*“No se puede hacer política económica efectiva sin la habilidad de traducir ideas teóricas a la práctica, lo que implica considerar dimensiones como el ambiente político, las necesidades sociales, la complejidad del mundo real y las limitaciones prácticas; … la ciencia económica no puede avanzar sin aprender de las políticas públicas adoptadas”
GREGORIO ORTEGA MOLINA. La mayoría de los mexicanos no tenemos idea de cómo ha de administrarse una nación de 120 millones de habitantes, con acuerdos bilaterales y multilaterales, con inversión extranjera y con una enorme deuda externa. Tampoco saben cómo hacerlo quienes dicen gobernar, para hacerlo bien hay expertos en asuntos hacendarios, que crecen y se desarrollan precisamente en la secretaría de Hacienda.
Por algo salieron corriendo y abandonaron el cargo de administrar México Carlos Urzúa y Arturo Herrera. Este, como Agustín Carstens, descuella en el ámbito de las finanzas internacionales y los proyectos de desarrollo. Rogelio Ramírez de la O es copia fiel de Alfonso Romo, comparten los mismos intereses: sus propios ingresos, sus personales fortunas.
¿Dónde están los que se desarrollaron en Hacienda durante el “milagro mexicano”? El quehacer económico para promover el desarrollo de México y favorecer las condiciones de una vida digna, se perdió al momento de decidirse que las finanzas se manejan desde Los Pinos, y hoy desde Palacio Nacional, donde nuestro presidente discurre sobre cómo ha de propiciar el cambio moral y asentar, de una buena vez y para siempre, el desarrollo compartido. ¿Es posible?
Supongo que sí, si se procede con humildad y en silencio. Algo vieron en Agustín Carstens -mexicano, para más señas, ex director del Banco de México- en el gobierno español. Supieron de su trayectoria y decidieron estimularlo con el Premio de Economía Rey de España, que fue puesto en sus manos el último seis de marzo.
¿Qué determinó que le entregaran a él el galardón? En palabras de Agustín Carstens: “Tal como se deriva del anuncio emitido por la Fundación sobre la concesión de este galardón, el jurado se pronunció a mi favor por mi desempeño como funcionario público involucrado en el quehacer de política económica. De hecho, yo me considero un practicante de la economía. Esto no significa un rechazo a la teoría económica, sino todo lo contrario. No se puede hacer política económica efectiva sin la habilidad de traducir ideas teóricas a la práctica, lo que implica considerar dimensiones como el ambiente político, las necesidades sociales, la complejidad del mundo real y las limitaciones prácticas. A la vez, la ciencia económica no puede avanzar sin aprender de las políticas públicas adoptadas. Con frecuencia se presentan circunstancias en las que la práctica avanza más rápido que la teoría. Al final del día, se debe crear un círculo virtuoso entre teoría y práctica”.
Quienes hoy toman las decisiones políticas y de desarrollo, ¿entienden lo que dice Carstens? Lo dudo.
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