YANETH ANGÉLICA TAMAYO ÁVALOS (SemMéxico, Querétaro). Las situaciones en las que niñas, niños y adolescentes viven violencia suelen estar incrustadas en contextos de pobreza, los cuales están vinculados a la violencia cultural, con modelos de crianza inadecuados por carencias educativas y la violencia contextual por falta de recursos económicos.
La crisis económica en los hogares, contiene variables que inciden de manera directa e indirecta en la crianza y desarrollo de los menores de edad, provocando situaciones de indefensión que los excluye y discrimina.
La pobreza no implica solo la falta de recursos económicos, sino también un cúmulo de carencias afectivas y sociales que las familias padecen en su conjunto. Y que se refuerzan por la marginación explícita o implícita que socialmente se impone por la división de clases.
Esto afecta en diferentes dimensiones el bienestar de las niñas, niños y adolescentes, limitando sus oportunidades para tener un desarrollo adecuado y alcanzar su potencial.
Pobreza y negligencia van de la mano
Si bien todo castigo físico es degradante, hay otras formas de violencia no física, que son crueles e igualmente perjudiciales para las y los niños.
Entre ellas, las siguientes modalidades: física (cuando no se proveen las necesidades básicas como vivienda, alimentos o se carece de la supervisión adecuada), médica (no se provee el tratamiento médico o de salud mental necesario), educacional (se le niega al niño el derecho a la educación o, cuando se ignoran necesidades escolares especiales), o emocional (falta de atención a las necesidades emocionales del niño).
Estas acciones se derivan de la falta de un cuidador que atienda las necesidades básicas del infante y de modelos de crianza sostenidos culturalmente y justificados por el contexto social y las realidades particulares que enfrentan las familias con bajo recurso. En donde sus dinámicas se rigen por el caos, la inmediatez, y la necesidad de sobrevivir.
De ahí que, exista mayor imposibilidad de cumplir con las necesidades físicas y psicológicas de los niños para protegerlos del peligro. Esto no quiere decir que las personas con mayor recurso económico, conocimientos y acceso a servicios estén exentas de incurrir en negligencia, pero si hay más probabilidad cuando se es pobre.
Pues en la mayoría de los casos el cuidado y la supervivencia de niñas, niños y adolescentes pasan a último término, relegándolos y responsabilizándolos de su propio autocuidado al exigirles más allá de sus posibilidades, originando con ello situaciones de abandono y negligencia. *
Datos y cifras de la Organización Mundial de la Salud **
Con respecto a su prevalencia, se estima que, globalmente, 3 de cada 4 niños de entre 2 y 4 años (unos 300 millones) sufren con regularidad castigos corporales o violencia psicológica de la mano de padres o cuidadores.
Una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 hombres declaran haber sufrido abusos sexuales cuando tenían entre 0 y 17 años.
El maltrato infantil tiene a menudo graves consecuencias físicas, sexuales y psicológicas a corto y a largo plazo, entre ellas lesiones (traumatismos craneoencefálicos y graves discapacidades, especialmente en niños pequeños), estrés postraumático, ansiedad, depresión e infecciones de transmisión sexual (ITS). Las adolescentes pueden sufrir además otros problemas de salud, como trastornos ginecológicos o embarazos no deseados.
Entre el 1 y 7 por ciento de los niños que recibieron atención en instituciones de salud experimentaron algún tipo de maltrato que no se detectó oportunamente, no se notificó o no existió un sistema de vigilancia articulado y eficiente que lo atendiera; lo que resulta en una gran cantidad de casos de maltrato que no se registraron.
En México se estima que del total de niñas, niños y adolescentes que son atendidos por maltrato, 42 por ciento corresponden a la modalidad de negligencia.
Es importante recalcar que las estadísticas generales en el país, con respecto a este tipo de maltrato no son del todo confiables, pues no se cuenta aún con un registro nacional sistemático de los casos atendidos con un diagnóstico preciso, por lo que las cifras de prevalencia actual pudieran ser más altas.
Resultados más allá de lo físico
En entornos con carencias económicas o de crianza, las niñas, niños y adolescentes que viven violencia y que presentan incidentes de negligencia, suelen tener repercusiones en el desarrollo físico, cognitivo, aptitudes sociales y de comportamiento.
En especial las y los infantes que permanecen solos mientras sus progenitores y cuidadores salen a trabajar, observándose incidentes que ponen en riesgo su integridad física y manifestaciones conductuales de aislamiento y dificultades para socializar, dinámicas vinculadas con el miedo, la impotencia y la sensación de desvalorización al no sentirse amados.
Se trata de niñas y niños “mal amados”, que no solo edifican una imagen de sí mismos desvalorizada, sino que ven el mundo como amenazante e inseguro.
Conclusión
El mundo interno de los niños, niñas y adolescentes ha sido un misterio para el adulto durante la mayor parte de la historia, de ahí que por mucho tiempo se hayan infravalorado sus sentimientos y necesidades.
Actualmente, sabemos que tienen necesidades específicas que son distintas a las de la población adulta, y que, durante los primeros años de vida, son dependientes de cuidados y susceptibles sobre lo que acontece en su entorno familiar o más cercano.
Si bien los contextos de pobreza afectan en múltiples aspectos la vida de millones de personas en todo el mundo. El impacto es desproporcionado cuando se manifiesta en familias con niñas, niños y adolescentes, pues son quienes enfrentan los riesgos económicos y sociales más severos.
Por ello, es importante entender que las situaciones de violencia y negligencia no significa “solo justificar” y volver a silenciar la realidad del niño o niña. Significa mirar y atender de manera integral, adecuada y especializada las condiciones de los infantes, partiendo del entrecruce entre los contextos y su realidad familiar.
Es importante invertir recursos para ayudar a que niños, niñas y adolescentes sobrevivan y desarrollen plenamente su potencial es, ante todo, su derecho. La infancia es el momento más oportuno para romper el ciclo de la pobreza o impedir que este crezca. Necesitamos voltear a verlos y a partir de ellos tomar decisiones.
*La negligencia infantil abarca incidentes aislados y la reiterada desatención por parte de un progenitor o cuidador con respecto al desarrollo y bienestar del niño/niña, en los aspectos de salud, educación, desarrollo emocional, nutrición y condiciones de vida segura.
** https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/child-maltreatment