GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Los autos de fe no suceden de abajo hacia arriba. Aseverar, o siquiera sugerir, que la minusválida derecha mexicana, la pobre oposición carente de inteligencia y sabiduría (tan similar a las carencias de los que dicen gobernar) puede proponer y llevar a cabo un auto de fe es una desproporción en el razonar y en el justificar. Lo que hoy ocurre en esta patria, es un pleito de lavanderas por el poder, por la posesión del lavadero más cómodo y próximo a la salida, por aquello de que el fuego eterno (el de los resultados electorales) los puede alcanzar
*Únicamente Marcelo Ebrard sabe lo que AMLO le sopló al oído y dirá este lunes 11 de septiembre, aunque puede cambiar la manera que decide incidir en la historia política de México, en su vertiente de rencillas, traiciones y ninguneos
El ser humano muda. Algunas veces para bien, otras en sentido contrario. ¿Deben modificarse, con sus cambios, los conceptos, las ideas, acuñadas desde el centro de la razón? Si es así, ¿para qué y con cuáles propósitos se transforma lo que determinó comportamientos, normas de conducta? ¿Moda, comodidad política e ideológica, o teológica y de fe?
Supongo yo, porque así fue concebido desde su origen, que al auto de fe es una manifestación de poder, del absoluto, del que no se puede ni debe abjurar so pena de fallecer en el más atroz de los tormentos. Autoridad y premio, de lo contrario se sanciona con el fuego, de ahí la idea del Infierno. Dante (no Delgado) lo describe bien. También está esa idea de que el fuego purifica.
El primer auto de fe es bíblico, se aplica a Sodoma y Gomorra. Después, mucho después, Nerón decide purificar a Roma. No hay otra explicación para su incendio.
Durante la Edad Media y el Renacimiento resurge esa idea del fuego necesario. Se establece la norma y el rito de los autos de fe, y lo mismo se lleva a la hoguera a los impíos y a las brujas que a los enemigos políticos. Se muestra la necesidad de hacer sentir el poder. El que manda es el que tiene el cerillo en las manos y el que decide dónde y cuándo se desata el infierno, personal o colectivo.
La noche de los cristales rotos, ¿fue desde la oposición débil y minoritaria, o desde la cúspide del poder que estaba urgido de imponer “su orden”, porque así lo requería el Tercer Reich, el anhelo de los mil años.
Los autos de fe no suceden de abajo hacia arriba. Aseverar, o siquiera sugerir, que la minusválida derecha mexicana, la pobre oposición carente de inteligencia y sabiduría (tan similar a las carencias de los que dicen gobernar) puede proponer y llevar a cabo un auto de fe es una desproporción en el razonar y en el justificar. Lo que hoy ocurre en esta patria, es un pleito de lavanderas por el poder, por la posesión del lavadero más cómodo y próximo a la salida, por aquello de que el fuego eterno (el de los resultados electorales) los puede alcanzar.
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Únicamente Marcelo Ebrard sabe lo que AMLO le sopló al oído y dirá este lunes 11 de septiembre, aunque puede cambiar la manera que decide incidir en la historia política de México, en su vertiente de rencillas, traiciones y ninguneos.
Claro, tiene la oportunidad de contribuir a modificar la HISTORIA, siempre y cuando decida retribuir a México todo lo que este país les ha dado a sus ancestros y a él mismo.
Debió abrevar en la cultura política de Francia. Conoce lo que es la travesía del desierto. Pueda iniciarla, tiene el bagaje educativo para ello, y proceder como lo hicieron Charles de Gaulle y François Mitterrand, para meditar, escribir y preparar el regreso. ¿Querrá hacerlo, o se limitará a seguir las instrucciones de Andrés Manuel López Obrador, para convertirse en el tercero en discordia y evitar, así, una parejera a las urnas electorales por la presidencia, por la República, por el Estado de Derecho?
Obvio, el presidente que dice haber cedido el bastón de mando, sabe que la espontánea y auténtica Xóchitl Gálvez puede vencer a la gazmoña, amargada e insoportable Claudia Sheinbaum.
¿Habrán ideado, Andrés y Marcelo, un engaño electoral? Hoy lo sabremos.
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En este asunto de la recuperación de la Categoría Uno para el AICM, debió mostrar músculo y torcer ilegalmente la mano a las aerolíneas, para obligarlas a operar en el AIFA. De otra manera no se entiende el cambio de actitud.
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