*¿Cómo, entonces, sembrar confianza en un país cuyo gobierno se espía a sí mismo, además de espiar a sus previsibles detractores? Ahí está su desafío señor Enrique de la Madrid Cordero
GREGORIO ORTEGA MOLINA. ¿Puede Enrique de la Madrid Cordero, ganarse la confianza de los mexicanos para elegirlo, seguirlo en su proyecto de nación y reconstruir el orden, en caso de llegar? Primero hemos de puntualizar lo que el término confiar significa entre los políticos y en su relación con quienes los votan.
Los integrantes de un grupo, un partido, un club, para tener éxito han de entregarse unos a otros, confiarse en sus actividades, aunque la traición siempre está al acecho, de ahí que los conflictos internos y las corrupciones y corruptelas en el comportamiento y en lo que había de hacerse para gobernar y generar confianza, requiera, siempre, de la impunidad.
Un ejemplo puntual: la administración del “dinero político” para garantizar votos y contratos y posibilidades de hacer obra o gerenciar proyectos y programas, siempre se escurre entre los dedos; garantizar que, de todas maneras, las cosas se hagan, requiere de impunidad, que es lo actitud que amarra la confianza del quehacer gubernamental, de mandar e imponer criterios.
Este modelo de administración pública no debe continuar, porque da un excesivo poder a quien desempeña el cargo de presidente de la República, cuyo criterio o mando apuesta a imponerse sobre los poderes judicial y legislativo. Parece que Norma Piña los tiene donde debe tenerlos.
En un texto de investigación periodística redactado por Natalie Kitroeff desde la Ciudad de México y Ronen Bergman desde Tel Aviv, leemos: “Ningún lugar ha tenido más experiencia con la promesa y el peligro de la tecnología que México, el país que inauguró su expansión alrededor del mundo.
“Una investigación del New York Times basada en entrevistas, documentos y pruebas forenses de teléfonos pirateados muestra los tratos secretos que llevaron a México a convertirse en el primer cliente de Pegasus y revela que el país se convirtió en el usuario más prolífico del software espía más infame del mundo.
“México pasó a utilizar la herramienta de vigilancia contra los civiles que se oponen al Estado, abusos que el país insiste en que ha detenido. Pero The Times descubrió que México ha seguido usando Pegasus para espiar a las personas que defienden los derechos humanos, incluso en los últimos meses”.
¿Cómo, entonces, sembrar confianza en un país cuyo gobierno se espía a sí mismo, además de espiar a sus previsibles detractores? Ahí está su desafío señor Enrique de la Madrid Cordero.
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