GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Hoy, tarde comprendemos que -con la falsa promesa de una cuarta transformación- nos comprometen en un retrocesos sin precedentes para asentar ese presidencialismo garante de corrupción, impunidad y crisis económica; el costo social y político de la desecación de los recursos fiscales para doblegar la voluntad electoral, lo pagará, en el poder, la sucesora del presidente de la República, y en la calle todos estamos entrados
Nos cuesta asumir que en la manera de ser gobernados y el modo de abordar los problemas sociales, políticos y económicos, la impronta de nuestra historia y la actitud y carácter de los mexicanos, es determinante, porque, además, a fin de cuentas, aceptamos los resultados sin chistar.
Quizá únicamente Alfonso Romo y Carlos Manuel Urzúa supieron nombre y apellido del compromiso de Manuel Andrés López Obrador, que lo obligó a una consulta popular falsa y sin vinculación legal, para clausurar el proyecto aeroportuario más importante para México, y que en este momento le reportaría ingresos para sus programas sociales.
El tema continúa en la opacidad, tras el velo de una supuesta seguridad nacional, y casi nadie exige transparencia en el tema, como tampoco la reclaman en la intromisión presidencial en las campañas electorales. Los mexicanos son agachones.
El empeño presidencial de elevar el gasto depositado en los plásticos del bienestar, hace inviable la salud económica de la nación, e incide en lo que socialmente se nos viene encima como consecuencia del mito del súper peso y la quiebra del sector salud.
“… La confusión entre las nuevas ideas y las pasiones ancestrales, el crecimiento del rechazo al poder, la crueldad de una represión a destiempo. La audacia de un pueblo que acaba de descubrir su capacidad de poner en jaque al ejército regular, el derrotismo de los españoles, fueron los factores convergentes de un reinicio, con más vigor, de la guerra de Independencia”, escribe Jacques Lafaye en Quetzalcóatl y Guadalupe, la formación de la conciencia nacional en México.
Supongo, casi con certeza y dadas las reiteradas crisis económicas propiciadas por gobiernos fallidos -y las repetidas consecuencias-, que la conciencia nacional de los mexicanos no quedó totalmente formada, como sí lo está en otras naciones. La idea de patria, el débil conocimiento de nuestra historia y nuestros derechos, favorecen el saqueo sistemático de los recursos y el debilitamiento constante y a propósito de la voluntad, para que no asumamos el destino que nos corresponde y merecemos.
Hoy, tarde comprendemos que -con la falsa promesa de una cuarta transformación- nos comprometen en un retrocesos sin precedentes para asentar ese presidencialismo garante de corrupción, impunidad y crisis económica.
El costo social y político de la desecación de los recursos fiscales para doblegar la voluntad electoral, lo pagará, en el poder, la sucesora del presidente de la República, y en la calle todos estamos entrados.
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