FRANCISCO RODRÍGUEZ
De acuerdo con expertos, en el mundo existen actualmente 600 refinerías de petróleo, de todo tipo y calibre en el planeta. Para el año próxima habrá 83 más –información de la consultora londinense Global Data– en Medio Oriente, en Asia, mientras que en Estados Unidos y en Europa la tendencia apunta hacia el cierre de las plantas o a la transformación de los complejos hacia la producción petroquímica y de biocombustibles.
Una de esas nuevas refinerías es la Olmeca, ubicada sobre el pantano de Dos Bocas, en Paraíso, Tabasco, y es quizá la única que, después de haber triplicado su costo original y haber sido “inaugurada” en varias ocasiones, comenzará a producir hasta finales del año próximo.
La Olmeca forma parte de la maldición del petróleo que ha sufrido México desde hace ya muchos sexenios. Ninguno, eso sí, como el que está por terminar, pues ha sufrido la caída de su producción, la refinación es cada vez más cara, está sobreendeudada y sin poder pagar a sus proveedores de bienes y servicios.
El enriquecimiento bestial de la clase gobernante, frente a la carestía desatada, la pérdida de empleos y bienestar, el derrumbe económico y la penuria para las grandes mayorías, es el sonsonete, la constante vertebral de los casi 50 años de riqueza petrolera, a partir del descubrimiento de Rudesindo Cantarell en el golfo campechano.
Alentamos una desidia política sin comparación en el mundo. La clase dorada metió la mano y las patas. Dejamos que los gobernantes dispusieran a placer de los recursos producto de la efímera bonanza petrolera, sin ser molestados con algún pétalo de auditoría… ¡y los fondos de reserva de la Nación se fueron a la basura!
Somos una economía enferma. Tenemos distorsiones estructurales propias de una artrosis congénita, más que de un país emergente, con sensatas previsiones para proteger a su población. Somos irresponsables.
El presidente en turno siempre designó en Pemex a personajes sin experiencia en el ramo, sólo para cuidar los intereses de contratistas cuates. Reaccionamos igual ante un problema delincuencial que ante uno petrolero. No somos normales.
Y así, ninguna de las predicciones de López Obrador, sus funcionarios de Hacienda, de Energía y del propio Pemex se hizo realidad, pa’cabarla de joder.
Sólo hay soluciones rancheras
Con todo y nueva refinería, quizá también por ella, Pemex es una de las peores herencias que Claudia Sheinbaum recibirá de Andrés Manuel López Obrador, pues a pesar de que se diga –y haya quienes lo crean– que México es el único lugar del mundo donde los perros sí se amarran con longaniza y donde los grandes problemas de fondo se quieren y pueden resolver con discursos, con mentadas de madre o a pedradas, la realidad no es así.
Las soluciones rancheras –“sacar petróleo es muy fácil; se hace un hoyo y ya”– siempre nos han salido demasiado caras en todos los frentes posibles. Si hay que rescatar a Pemex, todos piensan que el remedio es la inversión a fondo perdido. Tirios y troyanos se enfrascan en una discusión de parvulitos que, por donde se le vea, acaba desfondando todo presupuesto público, toda deuda externa.
Las cifras billonarias que resultan nos llevan al lugar de origen: nada tiene solución en el rescate de Pemex, porque no alcanza el dinero para poder llevarla a cabo. Y es que la solución en la paraestatal no va por ahí. Pemex no requiere inversión para poder hacerla eficiente y productiva. Sólo basta la decisión política, los arrestos suficientes.
Cerraron válvulas en la Faja de Oro
La ex paraestatal –ahora empresa ¿productiva? del Estado– extraería el millón y cuarto de barriles que le faltan para brincar la vara de las calificaciones, si la óptica se enfocara hacia la recuperación de los barriles de crudo que ahí están, pero que nadie quiere ver por miedo o por respeto a los pactos criminales. Para el caso, es lo mismo.
Usted y yo lo hemos comentado desde hace mucho tiempo, sólo falta que hagan caso, si es que de verdad buscan la autosuficiencia de la industria petrolera. Y es que en los últimos años la mafia sindical, azuzada por los regímenes políticos en turno, acató la orden de cerrar las válvulas de más de dos mil pozos productivos ubicados en la llamada Faja de Oro.
Pozos maduros, en plena producción, que sólo abriendo las válvulas podrían arrojar cantidades diarias de barriles de crudo que solucionarían muchos problemas financieros, económicos y políticos. Se calcula conservadoramente que, de no haberse cerrado, arrojarían casi un cuarto de millón de barriles diarios. Todavía se puede y se debe hacer.
