YANETH ANGÉLICA TAMAYO ÁVALOS (SemMéxico, Querétaro). Las relaciones de poder desiguales y la discriminación por razón de género propicia situaciones de violencia complejas para las mujeres, los evidentes rasgos de diferenciación al estar basados en prejuicios sociales, menoscaban su dignidad como personas y las excluye de la esfera pública, obstaculizando su desarrollo, intereses y capacidades.
En especial, cuando se encuentran en ámbitos que tradicionalmente han sido imaginados para hombres, de ahí que exista dificultad para las mujeres al momento que deciden participar en estos entornos, ya que no hay una posición igualitaria que les permita ser parte de las negociaciones y procesos que involucran un estado de bienestar colectivo.
Por el contrario, sus liderazgos son minimizados, limitados e incluso ignorados, generando con ello que las decisiones tomadas durante esos procesos afecten de forma colectiva a mujeres y niñas.
Sin embargo, a pesar de que dichos prejuicios reflejan un impacto negativo y diferenciado entre ellas y los individuos con los que comparten el espacio público, las mujeres han sido capaces de desempeñar un papel clave en la resolución de conflictos y en las negociaciones políticas a favor de otras mujeres.
Es por esto que, resulta necesario que más mujeres participen activamente en la toma de decisiones, a través de medios institucionales y educativos, prestando especial atención al marco político que las convierta en participantes relevantes dentro de la sociedad.
¿Qué necesitan las mujeres para negociar ante un conflicto?
La igualdad de género no solo es un derecho humano fundamental, sino que, es uno de los fundamentos esenciales para construir un mundo pacífico, próspero y sostenible.
Las mujeres desempeñan un papel desproporcionado en la respuesta del combate a la discriminación y erradicación de la violencia contra las mujeres y niñas por razón de género.
De ahí que, las mujeres deban participar y ser incluidas en los planes de respuesta gubernamental, político y social, con la finalidad de mejorar resultados de desarrollo, compensar desigualdades y contribuir a la construcción de un mundo más justo y resilente.
Si bien, las reformas políticas han contribuido a garantizar la participación equilibrada, a través de acciones afirmativas a favor del desarrollo humano de las mujeres, lo cierto es, que aún se requiere la implementación de mecanismos que fortalezcan su liderazgo y eliminen las barreras implícitas que les impiden o restringen su pleno acceso y permanencia en los más altos niveles ejecutivos, de responsabilidad pública y representación política.
Ya que la inclusión de las mujeres no solo obedece a lo jurídico o legislativo, sino a su derecho de participar en los procesos que se sostienen desde la visión de género, de la igualdad y las agendas locales, por lo que la participación de las mujeres constituye un requisito para la construcción de una sociedad democrática.
Para ello, es necesario que las mujeres inicien un proceso de empoderamiento que les faculte tener una masa crítica y una visión más amplia sobre los temas que discuten e impulsan, de tal forma que observen los conflictos como un área de oportunidad y puedan generar negociaciones fructíferas y evitar la discusión de ciertos desacuerdos.
Para lograrlo, es necesario que las mujeres participen en igualdad de condiciones, tanto económicas como políticas, ya que la falta de financiación y la pobreza reducen la capacidad de las mujeres en la mesa de negociación.
Además, deben reconocer las múltiples expresiones hegemónicas del poder y vislumbrar las formas alternativas que pueden resultar de su ejercicio al tratar de plantear sus intereses frente a otros.
Se debe tener en cuenta que el poder es un recurso limitado que se gana y se pierde. Y que al circular en los espacios públicos donde se toman decisiones, este puede ser inestable.
El ejercicio de poder es un elemento presente en todas las relaciones sociales, algo que no se posee, sino que ese ejerce y va siempre acompañado de formas de resistencia.
De ahí, la importancia de subrayar la necesidad de implementar herramientas encaminadas a empoderar, desarrollar y fortalecer el liderazgo de las mujeres, para que, desde una visión asertiva, puedan proyectar y comunicar de forma clara, concisa y efectiva sus intereses.
El poder se debe considerar como un recurso que las mujeres pueden utilizar para transformar su situación y avanzar frente a otros actores sociales para garantizar sus derechos y mejorar sus condiciones de vida.