LA COSTUMBRE DEL PODER/ El 26 de febrero la sociedad exigió reinventar la representación política y un proyecto de nación (V/V)

*“En el subterráneo de su alma, poco accesible a su propia mirada, late la incertidumbre de su posición y, reconociendo oscuramente la inconsistencia de su personalidad, que puede desvanecerse al menor soplo, se protege como los erizos, con un revestimiento de espinas. Nadie puede tocarlo sin herirse. Tiene una susceptibilidad extraordinaria a la crítica, y la mantiene a raya anticipándose a esgrimir la maledicencia contra el prójimo. Por la misma razón, la autocrítica queda paralizada”

GREGORIO ORTEGA MOLINA. He leído que México está sobre diagnosticado. Lo dudo, al llegar a lo que realmente se necesita transformar para dar solución de fondo a los problemas jurídicos y políticos que indigestan administrativa y éticamente el modelo de gobierno presidencialista, le dan la vuelta. Nadie quiere atreverse a acotar, e incluso disminuir, el poder de la institución presidencial.

Recuerdo la sorna con la que Carlos Salinas de Gortari declaró que al presidente de Estados Unidos le gustaría tener un Congreso similar al de México. Hoy Andrés Manuel López Obrador puede sostener lo mismo. Pero no es un asunto que ataña a los senadores y diputados resolver en su organización interna, sino que ese dócil Congreso de la Unión reforme y acote y disminuya el enorme y abusivo poder presidencial.

El presidencialismo parlamentario es una de las opciones, ya propuesta durante 2011. Hay otras, pero corresponde a la sociedad buscar y proponer otro modelo de representación política, porque de lo contrario el futuro a mediano plazo es la confrontación despiadada entre mexicanos, debido a que el gobierno actual se hace, cada día más, sectario.

Lo advierte Jorge Zepeda Patterson en su texto del último 2 de marzo para Milenio, donde señala que AMLO renuncia a las clases medias. ¿Para quién gobernará entonces, si no es para todos los mexicanos? Hay insidia en ese texto, idéntica a la que suelta el deslenguado presidente de México una mañanera tras otra. No respeta a quienes gobierna, pero exige respeto de sus gobernados. Ahí están las muestras de odio en las redes sociales, pregonan o piden o demandan la muerte de la presidenta de la SCJN. ¿Es moral, es ético? Lo que a ella suceda es responsabilidad del presidente de la República.

Apunta Zepeda Patterson: “El obradorismo ha extraviado a las clases medias por propio designio. No obstante, lo que uno pierde no necesariamente el otro lo gana. Podría incidir en las próximas elecciones, pero la oposición tendría que hacer su trabajo, no es claro que eso esté sucediendo. Y no solo se trata de un tema de nuevas y mejores caras, que no se ven. Tampoco hay programa para ofrecer. López Obrador propuso inversiones en el sureste abandonado, mejoras al poder adquisitivo, moderación en las cuentas públicas, cobro justo de impuestos, internet para todos y un largo etcétera”, ¿cuánto se ha logrado? ¿Dónde las promesas incumplidas?

Las concentraciones de ciudadanos del 26 de febrero tocan a la puerta de la transición. Es necesario reformar la institución presidencial.

Aguas con el nacionalismo

Mañana, 18 de marzo, un aniversario más de la expropiación cardenista, el presidente de la República del momento -debido a los recientes acontecimientos- se esforzará por aprovecharse de lo peor de los mexicanos, ese equívoco nacionalismo que enorgullece a unos y sonroja a otros.

Supongo, y a lo peor estoy en lo cierto, que así como los gobernantes propiciaron la mutilación del territorio nacional y las invasiones, incluida la punitiva, el resultado quedó reducido a una similar mutilación del alma, del carácter, del comportamiento, y de eso se sirven el titular del Ejecutivo y sus corifeos, para exacerbar lo peor en sus gobernados. Nacionalismo y soberanía en la más fea de sus expresiones.

Recordemos a Samuel Ramos: “Podemos representarnos al mexicano como un hombre que huye de sí mismo para refugiarse en un mundo ficticio. Pero así no liquida su drama psicológico. En el subterráneo de su alma, poco accesible a su propia mirada, late la incertidumbre de su posición y, reconociendo oscuramente la inconsistencia de su personalidad, que puede desvanecerse al menor soplo, se protege como los erizos, con un revestimiento de espinas. Nadie puede tocarlo sin herirse. Tiene una susceptibilidad extraordinaria a la crítica, y la mantiene a raya anticipándose a esgrimir la maledicencia contra el prójimo. Por la misma razón, la autocrítica queda paralizada”.
Ahí les dejo la identidad y comportamiento del bienamado líder.

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