LA COSTUMBRE DEL PODER/ Happening político

GREGORIO ORTEGA MOLINA 

*Su proyecto, su idea de México, es él mismo, medida de todo lo que pueda moverse y respirar en la República, sometida a él por esas fantasías que lo dominan y vende tan bien a inversores y votantes, sin importar que, en los abrazos con los barones de la droga, haya entregado una buena parte del territorio nacional a los genízaros de los narcotraficantes, con todo y extorsión, derecho de piso, trata, fosas clandestinas: síntesis de la democracia que nos vende contra viento y marea

Dejemos atrás los eufemismos y aceptemos los hechos como son. El presidente de la República dista mucho de mentir con toda intención cuando presenta sus otros datos como verdad irrecusable. Fantasea, vive en su fantasía política, en su ensueño de un poder sin límites e infinito.

Su lenguaje lo descubre, supone que servirse de la palabra como lo hace, lo que cree ver, lo que supone percibir, propiciará que los electores compartamos su idea de México, su deseo más íntimo de absolutismo sin barreras legales ni constitucionales, porque únicamente él, sí, sólo él, es la llave del futuro de los mexicanos, sin sufrimientos ni resabios. Todos felices.

Para él lo sucedido el domingo 18 de febrero último en el Zócalo, con un Palacio Nacional amurallado, un asta bandera vacía, a rebosar de esa clientela política que se le escurre de entre los dedos -porque en 2018 la tuvo en las manos-, sólo fue un happening o un Halloween político, en el que los participantes tomaron la determinación de disfrazarse de demócratas, porque -a decir del presidente de México- esos mismos paseantes dominicales participaron en elecciones fraudulentas.

Nunca nadie pudo probar los supuestos fraudes electorales de 1988, 2006, 2012, pero sí es verificable que de manera ilegal se le dio constancia de domicilio el años 2000, pues de otra manera nunca hubiera podido contender por el gobierno del entonces Distrito Federal. Cuando manda al diablo a las instituciones en su propio beneficio, todo se hace por el bien de ese México bueno y sabio incapaz de ver más allá de lo que AMLO les pone enfrente con los plásticos de bienestar.

Así es pues que los disfrazados de demócratas salieron a defender la democracia, esa puerta que a él le permitió hacerse con el poder y ahora destruye, porque su proyecto, su idea de México, es él mismo, medida de todo lo que pueda moverse y respirar en la República, sometida a él por esas fantasías que lo dominan y vende tan bien a inversores y votantes, sin importar que en los abrazos con los barones de la droga, haya entregado una buena parte del territorio nacional a los genízaros de los narcotraficantes, con todo y extorsión, derecho de piso, trata, fosas clandestinas: síntesis de la democracia que nos vende contra viento y marea.

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