YANETH ANGÉLICA TAMAYO ÁVALOS (SemMéxico, Querétaro). Las mujeres son y han sido la base sobre la cual la sociedad ha logrado desenvolverse; los humanos constantemente hemos dependido de las mujeres, desde el seno materno hasta la culminación de nuestras vidas.
En especial las mexicanas y mexicanos, quienes hemos crecido en un país donde nuestras madres ejercen un doble rol; el primero, como procuradoras y administradoras del hogar; y el segundo, como las encargadas de resolver los problemas de las hijas e hijos y de toda la familia.
Socialmente, estas mujeres han consentido ese papel, algunas si no es que la mayoría, incluso han aceptado la sumisión, el olvido y la violencia de las personas a las que les dedican o dedicaron su vida.
En consecuencia, la calidad de vida de estas mujeres con el paso del tiempo ha mermado, ser mujer y adulta mayor, en un país donde el 82.2 % de las y los adultos mayores vive en situación de pobreza y el 53.9 % son mujeres, resulta doblemente difícil, ya que una gran cantidad de ellas sobreviven en condiciones poco favorables.
La falta de medios de subsistencia y servicios sociales para su bienestar individual se encuentra vinculado a dos factores.
El primero, que tiene que ver con la asignación de la mujer al espacio privado, donde la función de procreación, la educación y el cuidado de las hijas e hijos, el cuidado de otros familiares y las labores domésticas, les ha imposibilitado sumarse a una fuerza laboral que les otorgue prestaciones sociales y que les garantice los mínimos vitales de subsistencia.
Y el segundo, radica en la ingratitud y desvalorización que las y los hijos, parejas u otros familiares hacen al minimizar y no remunerar el trabajo que las mujeres realizan en el hogar, disfrazándolo de un supuesto matriarcado al cual están implícitamente obligadas por el simple hecho de ser madres, como si llevar la organización del hogar fuera el logro más grande al cual aspira una mujer.
Las madres que se resignaron al papel tradicional de mujer abnegada, son las que hoy sufren la incertidumbre de no tener los medios mínimos de subsistencia, ni condiciones de salud idóneas que aminoren sus padecimientos o limitaciones funcionales (físicas, psíquicas o sociales) propias de su avanzada edad.
Además, entre los principales problemas a los que se enfrentan estas mujeres, se encuentra la constante discriminación y violencia ejercida por sus propios familiares.
Puesto que, un alto porcentaje es víctima de maltrato físico, sexual, psicológico y emocional; así como de violencia por razones económicas o materiales. El abandono, la negligencia, el menoscabo a su dignidad y la falta de respeto son una constante en su día a día.
En definitiva, la violencia y la discriminación por género, son las causas principales por las cuales existe una gran cantidad de mujeres de edad avanzada en situación de pobreza y riesgo; el no haberles brindado oportunidades para su desarrollo personal y hacerles creer que el ideal de la mujer se encontraba al interior del hogar y a la disposición de su familia, es la injusticia más grande perpetrada en contra de ellas.
Lo que resulta contrastante con el respeto y amor que se dice tener hacia las madres, cuando en realidad solo se les tiene a disposición de la familia, con tal opinión no quiero decir que el amor y dedicación que dan sus familias sea malo, considero injusto no darles una remuneración por el extenuante trabajo que realizan las 24 horas del día durante los 365 días del año.
Pero es más injusto, no garantizarles calidad de vida durante su vejez por el tiempo de servicio, que no se les remuneró y se les imposibilitó trabajar, bajo el argumento de que ellas eligieron ese destino.
Por ello, resulta increíble que en México elogiemos a la figura materna, mientras que en cada esquina existe una mujer de edad avanzada realizando trabajos pesados para su edad y condición física; o se encuentren pidiendo ayuda económica en las calles para poder comer o solventar su salud, ya que ha sido abandonadas por aquellos que debieron mostrarle gratitud.
Debemos tener en claro, que las condiciones de pobreza de las personas mayores y el maltrato ejercido en contra de ellas, es un problema importante de salud pública, que va creciendo a paso acelerado y que mientras no se visibilice la violencia, se eliminen estereotipos de género y se sensibilice a la gente, respecto del trato que dan a sus familiares de edad avanzada, seguirán expuestas a la desigualdad social y a condiciones de vida deplorables.
No basta con recordar que tenemos madre, tengamos gratitud y hagamos lo posible para garantizarles lo que les corresponde, no pueden seguir muriendo de enfermedad, cansancio y hambre cuando ya realizaron jornadas de trabajo dentro del hogar para toda la familia.