Y lo dramático es que esos pozos fueron obturados para lograr artificialmente que la producción se cayera y, así, tener los argumentos necesarios para dejar entrar al territorio nacional a todas las exploradoras y perforadoras del exterior, claro, con los consabidos prestanombres locales, para hacernos el favor. A cambio de llevarse todo el presupuesto disponible.
Un asunto de corrupción elemental. Pero nadie protestó, porque los perros se amarran con longaniza y los discursos del rescate sonaban como música a los oídos de los vendepatrias. Pues bien, abrir esas válvulas nuevamente no cuesta absolutamente nada. Pero nadie lo hace porque al momento se destaparían todos los entretelones de los negocios anticonstitucionales que se hicieron al amparo de esa patraña.
Un millón de barrilles son robados
Aunque los lectores siempre han coincidido con el argumento central, es necesario recordarlo: diariamente, en la Sonda de Campeche se roban la mafia sindical y los regímenes corruptos, el pasado y el actual, un millón de barriles de petróleo crudo del más caro, para trasladar el beneficio a los bolsillos de los mandarines oficiales. El huachicol, pero a lo bestia.
El Pacto de Impunidad EPN-AMLO hizo posible proteger lo que en cualquier país del mundo sería un delito de lesa patria, sólo que aquí es cobijado y encubierto como si nadie supiera que existe, para inyectarle a Pemex y a sus negocios burocráticos billonarias sumas de pesos para el rescate de la industria. Para la salvación nacional.
Claro, la sangría presupuestal de Pemex se lleva entre las patas cualquier gasto, el de salud, seguridad, la inversión pública y privada, la certidumbre en el modelo de desarrollo y todas las pamplinas que usted pueda imaginarse. Sólo quedan los discursos, las mentadas de madre y las amenazas para combatir todos los flagelos.
La “honestidad valiente”, un cuento
Todo conforma un auténtico gobierno criminal. Pero la causa de este crimen no es la salvación ni el rescate de Pemex, que pudiera ser defendida si fuera cierta, la tragedia nacional es el mar de fondo de la miseria política que ha estado arrasando al país.
Todo mundo sabe que un presupuesto de más de ocho billones de pesos, como el que presume el gobiernito de la Corta Transformación, sería suficiente para atender con holgura los requerimientos de las insuficiencias crónicas del país, en casi todos los rubros públicos. Es sólo un asunto de “honestidad valiente” que, por lo visto, nunca llegó.
El problema es que la gran parte de ese dinero, haciendo a un lado las obligaciones anteriores, los gastos burocráticos, el pago de intereses de la deuda, los adeudos fiscales atrasados, las pensiones, se la lleva el renglón obsceno del rescate de Pemex, una industria endeudada hasta los huesitos. Pero mientras las condiciones delictivas sigan como van, esto no tiene remedio posible.
Ningún dinero alcanza para rescatar a Pemex si no se toman esas medidas urgentes, importantes y necesarias en grado sumo. Y así como ningún dinero alcanza para remediar esos males, ninguna decisión política, ni el enjuiciamiento de los responsables del más alto nivel alcanza para poder salvar la cara tan desprestigiada de este régimen. El tiempo de la credibilidad y de la gobernabilidad ya pasó.
Aquí hay mucho político ratero
Mientras el gobiernito de la Corta Transformación, junto con su “segundo piso” no actúe con valor y lealtad hacia el pueblo de México, ningún problema puede tener solución.
Es sólo darle más vueltas a la noria.
Y los discursos, las mentadas de madre y las pedradas, ya no alcanzan para nada, excepto para seguir haciendo un ridículo que ya es mundial.
En México nos hemos quedado como nigerianos, chiflando en la loma. Con una gran diferencia: en África no hay tantos pontificadores a sueldo como aquí, ni tanto político ratero. Si de algo saben, es de los vaivenes petroleros.
Los soberbios de aquí, en cambio, se llenan la boca repudiando las posiciones políticas nacionalistas en Europa y no saben ni con qué se comen. Están contra ellas, porque no saben qué hacer. La verdad es que están perdidos.
Aún más. La miseria mexicana ya representa un dolor de cabeza mundial. Junto con su pavorosa estanflación, está jalando, con otras economías petroleras del subdesarrollo a la recesión, a la inflación y al estancamiento planetario, porque nadie, menos nosotros, se preparó para las energías limpias.
Indicios
Durante la dirección general de Octavio Romero Oropeza en Pemex impulsaron proyectos como la construcción de la nueva refinería en Dos Bocas, Tabasco, y la rehabilitación de las seis refinerías existentes. No se han concluido. Además, ha promovido cambios administrativos y medidas enfocadas en combatir el robo de combustible, conocido como huachicol. Y este creció. * * * Por hoy es todo. Junto con mi reconocimiento por haber leído este Índice Político reciba, como siempre, mis mejores deseos para que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!