LA COSTUMBRE DEL PODER/ Como joder a un país en siete años

GREGORIO ORTEGA MOLINA

*La única confidente de Andrés Manuel López Obrador en asuntos de relevancia para el futuro de su gobierno, para el destino de los mexicanos en los que sembró el anhelo de destruirse unos a otros, fue y es la doctora Sheinbaum Pardo. Sólo ella le garantizaba el cumplimiento de ese deseo íntimo, casi secreto, únicamente compartido con su sucesora: si no puedes edificar para trascender, destruye para que te recuerden.

Hay equivalencias entre literatura y política, por más disímbolas que nos parecen las propuestas. Debemos aceptar que destruir es una respuesta a armar. En esto medito cuando evoco mi lectura de 62 Modelo para armar, donde Julio Cortázar, en 1968, es la antítesis de no robar, no mentir, no traicionar. La afirmación se transforma en el mazo para demoler.

En lo que puede considerarse prefacio o justificación a su capricho, Cortázar advierte: «El subtítulo <<Modelo para armar>> podría llevar a creer que las diferentes partes del relato, separadas por blancos, se proponen como piezas permutables. (¿Qué son, si no, los otros datos?) Si algunas lo son, el armado a que se alude es de otra naturaleza, sensible ya en el nivel de la escritura donde la recurrencia y desplazamientos buscan liberar de toda fijeza causal, pero sobre todo en el nivel del sentido donde la apertura a una combinatoria es más insistente e imperiosa…”.

¿Qué otra interpretación puede dársele al saludo a María del Carmen Loera Pérez? Acudió a las lumbreras de Badiraguato porque quiso demostrar ser el hombre del gran poder, o por consejo de Alfonso Romo, en ese entonces jefe de la oficina de presidencia. El espacio en blanco ha sido llenado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. En los asuntos de la institución que preside al Ejecutivo nada es casual. Los espacios en blanco no existen.

La escritura de Cortázar apuntala: «… Pero ahora escúchame, aunque estés durmiendo sola en tu departamento de la rue de la Clef: el también silencio es traición. Hasta el final pensaré que puedo haberme equivocado, que las evidencias que te manchan contra mí, que me vomitan cada mañana (¿mañanera?) en una vida que ya no quiero, nacen quizás de que no supe encontrar el verdadero orden y de que tú misma no entendiste nunca lo que estaba pensando…».

La única confidente de Andrés Manuel López Obrador en asuntos de relevancia para el futuro de su gobierno, para el destino de los mexicanos en los que sembró el anhelo de destruirse unos a otros, fue y es la doctora Sheinbaum Pardo. Sólo ella le garantizaba el cumplimiento de ese deseo íntimo, casi secreto, únicamente compartido con su sucesora: si no puedes edificar para trascender, destruye para que te recuerden cuando reconstruyas la propuesta de la república bolivariana, el sueño de Fidel.

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