*¿Pero a quién importan los que queden sembrados en el camino, si de lo que se trata es el alumbramiento -en términos políticos y ginecológicos- de una nueva era para México, en la que no se regatearán la felicidad ni el humanismo’
GREGORIO ORTEGA MOLINA. Durante su perorata matutina del seis de junio último -quizá entusiasmado porque ya tiene a la República en un puño-, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió avalar la política eugenésica planificada para él por Hugo López Gatell.
Desde que tengo uso de razón, siempre escuché el más vale prevenir que lamentar, y un poco mayor comprendí las exigencias, necesidades y costos de la medicina preventiva, sobre todo cuando se sabe, a ciencia y paciencia, que lo barato cuesta caro.
Todos lo sabemos, porque es verdad, que los diagnósticos puntuales salvan vidas, aunque en otras ocasiones únicamente aplazan el momento de decirse adiós entre los que se van y los que permanecen en espera de pasar a la ventanilla por su boleto de ida.
Esa estúpida idea, u obsesión, o terquedad de sustraer de los programas de salud recursos económicos para satisfacer el capricho de grandeza del señor del gran poder, equivale a una sentencia de muerte, sobre todo en cuanto al combate al cáncer se refiere. Pero hay otras… producto de la mala alimentación, porque determinaron que, con un par de zapatos y un taco de frijoles, ahí la llevan los pobres, que para ellos es este gobierno tan dedicado a convertirlos en miserables.
Además, supongo que en este gobierno se apuesta a la selección natural. Ya por ahí dijeron los desvergonzados de la 4T, que esos niños con cáncer sufrirían mucho durante sus vidas si no tienen el acierto de morirse a tiempo.
¿Cuáles son las pruebas científicas, médicas, humanas, de que las normas para combatir el cáncer son innecesarias? El secreto está en los números del presupuesto federal y en las transferencias ordenadas para que Dos Bocas, el Tren Maya, el ferrocarril interoceánico sean concluidos a tiempo -sin contar el dinero para el operativo electorero- ya carece de importancia si bien o mal, el requisito es único: a tiempo.
Aunque eso de los plazos fatales ya debiera carecer de significado, pues luego del fallecimiento político-electoral de los organismos políticos, acaecido el último cuatro de junio, para Andrés Manuel López Obrador todo será coser y cantar, aunque crezca el número de muertes por cáncer, porque así lo planificó para él su subsecretario Hugo López Gatell.
¿Pero a quién importan los que queden sembrados en el camino, si de lo que se trata es del alumbramiento -en términos políticos y ginecológicos- de una nueva era para México, en la que no se regatearán la felicidad ni el humanismo?
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