FRANCISCO RODRÍGUEZ
Todos los conductores de vehículos en las carreteras de cualquier parte del mundo saben de la existencia de la fatídica “hora cero”, aquélla que se presenta en el crepúsculo, cuando no es posible ver ni con luces ni sin luces en los faros del auto, camión o tráiler.
El viejo día no ha muerto del todo, y la nueva noche no tarda en llegar, parafraseando al gran Bertolt Brecht.
Aquí, lo que funcionaba lo mataron, y lo que prometieron nunca nacerá.
Todo ser humano y cualquier organización económica, política, cultural y social, así como todos los países, saben que llega un “momento cero” en su vida, cuando no es posible echarse para adelante, ni para atrás.
Es la hora de la catatonia, de la parálisis angustiante, de la cuadriplejia total. La hora donde todo el entorno conjura en contra, y ya no se puede hacer algo, aunque sea simbólico, para remediarlo. Todo opera al revés.
Cuando pronunció la famosa frase “¡Alea, jacta est!”, relatada en La Guerra de las Galias, Julio César la describió –“la suerte está echada”– como la hora del combate forzoso, de la incursión obligada, donde un solo gesto incierto significaba la derrota.
Alertó a sus harapientas y enfebrecidas tropas al borde de la frontera. Los instó a cruzar el río Rubicón, so pena de que, si no lo hacían, los avances de los enemigos por la retaguardia los fueran a masacrar y, si lo hacían, también podían ser exterminados.
Hasta el mismo Emperador de los romanos –aquél que prefería ser alcalde de cualquier aldea que segundo en Roma; el que dijo que era igual que cualquier ser humano, pero que superaba a todos en zalamería a los poderosos y en aplastar sin piedad a los indefensos– tuvo que aceptarlo.
La violencia se ejerce sin recato
En México llegó “la hora cero”. El mismo sistema, que nunca fue dama de la caridad, ni el mejor samaritano, ha sido rebasado en su capacidad de aguante por pésimos protagonistas de la carpa cirquera decadente.
La sociedad acumula un día sí y otro más y mejor, agravios vejatorios sin parangón. Las fuerzas represivas acatan ciegamente órdenes de imperitos hasta en el amedrentamiento. Contrariadas consigo mismas, deben obedecer a melifluos y patanes. La caldera hierve sin pivotes de desfogue. La violencia se ejerce desde el poder, sin recato, para acallar indefensas voces disidentes, apoyado en una “legalidad” ilegítima que no soporta la más ligera revisión semántica.
La derecha política y el empresariado consentido, sólo un puñado de lo que fue la vieja iniciativa privada que sostuvo al sistema desde que el Estado abandonó su rectoría, exhibe toda su voracidad y, al mismo tiempo, desnuda su ignorancia rupestre.
El gobierno no es lo suyo. Su triunfo, como dijo Juárez, es moralmente –y hasta cívica y electoralmente– imposible.
Cómo recordamos las palabras de Juárez, horas después de fusilar al usurpador Maximiliano de Habsburgo: “Que el enemigo nos venza y nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar sus atentados… … entregándole voluntariamente lo que nos exigen por la fuerza. Si la Francia, los Estados Unidos, o cualquiera otra nación se apodera de algún punto de nuestro territorio y por nuestra debilidad, no podemos arrojarlo de él, dejemos vivo nuestro derecho, para que las generaciones que nos sucedan lo recobren.
¡A pagar los platos rotos!
Hoy, el “gobierno”, o como quiera llamársele, es el que ejerce contra nosotros la violencia, la mendacidad y la opresión. Hemos dado al mundo nuestra oculta y verdadera imagen; sólo nos interesa ingresar las remesas a cambio de someternos, por migajas, a los intereses estadounidenses. Sólo falta que Donald Trump, o cualquier otro heredero del ya fallecido Ross Perot, llamen a los Minutemen a enderezar sus miras sobre los auténticos ilegales: aquéllos que continúan queriendo enajenar el patrimonio petrolero y acabando con el empleo.
En nuestra hora de Walpurgis –el Halloween alemán–, la cacería de brujas se ha extendido, de los causantes cautivos, a todo aquél que ose emprender una industria sin el beneplácito de los dueños del derecho de piso: los que llegaron de Tabasco anunciando una Cuarta Transformación gatopardiana, donde todo ha cambiado para quedar peor que como estaba.
Nuestros dirigentes ensalzan a los corruptos, los premian con canonjías y privilegios del poder; descalifican los intentos populares de expresión y de liberación; loan a los asesinos; se arrodillan ante los dueños del dinero.
