de
abandonarnos, sepan del peligro que corremos
sin ellos.
Nos enseñaron a caminar, y ya no caminaremos.
Nos enseñaron a hablar, y ya no hablaremos.
Nos enseñaron a vivir, y ya no viviremos.
Nos enseñaron a convertirnos en Hombres, y ya ni
siquiera seremos Hombres. Ya no seremos nada.

Pero está bien, el pueblo -a decir de ellos- decidió nuestro futuro inmediato.

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La paciencia se agota antes de lo previsto, el agua se derrama del vaso y las respuestas, reprimibles y reprimidas, se precipitan,

El asesinato de Gael y Alexander colmó la paciencia, aunque tarde, pues los niños desaparecen y mueren -en menor número que sus padres- hace años («Lo anterior tiene especial relevancia, porque de acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) que publicó la Secretaría de Gobernación el 30 de agosto de 2024, cada día 25 personas de entre 0 y 17 años se reportaron desaparecidas, no localizadas o localizadas en México durante 2023″), como puede constatarse en los textos de Anabel Hernández, en las fosas clandestinas, en los rescoldos de Allende, Coahuila, en el galpón de San Fernando, en los semefos donde terminan los desconocidos, y en clínicas y hospitales porque determinaron que el sector salud debe desaparecer, y lo dejaron sin vacunas, sin medicamentos para niños con cáncer, en el cauce del río Bravo, o bajo las botas de la migra o el incendio de la cárcel migratoria de Ciudad Juárez.

Es el primer aviso, y Rubén Rocha Moya, como Francisco Garduño Yánez, tan campantes como el caminante del wiski. Así es México, así es el mundo.

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