GREGORIO ORTEGA MOLINA
*La realidad es bíblica, si el grano de trigo no muere, no rinde fruto… aquí no quieren dar política sepultura al modelo presidencialista, y todo aparenta florecer como lo atestiguaremos estos tres meses. Nada los detendrá, es la pátina aristocrática a los políticos de muchas mentiras y ninguna verdad
En política la percepción es todo, o casi. Puede insistir el presidente Andrés Manuel López Obrador que prepara su salida, que el país está en paz y habrá elecciones sin sobresaltos. Le realidad es que mañanera a mañanera diseñó la estrategia para dividir y confrontar a los mexicanos, y así acudirán el dos de junio a las urnas.
No es ficción, y el ambiente político se enrarece porque así lo ha dispuesto, pues si deseaba hacer un buen cierre de gobierno, no debió convocar a la secretaria de Gobernación, al ministerio del interior, a Luisa María Alcalde, a la que no le alcanza la experiencia ni el empeño; tampoco debió llevar a la secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, cuya única prenda es servir ciegamente al presidente de la República.
Crece el sentimiento -en buena parte de la sociedad- de que nos encaminan a una elección de Estado, en medio de una supuesta contienda política donde el desequilibrio entre el aparato publicitario del poder y las redes sociales de la oposición es notorio. La palabra presidencial tiene, con mucho, mayor peso que el #NarcoPresidente, porque con sus acciones modela la opinión de esos votantes con la voluntad electoral condicionada a los plásticos del bienestar.
En esta supuesta contienda política por la presidencia de la República, la renovación del Congreso y gubernaturas, los mexicanos nos venceremos a nosotros mismos, porque el dinero del que se sirve el gobierno para acallar a los descontentos, es de origen fiscal, proviene de nuestros impuestos, a menos de que el narco lo provea de recursos frescos, aunque negros.
Ahí está la “negociación” entre Ricardo Benjamín Salinas Pliego y Manuel Andrés López Obrador (por algo invirtió el orden de sus nombres), se confirma que la única fuente de corrupción e impunidad aquí y ahora, como siempre, es la institución presidencial y sus poderes metaconstitucionales. Recuerdo mi lectura de hace 20 años, donde John Connolly pone en boca de uno de sus personajes: “… había tratado alguna vez con los hombres de honor y siempre me dirigía a ellos con cautela y sin arrogancia ni presunción. El respeto debía pagarse con respeto y los silencios debían interpretarse como señales. Entre ellos todo tenía un significado y en su forma de comunicarse aplicaban la misma economía y eficacia que en sus métodos de violencia.
“Los hombres de honor hablaban sólo de lo que les atañía de manera directa, respondían sólo a preguntas específicas y preferían guardar silencio a mentir. Un hombre de honor estaba absolutamente obligado a decir la verdad y no quebrantaba estas normas más que cuando lo justificaba el comportamiento de los demás. Ello presuponía, para empezar, que se consideraba honorables a los chulos, a los asesinos y a los narcotraficantes, o que el código no era más que el extemporáneo ceremonial de otra época, conservado para conferir una pátina aristocrática a matones y criminales”.
La realidad es bíblica, si el grano de trigo no muere, no rinde fruto… aquí no quieren dar política sepultura al modelo presidencialista, y todo aparenta florecer como lo atestiguaremos estos tres meses. Nada los detendrá, es la pátina aristocrática a los políticos de muchas mentiras y ninguna verdad. Los hampones de novela, los matones de siempre.
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