Inadmisibles atajos, planes o procedimientos legislativos para violentar a la Constitución, puntualiza el gobernador Kuri González ante López Obrador

>> En su mensaje como parte de los oradores en la ceremonia conmemorativa de la promulgación de la Carta Magna

Santiago de Querétaro, Querétaro, 05 de febrero (entresemana.mx). En la conmemoración de la promulgación de la Constitución General de la República, el gobernador de esta entidad, Mauricio Kuri González, recordó ante el presidente Andrés Manuel López Obrador que, el principio del fin de la realidad del México liberado del poder de un solo hombre se da en esta celebración cuando “se acuerda que no habrá nadie por encima de la Constitución; tampoco admite, ni entonces ni hoy, atajos, planes o procedimientos legislativos para violentarla”.

Y es que, puntualizó, la ley suprema lo es a pesar de la voluntad de quienes mandan, de los anhelos de las facciones o de las añoranzas de los poderes facticos.

En ese tenor refirió que el blindaje de la supremacía constitucional reside en la soberanía popular, los poderes eligen y al hacerlo responden a quienes votaron libremente. Todos los servidores públicos somos mandatarios, quien manda es el ciudadano y expresa su voluntad en elecciones auténticas, libres y periódicas.

Mensaje del gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri González

El día de hoy celebramos el 106 aniversario de la promulgación de la Constitución de 1917 que funda al México moderno. Su redacción es el acto previo, formal e indispensable que encuentran los diversos grupos para cesar las hostilidades y la guerra. Para ello, adoptan un acuerdo explícito: someterse al Estado de derecho.

Quienes entonces pactan la paz no son solamente adversarios, son auténticos enemigos que se han enfrentado hasta la muerte. La lección central es: cuando la política falla la violencia estalla. Los mexicanos de hace un siglo olvidan su hermandad, su origen común, dejan de escucharse y pierden la sensatez, la solidaridad y la vida.

En el constituyente esgrimen sus argumentos, confrontan sus visiones de país y desahogan sus agravios. En este histórico Teatro de la República, tras intensos debates los mexicanos llegamos a acuerdos y superamos posiciones extremas, logrando un consenso toral: todos por igual habremos que someternos a la ley.

No hay momento ni lugar más oportuno que este para hacer una reflexión del espíritu que anima la Constitución, de su carácter supremo, de su vocación democrática y de su celo por la justicia social y la defensa de las libertades.

Hace más de un siglo en este recinto se acuerda algo central: la Constitución será el espacio donde se resuman las visiones plurales y ricas, por diversas, del porvenir mexicano.

La Constitución es un documento con memoria histórica, pero también con visión de futuro. Es un texto revolucionario. Y lo es paradójicamente porque, además de introducir transformaciones radicales, no avasalla; concilia, retoma el espíritu soberano y libertario de los sentimientos de la nación, que es el Estado federal, y el disfrute de libertades de la Constitución de 1824, y el carácter laico del Estado y el reconocimiento de los derechos del hombre como base de las instituciones sociales de la Constitución del 57.

Por ello, sobre el acuerdo hecho Constitución en 1917, descansa la fundación del Estado, cuyo poder público se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, cuyas independencias garantizan la estabilidad y la gobernabilidad.

La federación se integra por estados libres y soberanos y, no menos importante, se consagra al municipio libre como la célula fundamental del Estado mexicano.

Pero toda esta construcción sólo tiene sentido si se respeta la democracia, porque la esencia del Plan del San Luis es la transferencia ordenada, pacífica y periódica del poder por medio del voto libre.

Todos son avances esenciales para la vida de México. La supremacía de la Constitución se afirma sobre el poder de los ejércitos revolucionarios y de sus caudillos. Nunca, salvo el breve periodo de la República Restaurada, había México logrado librarse del poder de un solo hombre.

El principio del fin de esa realidad se da aquí, cuando se acuerda que no habrá nadie por encima de la Constitución; tampoco admite, ni entonces ni hoy, atajos, planes o procedimientos legislativos para violentarla.

La ley suprema lo es a pesar de la voluntad de quienes mandan, de los anhelos de las facciones o de las añoranzas de los poderes facticos. El blindaje de la supremacía constitucional reside en la soberanía popular, los poderes eligen y al hacerlo responden a quienes votaron libremente. Todos los servidores públicos somos mandatarios, quien manda es el ciudadano y expresa su voluntad en elecciones auténticas, libres y periódicas.

La democracia es la columna vertebral del México moderno, es el motor del sistema político y es la vida de las instituciones republicanas. La democracia es el sistema más elevado de expresión de las libertades políticas.

No hay libertad sin democracia. Libertad y democracia han sido las más caras aspiraciones políticas de la sociedad mexicana. Por eso las y los ciudadanos demandaron protegerlas con una fórmula impecable, tenerlas bajo su custodia. Son las y los ciudadanos quienes organizan, operan y legitiman los procesos electorales.

La otra poderosa vertiente de la Constitución es la aspiración por la justicia social. En 1910 México desfallecía de pobreza, al hambre alimentaria se sumaba el hambre de libertad, de acceso a la tierra, de oportunidades de trabajo y de educación pública.

Por eso, el texto de 1917 es una valiosa aportación innovadora y creativa de los derechos sociales. La distribución de oportunidades se da otorgándole a las y a los mexicanos la posibilidad de alimentarse, de trabajar y tener un patrimonio, pero también de estudiar, de organizarse gremial y políticamente, de vivir con seguridad y con pleno acceso a la justicia.

Es verdad que tenemos rezagos históricos vergonzosos y muy lamentables, que no hemos sido capaces de resolver integralmente, que nos comprometen a trabajar por los más pobres con honradez y con eficiencia. En los años recientes se ha realizado un esfuerzo sin precedente para distribuir apoyos a los más necesitados, con ello pretendemos cumplir el otro anhelo que tutela nuestra Constitución: alcanzar un México más justo, igualitario y solidario. Eso debemos reconocérselo, señor presidente.

Profundizar, ensanchar y apresurar el disfrute de la igualdad y la justicia en todos los hogares mexicanos requiere de la concordia nacional y una creciente participación ciudadana, un país que se construya de abajo hacia arriba.

Debemos trabajar por alcanzar mayores espacios de igualdad material sin sacrificar en lo más mínimo las libertades políticas y respetando siempre la dignidad humana.

No ha habido, no hay y no habrá igualdad social sin libertad y pluralismo político. La democracia que no es libre se marchita. La libertad que no se ejerce se pierde.

Celebrar la Constitución demanda principalmente respetarla. Hoy es un muy buen día para hacer un ejercicio de memoria, pero también de imaginación colectiva; de reflexión, pero también de determinación y de compromiso.

La memoria nos demanda recordar que la injusticia que imperaba en el México de 1910 no daba espacio para la oposición política ni para la renovación pacífica de los poderes. Esto se traduce en la proclama democrática ‘sufragio efectivo, no relección’.

Los días que vivimos nos urgen a restablecer la convivencia pacífica y respetuosa como método para lograr el consenso, y el consenso como medio para la concordia y la armonía social, y la unidad de os mexicanos nos van a permitir conseguir mayores niveles de libertad, igualdad y justicia.

Es momento de poner énfasis en todo aquello que nos une y nos hermana, que no es poco y no es menor.

Señor presidente.

Señoras y señores:

Sean ustedes bienvenidos a Querétaro. Hoy que se dan cita los poderes constituidos del Estado mexicano, deseo reiterar ante la nación nuestro compromiso de guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y fortalecer el Estado de derecho.

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