GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Una nación corrompida moral y estructuralmente en su funcionamiento, facilita a los dueños del dinero, a los narcos, a los políticos tan honrados y honestos que nos caracterizan, a hacerse con más riqueza, fiscalmente intocable, y sin riesgo de perder el capital. Por eso la reforma al Poder Judicial va, y por eso no habrá transición
Lo cierto, lo verificable, es que los políticos que se propusieron combatir la corrupción y la impunidad perdieron el brillo propio, y padecieron, en carne propia, las consecuencias de querer modificar al sistema político desde dentro, o como lo buscó el entrenador de tigres del cuento de Horacio Quiroga, el que de tanto castigarlo con un cautín en los testículos, perdió la cabeza entre las fauces del animal.
Debemos partir del hecho de que la corrupción es total, domina las relaciones humanas en los ámbitos de la economía y del poder, en lo social y familiar. No es exclusivamente pecuniaria, Miguel de la Madrid lo supo a tiempo, y se esforzó por dar aliento a su propuesta de renovación moral, que en la praxis nos hubiera abierto las puertas más allá de lo que las cerró la 4T.
La transición necesaria para consolidar el proyecto de nación, para renovar la propuesta de la Constitución y transformarla en oferta de vida, contrario a lo que hoy significa, es bloqueada, detenida, combatida, precisamente por aquellos que se enriquecen con este modelo político que funciona y se fortalece gracias a la simbiosis entre corrupción e impunidad.
No le demos muchas vueltas. A los partidarios de la presidencia imperial, de la dictadura perfecta, les urge culpar al Poder Judicial de todos nuestros males, para que sean los jueces, magistrado y ministros quienes carguen con las consecuencias de las trapacerías de los familiares y amigos del presidente de la República, pues él sí sabe, está consciente de los beneficios que -primero a los pobres- traería la auténtica reforma integral al modelo político. La verdadera y urgente transición.
Pero no sucederá, porque conservar corrupción e impunidad como están, desestructurar las instituciones y empobrecer a México moral y materialmente, es lo que funciona a aquellos que llevaron en andas a Andrés Manuel López Obrador, para sentarlo en la silla del águila.
Una nación corrompida moral y estructuralmente en su funcionamiento, facilita a los dueños del dinero, a los narcos, a los políticos tan honrados y honestos que nos caracterizan, a hacerse con más riqueza, fiscalmente intocable, y sin riesgo de perder el capital. Por eso la reforma al Poder Judicial va, y por eso no habrá transición.
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