FRANCISCO RODRÍGUEZ
A propósito de golpes de Estado, como la intentona del reciente jueves en Bolivia…
… ¿será el de Claudia Sheinbaum el último gobierno civil del Siglo XXI?
Y es que mientras la próxima Presidente cierra los ojos y trata de justificar falazmente la militarización del país arguyendo ¡que no existe!…
… los altos mandos de las secretarías de la Defensa Nacional y de la Marina Armada se hacen cada vez de más posiciones, más tareas y de más recursos del erario, así como de más ambiciones de poder.
El riesgo para Sheinbaum y para la gobernabilidad del país no es la revocación de mandato que deberá llevarse a cabo en el 2027. El verdadero riesgo es el incremento del poderío militar.
Andrés Manuel López Obrador y, por lo que se ve, ahora también Sheinbaum, han optado por el camino fácil: entregar todo un cúmulo de tareas, ya no solo las de la seguridad pública, a los integrantes de las Fuerzas Armadas. Creen que con ello se combatirá a la corrupción. Pecan de ilusos.
Y es que toda la evidencia hasta el momento nos dice que los resultados deseados por ambos no se van a lograr así.
El rol político del ejército se ha venido fortaleciendo a lo largo de los años. Y el rol de las autoridades civiles se ha venido debilitando debido a la fragmentación de la corrupción política que ha causado la delincuencia organizada.
En la reforma que Morena se propone aprobar en septiembre, el texto elimina la prohibición para que las Fuerzas Armadas lleven a cabo tareas ajenas a la disciplina militar, una prohibición histórica que ha sido parte de nuestro orden constitucional desde que terminó la Revolución.
Esto es, que ya no tendrán límites para participar activamente en la vida política del país.
Así las cosas, de alguna manera el ejército mexicano se está latinoamericanizando en muchos sentidos: está adquiriendo un poder político en relación con las autoridades civiles fragmentadas que antes no tenía.
Y en cuanto a solucionar problemas militarizando, este camino está agudizando una dinámica en la cual las Fuerzas Armadas, que desde siempre han gozado de un grado de autonomía y de falta de transparencia y rendición de cuentas, ahora tendrán cada vez más poder en esa correlación de fuerzas con las autoridades civiles. Así, cada vez más, hasta imponérseles.
Porque en este sexenio soldados y marinos sumaron a su fuerza armamentista la fuerza del dinero. E incrementaron su injerencia en los asuntos públicos, incluso en los políticos. Aún no satisfechos, podrían ir pronto tras el poder.
Dominio de las FFAA en la vida política
Felipe Calderón y Enrique Peña resistieron las andanadas de la milicia cuando almirantes y generales les demandaban que les dotara de un marco jurídico que legalizara la actuación de sus efectivos en labores de seguridad pública, pues desde siempre habían actuado al margen de la Constitución y de la ley. Ambos titulares del Ejecutivo –“haiga sido como haiga sido” — hicieron como que la Virgen les hablaba.
En 2011, cuando era candidato presidencial y se ponía como meta desmovilizar a las Fuerzas Armadas en seis meses, López Obrador decía: «Tenemos que ir sacando al Ejército de las calles».
Y agregaba: «El Ejército no está preparado para esta función, es otro su encargo, es defender la soberanía nacional y no debe de seguirse exponiendo al Ejército, es una institución que debemos de cuidar todos, no socavar al Ejército», afirmaba.
Y hoy López Obrador, contrario a lo que postulaba hace apenas 13 años, ha empleado todos los recursos del cargo que ocupa para intentar disuadir, primero, y después presionar, chantajear y hasta comprar las voluntades de buena parte de los legisladores a quienes no convencía la ampliación de la presencia en las calles de las Fuerzas Armadas hasta el 2028 –en detrimento de las policías municipales y estatales a las que se les han quitado recursos y capacitación–, mediante una apresurada y mal hecha iniciativa aparentemente surgida de las filas priístas.
Fue ese un pésimo paso del país hacia el dominio ya casi absoluto de las Fuerzas Armadas en la vida pública nacional.
Pero el salto mayor lo dio el mismo López Obrador el pasado 5 de febrero cuando, en una especie de anti-homenaje a la Constitución, presentó 18 iniciativas para reformarla, una de las cuales propone modificar 12 artículos de la Carta Magna relacionados con el fuero y tareas militares y de la Guardia Nacional que, ahora sí ya definitivamente, pasará de Seguridad Ciudadana a Defensa Nacional.
Claudia Sheinbaum, ya como candidata triunfante, se ha sumado a la caprichosa propuesta de AMLO hace unos días apenas.
Ojalá que quienes, en su ignorancia o por conveniencia, hoy aplauden la militarización no se arrepientan de esta traición.
Podrían estar abriéndole las puertas a un golpe de estado.
¡Cuidado!
Indicios
El Centro ProDH Miguel Agustín Pro Juárez asegura que la propuesta d militarización del Presidente de México es regresiva. A través de sus redes sociales, la organización expuso que la propuesta del Ejecutivo federal profundiza el poder de los militares. Refirió que en el informe “Poder Militar: La Guardia Nacional y el riesgo del renovado protagonismo castrense”, en su segunda edición realizada por la la ONG, en noviembre de 2023, se destacó que la creación de la GN, en el actual sexenio, pretendía abordar estas preocupaciones, otorgando a las Fuerzas Armadas un marco legal para su participación en seguridad pública. Sin embargo, este marco jurídico es endeble y actualmente se encuentra impugnado. A pesar de una reforma constitucional que garantizaba el carácter civil de la Guardia Nacional, el desarrollo del marco jurídico ha debilitado esas salvaguardas, entregando más poder a las Fuerzas Armadas. El Centro ProDH comentó que existe el temor de que la subordinación militar al mando civil se erosione, y las medidas actuales podrían generar una dependencia irreversible del estamento castrense. * * * Y por hoy es todo. Mi reconocimiento invariable a usted que leyó estas líneas. Como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!