LA CAJA DE PANDORA/ El quid de Silvia Pinal

Elvira Gomezturja

Ciudad de México, 15 de mayo (entresemana.mx). La vida no siempre es justa.

En el último acto de la existencia de nuestros padres, es obligación de los hijos velar por su bienestar y seguridad a pesar de ellos mismos.

Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos, y entre cada etapa hay tantas situaciones por gozar, por solucionar, por olvidar; cosas que se postergan, otras que se abandonan, unas más que se cancelan.

Sin embargo, en el último período de nuestro destino, la autonomía, la claridad de pensamiento, la toma de decisiones; todo, se torna diferente y complicado, en el día a día de un anciano.

Lo anterior viene a colación porque se ha desatado tremenda polémica alrededor de Silvia Pinal, si debe actuar o no, si es una obra acorde con su estatus de estrella, pero lo más importante no es la opinión de quienes la conocemos o de su fanaticada; lo único importante es su salud, seguridad y bienestar.

Sylvia Pasquel, Alejandra Guzmán, y Luis Enrique Guzmán, hijos de La Pinal, acordaron respetar la decisión de su madre de regresar al teatro y actuar en la obra Caperucita, ¡qué onda con tu abuelita!… porque las capacidades de su mamá son diferentes a las que nos tiene acostumbrados. Hacerlo, explicó La Pasquel, le brinda alegría, ánimo de continuar viva y porque no hay más propuestas de trabajo para su mamá. Conforme a los deseos de doña Silvia, se presentaría una vez más, quizá por última vez, en los escenarios teatrales que tanto ha amado.

La salud de la querida actriz es frágil, tiene 91 años confesos. Qué bueno que quiera actuar, que eso la revitalice, pero el quid del asunto es que Silvia no es más aquella mujer vital, llena de energía, está en un momento donde todo en ella es vulnerable.

Tuvo covid, se recuperó, la operaron de la cadera y desde entonces no camina, su movilidad es con silla de ruedas. Su salud se deteriora como les sucede a millones de ancianos  en el orbe.

El 11 de mayo no pudo dar la función para prensa e invitados. Según platicó su asistente Efigenia Ramos, desde la mañana la productora y empresaria, tuvo fiebre y una infección en vías urinarias. Aún así, la nonagenaria dama “decidió” asistir pese a su condición física.

El punto es, la señora Pinal, ¿tiene la claridad mental para decidir qué conviene más a su salud?… Ya en el teatro, previo al estreno, sufrió un aumento en la presión arterial 180/100 que le impidió salir a escena. Hay quien dijo que le bajó, no que le subió. Se habló de un problema en vías urinarias, pero también de un problema estomacal. Información contradictoria.

No entiendo cómo si desde la mañana de ese día tuvo fiebre y una infección aceptaron llevarla al teatro, que se empecinó en acudir la señora, bueno, amorosamente se le explica a doña Silvia que está enferma y debe permanecer en su casa para ser tratada por un médico y recuperarse. Pero claro, si la cuidan el chofer y su asistente, son incapaces de oponerse a las  órdenes de la patrona. Así que la llevaron a dar función. Qué triste porque en la mente de Silvia todavía persiste la idea de que está bien y puede hacerlo.

Doña Silvia tiene dos suplentes en la obra: Norma Lazareno y Aída Pierce, podían perfectamente prescindir de ella. Normita declaró que antes de comprometerse con la obra, doña Silvia estaba deprimida, no tenía motivos para vivir y no quería hablar.

El momento abrumador ocurrió al sacarla del teatro donde se le vio mal, pálida, decaída. La hubieran sacado en medio de la obra para evadir a los medios. Las críticas para sus hijos: Sylvia Pasquel, Alejandra Guzmán y Luis Enrique Guzmán se dejaron venir en avalancha.

Para los hijos con padres ancianos, sean famosos o no, es doloroso y terrible tomar decisiones por ellos, ver el declive de su salud, sin embargo se deben tomar decisiones en beneficio de los adultos mayores. Llega un momento en la vida de los ancianos en que actúan como niños, y un infante no es capaz de tomar decisiones sensatas; por eso los hijos deben tomar el control de sus ancianos progenitores. Eso está sucediendo con la Sra. Pinal, no hay ningún familiar a su lado. ¿Con cuántos ancianos sucede eso?…

En una entrevista para Javier Poza, la primogénita de doña Silvia, La Pasquel, se mostró enojada diciendo que los medios la tienen harta, que hablan mal de todos los miembros de su familia, que solo critican y no ayudan y que solo los bullean. Que si su mamá quiere trabajar lo hará porque además lo hace en su teatro. No, pues sí.

Se quejó de los supuestos amigos de la actriz, mencionó a Pepillo Origel, de quien expresó, se llena la boca diciendo que es amigo íntimo de su mamá y hacía más de tres meses que no la llama por teléfono, menos la visita y no la invita a comer. Entonces, ¿cuál amistad?…

Así sucede con la gente, para la fiesta todos están y ante las adversidades hacen graciosa huida.

Lo cierto es que las imágenes en las que se muestra a la señora Pinal son demoledoras.

Ignoro si un geriatra autorizó esta actividad de la actriz, insisto, este es el tema importante. Pasquel alegó que no la arrumbarán en un reposet para que muera viendo la televisión, que el teatro le da vida, alegría y ánimos a su mamá. No se trata de arrumbarla, si no, de no exponerla a un accidente.

Sylvia externó que tiene tiempo buscando a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes para organizar un magno homenaje a doña Silvia y que no le toman la llamada.

La Pasquel asegura que a los medios ningún chile nos embona. No se trata de eso querida Sylvia, a los hijos, nos duele, agobia y destroza ver a nuestros padres en decadencia, nos negamos a aceptarlo. No obstante es responsabilidad de los hijos cuidar de ellos en su último período de vida, eso no lo han entendido ni Sylvia, ni Luis Enrique, ni Alejandra; no se trata de cumplir la voluntad caprichosa de un anciano llámese como se llame, sea propietario o no de un teatro y someterlo a un circo público. Comprendo que para Sylvia, Alejandra y Luis Enrique permanecer al lado de su madre es imposible por sus compromisos profesionales y personales. Aunque de quererlo, son tres, podrían turnarse.

Se especuló que doña Silvia necesita dinero y por eso aceptó. No lo creo. Si fuese así sería suficiente con vender el cuadro que le pintó Diego Rivera.

Por otro lado parece que el mensaje de la obra no es muy positivo, presenta una abuelita que le entra a la copa y se emborracha con sus amiguitos: el lobo y sus secuaces. Ese no es un mensaje positivo para los niños.

Es tan ominioso lo que ha salido de esta situación que el cómico que interpreta al lobo escupió que los periodistas que hablan son periodistas de lavadero, porque mientras ellos estudiaban tirados en el piso, su madre lavaba ropa ajena. ¿De verdad Carlos Ignacio? Tú, ¿naciste en cuna de oro? ¿Qué te hace hablar así tan venenosamente?… Porque tus días de gloria hace mucho que quedaron atrás. Hablar así, no de los medios, de cualquier persona, te deja muy mal parado.

Y qué tal el productor revelando a una periodista las intimidades de la familia Pinal. Ni a cuál irle…

Allá cada quien con su conciencia y que Dios guarde a Silvia Pinal en este último tercer acto de su más exitosa puesta en escena, la de su propia vida, antes de que caiga el telón.

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