San José de Gracia: ¿fusilaron o ejecutaron?
*Lo que sucede como actos de gobierno, expresa la absoluta decadencia por la que se desliza el modelo presidencialista, pero parece no importarles
GREGORIO ORTEGA MOLINA. Espían al Fiscal General, Alejandro Gertz Manero, y hay mayor preocupación por ese hecho que por lo divulgado en la conversación. ¿Dónde el auténtico, verdadero valor de la procuración de justicia y la defensa de los derechos constitucionales? ¿Dónde el mandato del funcionario público?
Lo mismo ocurre con lo sucedido en San José de Gracia, Michoacán. Parece importarles muy poco conocer lo que allí ocurrió; para ello recurren a la semántica, tratan que nadie haga las básicas preguntas pertinentes, por el momento sin respuesta.
¿Quién o quiénes cometen un ilícito cruento de esa dimensión, se da tiempo de limpiar la escena de los hechos (desaparecer cadáveres, limpiar sangre fregando pisos en verdadera fajina, y dejar, como olvidados, casquillos para que se sepa, sin certeza, que ahí hubo fusilamiento o ejecución) y después hacer mutis, para que la incertidumbre sea mayor? ¿Quién gobierna en esa parte de la república?
Desde la más alta tribuna del gobierno federal, de inmediato se empeñaron en desechar el término fusilar y se esfuerzan porque se hable de ejecución. Saben a la perfección lo que intentan. Las fuerzas del orden, cualquiera sea su arma o corporación, fusilan; por el contrario, son los delincuentes los que ejecutan.
¿Qué ocurrió realmente en San José de Gracia? ¿Por qué los pocos policías presentes se mantuvieron al margen? ¿A los muertos, los alinearon, o no, frente a una pared? ¿Por qué resulta tan importante limpiar la escena, y nada más dejar una pista incierta con los casquillos percutidos? ¿Permanecerá, como con lo sucedido en Allende, Coahuila, todo en la incertidumbre, sin que aparezcan los culpables?
Los gobernados quizá nunca sepamos lo sucedido, únicamente unos cuantos integrantes destacados del gobierno federal son dueños de esa verdad parcial que nunca divulgarán, porque a lo peor ya se confunden los operativos legales para luchar contra el crimen organizado, con los realizados por los barones del narco.
Por lo pronto, quienes hoy gobiernan consideran que es más fácil administrar la incertidumbre, y también más redituable, que permitir que el México bueno y sabio, las mascotas presidenciales, estén enteradas de lo que realmente se hace a sus espaldas, pero con su apoyo.
Lo que sucede como actos de gobierno, expresa la absoluta decadencia por la que se desliza el modelo presidencialista, pero parece no importarles.
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