GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Supongo que nuestro hombre providencial establece un sinónimo entre lo femenino y la sociedad civil y toda entidad política antecedida por el artículo (la), como la SCJN, por eso la abomina, y por eso desea, al precio del poder, convertirla en Nada
Lo siento por cualquiera de las dos mujeres que se haga con la silla del águila, la banda presidencial, y unas Fuerzas Armadas acostumbradas a tener todas las consideraciones y a administrar el poder junto con la titular del Ejecutivo.
Es cierto y ominoso. El actual jefe de las instituciones y presidente constitucional (aunque desconozca su mandato e incumpla la ley) ya chingó, por el momento, porque las consecuencias políticas y sociales de satisfacer sus apetitos, sus pulsiones, sus resabios y resentimientos, se han tardado en aparecer, y los primeros que reclamarán su rendición de cuentas serán los señores del narcotráfico, la extorsión, los secuestros, el tráfico de migrantes y los responsables de los desaparecidos cuya cifra real el gobierno desconoce.
No ha procedido por capricho, sino con un propósito definido y claro, aunque la sociedad entera equivocó o mal interpretó los términos, cuando decidió no ser florero gritó a los cuatro puntos cardinales: ¡el chingón soy yo! De allí que Xóchitl, de manera equivocada decida ser (x)ingona.
Paz lo explica: “No es el fundador de un pueblo; no es el patriarca que ejerce la patria potestas; no es rey, juez, jefe de clan. Es el poder aislado en su misma potencia, sin relación ni compromiso con el mundo exterior (negritas mías). Es la incomunicación pura, la soledad que se devora a sí misma y devora lo que toca. No pertenece a nuestro mundo; no es de nuestra ciudad; no vive en nuestro barrio. Viene de lejos, está lejos siempre (¿En La Chingada?). Es el Extraño. Es imposible no advertir la figura del macho con la del conquistador español… Todos ellos son chingones”.
Es lo que percibimos cuando se blinda intramuros en Palacio Nacional. Es lo que muestra en su relación con las mujeres, por más que se esfuerce en lo contrario. Es tal cual y fiel a él mismo. Escribió Paz:
“La Chingada es aún más pasiva. Su pasividad es abyecta (la sociedad que se inclina y permanece en silencio): no ofrece resistencia a la violencia, es un montón inerte de sangre, huesos y polvo. Su mancha es constitucional y reside, según se ha dicho más arriba, en su sexo. Esta pasividad abierta al exterior la lleva a perder su identidad: es la Chingada. Pierde su nombre, no es nadie ya, se confunde con la nada, es la Nada. Y, sin embargo, es la atroz condición de la encarnación femenina”.
Supongo que nuestro hombre providencial establece un sinónimo entre lo femenino y la sociedad civil y toda entidad política antecedida por el artículo (la), como la SCJN, por eso la abomina, y por eso desea, al precio del poder, convertirla en Nada.
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