MARÍA MANUELA DE LA ROSA AGUILAR. Un año más termina y a más de diez meses de guerra en Ucrania hemos podido observar como los valores militares, de liderazgo y los ideales tantas veces ponderados de las revoluciones, que enarbolan valores ancestrales, han sido soslayados ante la descarnada lucha para apoderarse a ultranza de territorios ajenos.
Los altos valores militares que estimulan el ánimo para acometer con gran resolución y convicción grandes peligros en aras de un bien superior, quedan en el vacío, porque el bien que persiguen no es el engrandecimiento de una nación, sino su ruina moral al invadir un territorio soberano. Vladimir Putin se ha equivocado doblemente: una, por atreverse a invadir un país sin otra motivación que la ambición; otra, porque el gran trabajo propagandístico que ha realizado durante dos lustros se vino abajo al mostrar el verdadero rostro de un dictador impasible, autoritario, deshumanizado y cruel, que sin ningún reparo mandó al frente a reclutas, atacó instalaciones civiles, escuelas y hospitales, y es el responsable de las torturas y asesinatos de civiles ucranianos. Sus ciudadanos ahora huyen para no ir al frente. Su ejército profesional de 900,000 efectivos no ha sido suficiente para invadir Ucrania. Envió 145,000 efectivos, el grueso integrado por reclutas, fuera de toda norma castrense; no conforme convocó a su segunda reserva. Pero, ¿dónde están sus otros 750,000 militares profesionales que debieron estar al frente? ¿Dónde la primera reserva de personal preparado para el combate y militares retirados? ¿Su ejército profesional en la retaguardia o reserva? El adjetivo deriva de cobardía, abuso, transgresión.
Valores, ¿dónde quedaron?
Y más aún, las virtudes, que toda fuerza armada enarbola, lo mismo que los grandes líderes, los verdaderos conquistadores, esa disposición que hace obrar de acuerdo a ideales que engloban el bien, la verdad y la justicia, condición necesaria para el sustento de una gran hazaña o proyecto nacional es un estricto código de conducta sustentado en conceptos tales como el espíritu de sacrificio el honor, el valor, la lealtad, un alto sentido del cumplimiento del deber y un amor a la patria que exige la entrega absoluta.
Por siglos las virtudes han sido la característica de todos los ejércitos, los grandes conquistadores se distinguieron por ellos, pero cuando los olvidaron, el desprestigio llegó y en consecuencia la derrota. La historia nos puede dar fe de ello: Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte, Hitler, con sus mentiras, que al quedar en evidencia marcaron su caída. Lo mismo hemos visto con Fidel Castro y otros tantos líderes que llevaron a sus pueblos a luchar por supuestos ideales que resultaron quimeras, propias de la manipulación de masas. Venezuela es claro ejemplo de ello. Lo vemos en Rusia, con sus ídolos caídos de papel, Stalin, Lenin, ahora Putin, líder admirado y venerado, cada día muestra un poco más de su verdadero rostro. Y, sin embargo, tiene al mundo en vilo.
Somos producto de nuestro pasado, las virtudes militares han sido tomadas de las antiguas órdenes de caballería; sus integrantes se regían por una serie de principios para poder ser ordenados y las virtudes que debían distinguirlos siguen teniendo vigencia hoy día: la justicia como principio fundamental en un Estado de Derecho, pues lo justo no debe privilegiar el beneficio personal, sino el servicio a su pueblo, proteger a su rey y defender su fe; el valor, que es la voluntad de hacer siempre lo correcto, aunque ello implique hazañas más allá de su condición humana; la lealtad, que es la fidelidad que engrandece el alma, el honor, respeto y compromiso de estar siempre del lado de su unidad de manera incondicional; la fe, que se concebía como la firmeza y la convicción absoluta del catolicismo, lo que les daba la fuerza para mantener la esperanza en momentos cruciales y de máximo peligro, con la confianza de obtener la gloria en cualquier caso; la templanza, para poder comer y beber con moderación y no servirse de la riqueza para banalidades, ya que los vicios ponen en peligro su unidad porque implican el desorden, contrario a lo militar; la generosidad, que ayuda a todo caballero a practicar la misericordia y la justicia con verticalidad, haciendo asimismo más fácil la clemencia en momentos de discernimiento; la nobleza, principio básico de la cortesía, la bondad de corazón, la pureza de alma que engrandece no sólo el espíritu, sino que marca el paradigma del bien obrar, y unida a la caballerosidad y a la dignidad, a la bondad y al apego a la verdad; la honra, el cuidado de su estima ante los demás, su prestigio y fama, adquiridos a través de la virtud y el mérito, por lo que todo caballero debía ser reconocido por sus actos heroicos y por su humildad.
Y hay otras virtudes o cualidades que los caballeros debían cultivar como la bondad, la caridad, la pureza, la compasión, la cortesía, la determinación, la diligencia, la resistencia, el perdón, el buen decir, la honradez, la diligencia, la humildad, la amabilidad, la paciencia, la perseverancia, la piedad, la fuerza de voluntad, la valentía y la sabiduría. Algunas de los cuales han sido olvidadas en diversas fuerzas armadas del mundo, dado que la espiritualidad ha dejado de ser uno de los fundamentos del hombre actual.
El Ejército Mexicano considera en sus leyes y reglamentos internos valores y virtudes tales como la disciplina, el valor, el honor, la lealtad, la honradez, el patriotismo, la abnegación y el espíritu de cuerpo. Fundamentos que han sido por casi un siglo la base que ha dado solidez a una institución que pese a las adversidades ha logrado posicionarse como una de las más respetadas del país. Sin embargo, han ido perdiendo poco a poco valor, no obstante que hace más de dos décadas un general trabajó arduamente en inculcar y promover los valores militares, tan necesarios para la cohesión y fortalecimiento de toda fuerza armada, aunque formalmente fue apoyado en su proyecto, sufrió el rechazo en su propio medio por considerársele intrusivo dentro de las múltiples actividades castrenses, porque se vio como una carga más en las actividades del personal. Y aunque esto no carece de sustento, una parte medular de la formación del soldado se ha perdido.
Caso extremo lo vemos con el ejército nazi, en donde los antivalores fueron los que impulsaron tan imborrables atrocidades, pero esas mismas acciones deleznables e inhumanas fueron las que marcaron su fin.
Ahora en la guerra en Ucrania podemos ver a un ejército corroído por la corrupción, contrario a todos los valores que debían fomentar, cometiendo atropellos, presas de los vicios y los excesos que da el poder. Pero también vemos como los caballeros del siglo XXI, igual que los cruzados medievales, han salido de diversas partes del planeta en defensa de Ucrania, incorporándose para luchar, enarbolando esas virtudes olvidadas que deberían regir a la humanidad entera.
No es gratuito por eso que la Compañía de Jesús, orden a la que pertenece el Santo Papa, fundada por Iñigo López de Loyola, conocido como Ignacio de Loyola, se inspiró en la estructura militar para fundar su Orden, con una disciplina férrea, puesto que Ignacio de Loyola fue soldado combatiente. Y aunque no puede considerarse un paralelismo entre esta congregación y los ejércitos, muchos de sus preceptos fueron inspirados en éstos, puesto que son valores universales que llevados a la norma no sólo logran consolidar una organización, sino que fortalecen la institucionalidad, en la búsqueda de un bien mayor. Las fuerzas armadas de una nación, los religiosos de la fortaleza espiritual y la fe del hombre.