YANETH ANGÉLICA TAMAYO ÁVALOS
(SemMéxico, Querétaro, Querétaro). Haciendo un análisis de los hechos acontecidos durante y posterior al 8 de marzo “Día Internacional de la Mujer”, me resultaron absurdos algunos momentos que marcaron esta conmemoración, los cuales fueron producto de la violencia institucional, ignorancia y arrogancia ejercida por los representantes del gobierno.
En especial, me llamó la atención la acción simbólica que el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó con Rosa Icela Rodríguez, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, en donde este colocó su mano izquierda sobre la cabeza de la funcionaria, mientras esta sonríe, inclina la cabeza, cierra los ojos y tiene las manos en la espalda. Cuál mascota acariciada por su amo.
Imagen que a mi parecer proyecta la visión de un mandatario que ve en las mujeres, el servilismo y la sumisión, en donde su supuesto paternalismo disfrazado de benevolencia, no es más que la evidencia sutil y falsa de su compromiso por eliminar los estereotipos de género, la desigualdad y la violencia contra las mujeres.
Y esto se convalida con la incongruencia de las dos posturas que emitió en conmemoración del 8 marzo, en un primer momento, durante su conferencia mañanera se mostró como un aliado al mencionar que la cuarta transformación era feminista, además de estar a favor de la igualdad de las mujeres en todos los planos.
“Estamos a favor de la igualdad de las mujeres en todos los planos y estamos luchando para que se haga realidad esta igualdad, también en todos los terrenos y sobre todo la igualdad económica, la igualdad social” (AMLO).
En un segundo momento, calificó de extremistas a algunas mujeres que asisten a las marchas, afirmando que los movimientos de “este tipo feminista” son como la extrema derecha.
Curándose en salud, afirmó que las manifestaciones eran bienvenidas, siempre y cuando fueran pacíficas, con mujeres de convicción y principios.
Como si las mujeres tuviéramos que ser las víctimas perfectas, que no se enfurecen, que no exigen y que al igual que las mujeres que aprueba, le debemos sumisión al momento de marchar. Casi como una mascota que al no obedecer es castigada o apartada.
Su condescendencia y falta de protección, no impidió que más de 90 mil mujeres se congregaran en el Zócalo, manifestándose contra el Estado omiso que no ha garantizado a las mujeres el acceso a la justicia, seguridad, ni mucho menos condiciones de igualdad.
La respuesta fue ser compelidas con gas lacrimógeno y piedras, su finalidad dispersarlas y que no se acercaran a los monumentos, ni a palacio nacional donde se resguardaba.
La intolerancia y desbordante convicción personal con la cual señala y criminaliza a las mujeres que exigimos la libertad de nuestros cuerpos y seguridad, aunado a su paternalismo represivo basado en su concepto moral y sus ideologías, lo han deslegitimado ante los millones de mujeres que no le creemos.
Cree que ya se nos olvidó que eliminó más de 26 programas que apoyaban a las mujeres, entre ellos las estancias infantiles, los recursos a las unidades estatales que atendían mujeres víctimas de la violencia, los refugios, así como el recorte presupuestal en materia de igualdad.
La falta de asumir su responsabilidad estatal delegándola de forma arbitraria, es lo que ha hecho que se refuercen los estereotipos de género, propiciando situaciones de desigualdad social y cultural que nos excluyen de la participación y desarrollo del país.
En mi opinión, tales situaciones solo generan que las mujeres nos encontremos temerosas, ignoradas y humilladas al ser excluidas de una sociedad que no hace valer el principio de justicia distributiva.
Resistir la simple y brutal violencia ejercida por nuestros pares nos pone en constante riesgo y más porque el Estado se ha caracterizado por ejercer políticas monoculturales, de tutelaje y asistencia social, sin perspectiva étnica, intercultural ni de género, en donde no reconocen a las mujeres como sujetas de derechos, con capacidad de gestión, acción y gobernanza.
La falta de apertura de las autoridades gubernamentales para escuchar nuestras demandas y recibir con seriedad las propuestas que impulsamos para mejorar el ejercicio de los derechos de todas, nos sigue colocando en un constante peligro.