Foto: RadioFormula.mx
Elvira Gómezturja
Ciudad de México, 19 de marzo (entresemana.mx). Don Ignacio López Tarso (1925-2023) fue un garbanzo de a libra, un actor excepcional. No tenía los ojazos de Pedro Armendáriz, ni la simpatía desbordante de Pedro Infante o el vozarrón de Jorge Negrete, sin embargo, tuvo el talento para construir una carrera sólida porque a veces era un tanto inexpresivo, salvo sus pizpiretos ojos y su peculiar voz. Así después de sus bien vividos 98 años, inició su leyenda con su muerte el pasado 11 de marzo.
Saltó de siglo, se adaptó a las nuevas tecnologías y su abrumador entusiasmo por vivir nos lleva más, a admirar al hombre que al actor, aunque esta actividad le dio una existencia maravillosa.
En su infancia vivió en diferentes lugares de la República Mexicana: Veracruz, Hermosillo, Navojoa, Guadalajara que fue donde acudió por primera vez a un espectáculo de carpa y se enamoró de los escenarios.
Su mamá doña Ignacia López Herrera deseaba que fuera sacerdote, como había pocos recursos económicos lo envío al seminario para que estudiara. Ignacio comprendió que podría estudiar en el Seminario Menor de Temascalcingo. El actor confesó en numerosas ocasiones que no tenía vocación de sacerdote y un día Sergio Méndez Arceo, séptimo obispo de Cuernavaca, lo encaró y le dijo: “¡Usted, no tiene vocación!” López López, que eran sus apellidos lo aceptó y cambió el rumbo de su vida.
Un año don Nacho estuvo confinado al servicio militar donde obtuvo el grado de sargento primero. Recibió el ofrecimiento de ingresar al Colegio Militar, pero López respondió que esa, tampoco, era su vocación.
Trabajó como vendedor de un fabricante de mezclilla. Apurado por los asuntos de dinero, decidió irse de brasero a los Estados Unidos en la cosecha de uva y naranja en California. Se inscribió en el convenio México-Estados Unidos, que consistía en contratar trabajadores aquí en territorio nacional y llevarlos a Estados Unidos a laborar. Se encontraba en el Condado Merced en un naranjal, se trepó a un árbol y cayó sobre unas cajas lastimándose la espalda.
Su regreso a la casa paterna fue obligado. Lo operaron de la columna y tras una larga recuperación recobró la salud. A los 24 años entró, gracias al poeta Xavier Villaurrutia, a estudiar en la Academia de Arte Dramático de Bellas Artes. Lo demás es historia.
En 1959, filmó Macario, producción que lo consolidó como primer actor. Fue la primera película mexicana nominada al Oscar en 1960, como Mejor película extranjera. Dirigida por Roberto Gavaldón, argumento de B. Traven (basado en un cuento de los Hermanos Grimm), guión de Emilio Carballido y el mismo Gavaldón.
En cine López Tarso compartió créditos con las actrices más bellas y famosas de la época: María Félix, Dolores del Río, Elsa Aguirre, Lucha Villa. Con María Félix filmó Sonatas (1959), La Cucaracha (1958), La Estrella Vacía (1958), Juana Gallo (1961), La Bandida (1962), La Generala (1970). Don Nacho contaba que él era respetuoso con La Doña y para filmar escenas de amor le daba trato de ‘Señora’. La Félix se enojaba y le exigía: “¡Dime María!”. Seguramente el actor se sentía intimidado con la presencia de María Bonita. Pero ella le dio una gran confianza y le decía: “Bésame sabroso, agárrame fuerte, ¡apriétame! Compórtate como hombre, cabrón’. Yo estaba muy tímido, la agarré, le abrí la boca y le metí la lengua”. Ups, ¡fuera timidez!
Así se expresaba de Dolores del Río con quien hizo cine y teatro. Juntos actuaron Mi querido embustero en la década de los 60s. Él daba vida al dramaturgo George Bernard Shaw y Dolores a la actriz inglesa Elizabeth Campbell. La obra cuenta el intercambio de correspondencia entre ellos. Abiertamente decía se enamoró de Lolita: “Es la mujer más elegante, bella, culta, muy fina, delicadísima, con calidad humana, que conocí. A Dolores la invité a hacer teatro. Hicimos una obra de dos personajes, y la tuve meses junto a mí, solitos. Maravillosa Dolores. En la obra había un momento en que Dolores salía de escena de mi lado derecho y su asistente subida en una silla le sacaba por la cabeza un vestido muy delgadito, de una sola pieza y la dejaba totalmente desnuda. Yo tenía que hablar de frente al público, aun así arriesgaba un ojo, una mirada para verla, porque era una belleza impresionante”.
Con Elsa Aguirre filmó Vainilla, bronce y morir (1957). Declaraba que se impresionó con su belleza. En la trama, él era un escultor que la enamora, teniendo como escenario la Academia de San Carlos. Disfrutó mucho la filmación y recordó: “Besuqueé a Elsa por todas partes”.
López Tarso actuó en radio, cine, televisión, teatro, hizo palenques con su espectáculo de corridos, realizó doblaje, hizo streaming.
Era amante del tequila y del tabaco hasta que su médico se los prohibió, lo mismo que el café, para vivir más años y con mejor calidad.
Se casó con Clara Arango, permanecieron juntos 50 años. Tuvieron tres hijos: Juan Ignacio, Susana y Gabriela.
Incursionó en la política. Fue diputado federal, líder de la ANDA, ANDI y del Sindicato de trabajadores de la Producción Cinematográfica. Fue invitado a formar parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, misma que entrega el codiciado Oscar.
De don Ignacio, la moraleja de su larga existencia, es vivir con intensidad, con respeto, sin olvidar por un segundo que nuestro tiempo es finito y los segundos corren a cada instante.
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