LA COSTUMBRE DEL PODER/ Palabra y poder

*Podemos deducir el tamaño del padecimiento de los próximos tres años, debido a las filípicas mañaneras; resulta doloroso anticipar lo que nos falta sufrir, víctimas de la peor de las demagogias, de la deformación de la palabra en su significado esencial

*En cuanto al INE es tonto no coincidir con Andrés Manuel, siempre y cuando el Poder Ejecutivo ponga el ejemplo y se limite en esas tonterías que nos cuestan un riñón

*La salida de Citi es un obsequio caído del cielo para la 4T. Se van a armar, es un regalo del adiós, o de la permanencia en el poder, ¿quién lo sabe?

GREGORIO ORTEGA MOLINA. La palabra, que es la esencia de la expresión del logos y, en algún momento, del Dios católico, del padre de Cristo, se ha secularizado y escindido en los propósitos de comunicar. Recordemos el inicio del Evangelio de Juan:

“1 En el principio era la Palabra, y la Palabra era con Dios, y la Palabra era Dios. 2 Esta era en el principio con Dios”.

José Ortega y Gasset, en el prólogo al lector francés (1937) de La rebelión de las masas nos aproxima a las maneras del uso secular de la palabra: “… Lo de menos es que el lenguaje sirva también para ocultar nuestros pensamientos, para mentir. La mentira sería imposible si el hablar primario y normal no fuese sincero. La moneda falsa circula sostenida por la moneda sana. A la postre, el engaño resulta ser un humilde parásito de la ingenuidad.

“Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe que acabamos muchas veces por malentendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos.

“Esta costumbre de hablar a la Humanidad, que es la forma más sublime y, por tanto, más despreciable de la demagogia, fue adoptada hacia 1750 por intelectuales descarriados, ignorantes de sus propios límites y que, siendo, por su oficio, los hombres del decir, del logos, han usado de él sin respeto ni precauciones, sin darse cuenta de que la palabra es un sacramento de muy delicada administración”.

Podemos deducir, entonces, el tamaño del padecimiento de los próximos tres años, debido a las filípicas mañaneras, y resulta doloroso anticipar lo que nos falta sufrir, víctimas de la peor de las demagogias, de la deformación de la palabra en su significado esencial, lo que implica la suspensión indefinida de la edificación de un presente que anticipe el futuro, y la terquedad de negar, a priori, un pasado que nos ha permitido ser lo que hoy somos, a pesar de las claudicaciones y traiciones de los políticos, siempre cortados por la misma tijera.

A lo anterior habremos de añadir el efecto que sobre la palabra tiene el uso que los políticos, esa ralea de administradores del Estado, imponen a través del uso de la comunicación en tiempo real, de las “selfies”, de las redes sociales, los “suplantadores” que permiten, a través del algoritmo, engordar los números de los supuestos leales a la 4T, vacía, sin proyecto ni programa a largo plazo, si no consiste en el vaciamiento de los recursos fiscales.

De ahí que el “amado” líder hoy se vea engorilado, encrespado, con la boca torcida y el denuesto en la punta de la lengua. No es recaída del Covid-19 ómicron, sino amargura contenida.

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Imposible no estar de acuerdo con Andrés Manuel en lo que a los ahorros del INE respecta, siempre y cuando el Poder Ejecutivo predique con el ejemplo, se deje de decisiones que ya nos cuestan un riñón y muchas vidas, muchas más de las que las cifras oficiales nos permiten entrever.

¿Cuánto nos cuesta el caprichito tabasqueño de no usar el TP-01, del que hay que pagar mantenimiento, cuota del arrendamiento, servicios, y además pagar los pasajes de las jiras presidenciales de fin de semana, con su comitiva? ¿Cuántas vidas pone en riesgo, pues el que el presidente de México viaje en avión comercial, abre las posibilidades de atentados?

¿Cuánto nos costó el hecho de que no viviera en Los Pinos?

¿Cuántas vidas esa terquedad de no posponer sus obras faraónicas, para garantizar la salud de sus gobernados y poner orden en la adquisición de medicamentos, que una decisión Ejecutiva desmadró?

Los del Poder Ejecutivo son costosos caprichos, lo del INE son necesidades de la democracia. Así las cosas, a alguien se le pondrán los mameyes a 25, pero todos lo pagaremos, porque no se trata de disminuir las pensiones, sino de poner orden en el dispendio presidencial. ¿No?

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En cuanto a la salida de Citi-Banamex considero que la decisión está tomada, el elegido por Andrés Manuel es el señor Salinas Pliego, aunque si no le alcanza, una salida ya fue propuesta por Pablo Gómez. Una parte del negocio podría servir para dar viabilidad a esa peregrina idea del Banco del Bienestar.

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