*Lo único verificable es que en el mundo el hambre llama a la puerta, y es imposible predecir las consecuencias, que son variadas y graves, más allá de los que fallezcan de inanición
GREGORIO ORTEGA MOLINA. Los políticos de todo signo ideológico y líderes de las naciones opulentas o pobres, se niegan a reconocer el gran dilema que tienen encima, a pesar de que las señales de alarma son claras: cambio climático, covid-19, conflictos bélicos regionales, uno de ellos con graves repercusiones en el futuro inmediato del mundo, cuyo rostro dejó de ser el mismo con el que solíamos despertar por las mañanas. El cambio inició en los primeros meses de 2020.
Puede ser que muy pronto y sin percibir las consecuencias en su verdadera amplitud, buena parte del mundo transite de la hambruna a la carencia casi absoluta de alimentos, y posiblemente ocasione más muertes que la pandemia. Ya Claudia Corichi, en su artículo de El sol de México del 17 de agosto último, lo anuncia: “Existe inseguridad alimentaria cuando la vida de una persona y los medios de subsistencia están en peligro inmediato debido a la falta de alimentos. Hoy enfrentamos grandes retos al respecto”.
La magnitud del problema aparece en su verdadera dimensión con la guerra en Ucrania. Con ella se inicia un “reordenamiento geo alimenticio y de recursos energéticos, como lo es el gas”; entonces, de cuál soberanía puede ufanarse hoy el presidente de México, y esgrimir ese concepto como arma para “remendar” las desavenencias en el TMEC, e imponer su santa voluntad. Es altamente posible que se ufane todavía más, y se saque de la manga un nuevo programa social al que nombre soberanía, para alimentar el falso nacionalismo del México bueno y sabio, y los convierta en muertos de hambre.
Las cifras macroeconómicas parecen sonreírnos y propiciar esperanza, en el sentido de que México podría sortear la recesión, aunque la inflación no ceda. Considero que la economía no tiene palabra de honor, y se mueve más por la codicia que por los deseos de un equilibrio compartido. Olvidemos la filantropía, que a la postre es un asunto de ropas finas ante la sociedad, y preguntemos a los Larrea y los Slim y los Romo cuánto han invertido durante los últimos 4 años, y cuánta es su confianza en el gobierno que los convoca a ser solidarios. Nunca responderán con la verdad.
Lo único verificable es que en el mundo el hambre llama a la puerta, y es imposible predecir las consecuencias, que son variadas y graves, más allá de los que fallezcan de inanición.
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