GREGORIO ORTEGA MOLINA
*Las casas de apuesta reciben las posturas, la disyuntiva es simple: ¿falocracia o democracia? No hay más para dónde hacerse
Debimos darnos cuenta de lo que tenemos enfrente y se avizora como un continuo futuro inmediato, desde el momento en que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, eligió, como señal de transmisión de su poder, del enorme poder presidencial, el bastón de mando, que no es símbolo inequívoco, sino síntoma de su comportamiento. Es un falócrata.
Sólo con esta interpretación puede comprenderse la manera de ser presidencial ante las mujeres, su negativa a dialogar con el feminismo, con las madres buscadoras. Su férreo rechazo a entregar a Dina Boluarte la presidencia de la Alianza del Pacífico, tan solo por ser mujer, por ninguna otra razón.
Estamos ante ese símbolo que no es el cayado de Moisés, Juan, Cristo u otros profetas, que se sirvieron de él para apoyarse, e incluso para demostrar el poder de Dios, como durante ese evento en el que el primero de los mencionados, lo tira al piso para que se transforme en enorme serpiente y devore las víboras soltadas por los magos de Faraón. El cayado, es cierto, fue útil para apoyarse y para guiar. Hoy los viejos pastores todavía se sirven de él.
El bastón de mando puesto en las manos de Claudia Sheinbaum no será para guiar, sino para imponer el recuerdo de la presencia de quien realmente está al mando. Sostenerlo en la o las manos, es para recordarle cuál es su deber de sumisión y obediencia. Dejamos atrás a los ídolos precolombinos y las imágenes traídas por el cristianismo, para que se esfuercen por imponer a las y los mexicanos, el más antiguo de los códigos e imagen del poder, la falocracia, el falo transformado en bastón de mando.
Desconozco si esta intención presidencial logrará convertirse en permanente realidad, o como logró zafarse el general Lázaro Cárdenas del Jefe Máximo, o José López Portillo de Luis Echeverría, y regrese la cordura y el tránsito a la democracia se aplane, para que, de lograr la victoria electoral sin duda, Claudia Sheinbaum clausure La Chingada y lo mande a paseo por el mundo, o quizá a refugiarse a Perú, con su amada Dina Boluarte.
Las casas de apuesta reciben las posturas, la disyuntiva es simple: ¿falocracia o democracia? No hay más para dónde hacerse,
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