FRANCISCO RODRÍGUEZ
Me paso los días emborronando cuartillas y me acuerdo de lo que decía el inolvidable Carlos Monsiváis: que los periodistas, en realidad, somos una suerte de “obreros de la tecla con vistas a la publicación masiva”.
Y así me siento las más de las veces, cuando golpeo el teclado sin ninguna consideración.
Admiro, eso sí, a quienes escriben discursos.
No es una tarea fácil.
Imaginarlos, luego pensar en la estructura, encontrar las frases de más impacto, redondearlos, pulirlos.
Un buen discurso es una obra de arte.
Y platica Javier Treviño, un político neoleonés que fuera muy cercano a Luis Donaldo Colosio, que así tenía que ser el discurso del 6 de marzo de 1994.
Tenía que iniciar un cambio en la historia de México.
Colosio había encargado a Samuel Palma, a Cesáreo Morales y al propio Javier Treviño preparar el primer borrador.
Les dio instrucciones muy claras sobre la estructura que quería, el diagnóstico de lo que había visto en el país durante sus recorridos no sólo como candidato, también como titular del CEN del PRI y como secretario de Desarrollo Social.
Todo ello con ideas precisas, con el tono deseado, la propuesta de reformas.
Se trataba de la celebración del 65 aniversario del PRI que, por cierto, este lunes cumplió 95 años, pero también de iniciar una nueva etapa de la campaña presidencial, teniendo como escenario al Monumento a la Revolución.
Todo había sido cuesta arriba, hasta ese momento.
El domingo 28 de noviembre de 1993 fue el día de la nominación de Colosio como candidato presidencial.
Era la culminación de muchos meses de preparación.
El 8 de diciembre fue la toma de protesta de Luis Donaldo como candidato del PRI a la Presidencia de la República.
El equipo de campaña se formó en los primeros días de diciembre y estaban entonces ya listos para lanzarse con todo el entusiasmo en una campaña ganadora.
Pero se atravesó el movimiento zapatista del 1 de enero de 1994, y todo cambió.
Más tarde, el 23 de marzo, el candidato Colosio fue asesinado.
Lo revisaron en Los Pinos
Treviño también narra que Samuel Palma, Cesáreo Morales y él mismo trabajaron muchas horas en el discurso del 6 de marzo.
Que se sentaban por horas y días en torno a un escritorio.
Treviño tecleaba en su computadora, y los tres lo redactaban en equipo, simultáneamente, y lo discutían, se reían, se enojaban, hacían el análisis político obligado hasta que cada párrafo quedaba listo.
Revisaron versiones y versiones con Luis Donaldo.
Encerrados en una casa de campaña ubicada en la lateral del Periférico capitalino, por el Pedregal, o en su casa de San Ángel, Colosio tachaba párrafos, escribía nuevas frases, nuevos párrafos, los leía en voz alta.
Cuando ya tuvo una versión muy cercana a la final fue cuando lo compartió con el coordinador de la campaña Ernesto Zedillo y con algunos escritores e historiadores, amigos de él, para que le hicieran sus comentarios.
El discurso quedó listo la tarde del sábado 5 de marzo y Colosio lo envió a Los Pinos.
El México de 1994 aún existe
Y el rumbo de la campaña colosista cambió con el discurso del 6 de marzo de 1994.
También el rumbo y destino de México se transformaron.
De aquel discurso, muchos recordamos las palabras de cómo era que Colosio veía a México, como lo veíamos la mayoría: “… con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
“Veo a ciudadanos –decía Colosio– angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.
“Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar.”
Ese México de 1994 aún está aquí.
Y para nada es mejor que aquel.
Pero, lamentablemente, ya sin un Luis Donaldo Colosio Murrieta.
Sus palabras no trascenderán
Hoy no hay discursos que impacten.
Peor aún. Ni siquiera hay discursos.
Ni Claudia Sheinbaum ni Xóchitl Gálvez tienen un equipo que traslade sus ideas, propuestas, métodos a la siempre permanente letra escrita.
Videoclips y memes que son pasajeros, que no trascienden, vuelven realidad al Homo Videns de Giovanni Sartori.
Una sociedad teledirigida. Una sociedad a la que se le arrebata el derecho a digerir la información, pues se le brinda ya masticada. Incluso por dentaduras postizas o con muelas cariadas.
Las pocas ideas que hasta hoy han propuesto ambas aspirantes a la Presidencia de la República se han ido rápido con los ventarrones de febrero.
No tienen quien les escriba.
No trascenderán por eso.
Indicios
¡Pobrecito Andrés Manuel López Obrador! ¡Siempre es víctima! Siempre se muestra como si de verdad estuviera desprotegido, vulnerable, presa fácil de sus opositores imaginarios que sólo quieren dañarlo a él y solamente a él. ¡Da lástima! De ninguna manera esa no es, no sido, la conducta de un Jefe de Estado de un país de mujeres y hombres bien plantados ante las adversidades –él, una de ellas–, como para que se queje de que hay una campaña mundial, en su contra claro, porque el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, el austriaco Volker Türk, llamó a cuidar el proceso electoral ante la fuerte incidencia de asesinatos de aspirantes a cargos de elección popular a manos de la delincuencia organizada. Como siempre, los familiares de las víctimas no han merecido una mínima consideración del hombrecito que ocupa el Palacio Nacional. ¿Para qué, si a quien inmolan es a él? * * * Y ¡vaya contraste! Con la cabeza más dura que una piedra para moler chile, la señora Rosario Piedra también emitió un informe totalmente partidizado a favor de Morena, por supuesto. Hoy la Comisión Nacional que lamentablemente encabeza es a los derechos humanos lo que el Partido Verde es la ecología. Una burla. Y mal hecha. * * * Y por hoy es todo. Reconozco que haya leído este Índice Político y le deseo, como siempre, ¡buenas gracias y muchos, muchos días!