Elogian a los incompetentes; castigan con todo el rigor de la ley a los leales; llevan al altar de la patria a los desarraigados; encubren a los criminales y pederastas.
Nuestra suerte está echada.
Pasamos, en un abrir y cerrar de ojos –¿qué significan algunos años en la historia de un país?– del Mexican Moment, que celebraban con fastos y ditirambos en todo el planeta, a la fatídica “hora cero”, cuando hay que pagar los platos rotos.
Hay gran saqueo de dólares
¿Quién les va a creer a estos criollos aprendices de malas artes que, para detener la irrefrenable caída en picada del peso, gracias a sus caprichos de reformar a su gusto al Poder Judicial, están retirando decenas de miles de millones de dólares de la Reserva Federal de EU, donde están empeñados nuestros recursos?
Es más sencillo suponer –y comprobar– que, al no poder retirar un solo dólar de los 200 mil millones que usan de nuestros impuestos para sostener la divisa norteamericana y que están comprometidos a rigurosos plazos en Washington, hagan lo que siempre hacen:
Pedir préstamos adelantados –les acaba de dar uno de mil millones de dólares el Banco Mundial–, sin aprobación del Congreso ni de instancia alguna, para seguir subsidiando a los traficantes de divisas, a cambio de que no interrumpan los negocios que pueden seguir haciendo con sus constructoras favoritas.
A cambio de que. por esa vía, sacien el berrinche y la decepción que les provocaron por no dejarlos participar en ninguna mega obra, pues prácticamente todas las llevó a cabo la SEDENA.
En riesgo la credibilidad
Ya no se puede, ni para adelante, ni mucho menos para atrás
Lo suyo es saquear y mentir. Eso no se aprende en ningún libro decente, por eso hasta presumen haber escrito muchos más libros de los que en realidad han leído.
La inseguridad campea. ¿Quién podrá volver a hacer creer en nuestros “juanes” y en los mandos medios castrenses que defienden el honor de México y no de unos cuantos descerebrados?
Hay una elección de Estado. ¿Quién podrá volver a confiar en la honorabilidad del INE, si la presidente de su Consejo y familia cobran todos en las nóminas cuatroteras?
Dejaron sola a Xóchitl Gálvez. ¿Quién podrá volver a creer en el sistema de partidos, cuando hemos vistos que éstos “órganos de interés público” sólo atienden sus propios intereses y son nido de intrigas, chismes y, sobre todo, cochupos?
Se elegirán a ministros, magistrados y jueces. ¿Quién podrá tener confianza en la vigencia de leyes que aterricen la “reforma al Poder Judicial”, si van a ser votadas con el dedo de la mitad más uno de diputados bajo el sello de la infamia y la corrupción?
Con una Fiscalía “autónoma” entregada a los brazos del Ejecutivo. ¿Quién volverá a creer en la procuración e impartición de justicia, si los fiscales surgieron del mismo lodazal de la inmundicia, la prevaricación y la ignorancia?
¿Quién, en su sano juicio, podrá volver a creer en los fonemas “lealtad”, “ahorro”, “trabajo”, “patriotismo”, “República”, “honradez”, “competitividad”, “tolerancia”, “libre expresión”, “patrimonio histórico”, “mercado interno”, ¿“peso fuerte” y todas las arengas que se pueda usted imaginar?
Ya no se puede, ni para adelante, ni mucho menos para atrás.
¿Quién podrá gobernar, diría Jorge Ibargüengoitia, estas ruinas que vemos?
Y esto es sólo lo que se puede ver.
Si ésta no es la “hora cero”, no sé cuál podrá ser.
Indicios
“De acuerdo con la directora de análisis económico y financiero de Banco Base, Gabriela Siller, ‘esta alza del dólar es evidencia de que se está presentando una rápida salida de capitales’. Apenas el miércoles, en una entrevista concedida al programa Economía social, transmitido en YouTube el subgobernador de Banco de México, Jonathan Heath precisó que la tenencia de títulos de deuda pública mexicana en manos de extranjeros representa 13% del total en circulación, una proporción que es inferior al 36% que llegó a significar al iniciar la administración actual, esto en el año 2018. Es decir, los extranjeros tenían 36% del total de valores gubernamentales como Cetes, Bonos M, Udibonos y Bondes D en circulación al cierre del año 2018. Y han reducido posiciones en títulos mexicanos hasta dejarlas en 13% del total colocado, un ajuste de portafolios que se había presentado de forma ordenada en el transcurso de la administración”, publicó hace un par de días el diario El Economista. * * * Por hoy es todo. Reconozco haya invertido su tiempo en la lectura de este texto. Como siempre, le deseo ¡buenas gracias y muchos, muchos días!