¿Importa el PRI?

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO

SemMéxico, Mérida, Yucatán. ¿Por qué importa el PRI? ¿Cuáles son las razones para prestar atención a sus problemas, a sus disputas internas cuando electoralmente ha quedado reducido a ser uno más de la «chiquillería» en varios estados de la república?

El PRI de hoy nació como PNR, en 1929. Nació desde el poder para abrir una opción distinta a los regímenes caudillistas y a dirimir las diferencias con las armas.

Costó tiempo y talento desbancar a los militares del ejercicio directo del poder y transferirlo a los civiles.

El PNR-PRM-PRI acompañó a la sociedad mexicana durante este complejo proceso que se prolongó por más de cuarenta años.

Fueron los años del partido hegemónico: la Política se hacía en el PRI; el acceso y las promociones en la administración pública estaban estrechamente relacionados con la pertenencia o militancia en el partido político que penetraba en todos los grupos sociales y lograba amplios consensos.

Como se acostumbra a decir ahora, chueco o derecho, el PRI hizo escuela y a fuerza de enfrentarlo y sufrirlo, sus virtudes y sus vicios se reprodujeron en los partidos que se le oponían.

Cuando las virtudes se volvieron obsoletas y los vicios se fermentaron, la sociedad reclamó cambios y el PRI cedió. Surgió el sistema de partidos, se construyó la transición con el apoyo fundamental del PRI en las Cámaras, donde sus legisladores votaron por construir procesos electorales equitativos, organizados por una institución electoral ciudadana, el entonces IFE, con acceso a financiamiento público y a medios de comunicación para todas las fuerzas políticas.

Con esas nuevas reglas el PRI perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados en 1997 y en el 2000, la presidencia de la república.

Los 27 años que transcurrieron desde la primera derrota priista en el Congreso, hasta el 2 de junio pasado, los partidos compitieron por el poder político. Ganaron y perdieron elecciones; la alternancia de partidos se volvió casi una regla, no una excepción como lo fue durante muchos años.

Ahora, los resultados electorales muestran el surgimiento de un régimen político con rasgos fuertemente autoritarios, parecido, aunque no igual, al que dominó la vida de México por muchos años.

Este nuevo régimen también tiene su brazo electoral, Morena. Los dos partidos históricos de México, PRI y PAN sufrieron una gran derrota. En el caso del PRI, fue alcanzado por la mayor amenaza sobre una organización política: su irrelevancia. En un futuro tan próximo como el 1º de septiembre, dará lo mismo que el PRI vote o no vote sobre asuntos de todo tipo, incluyendo reformas constitucionales.

Su voz tampoco tendrá el peso de la autoridad moral, que no numérica, pues el desprestigio de su presidente nacional le ha cobrado factura.

En este complicado escenario, ¿a quién le importa el presente y el futuro próximo del PRI? Entiendo que en primer término, a quienes militamos en esta organización política.

Aunque somos cada vez menos, todavía somos numerosa/os quienes sostenemos sus principios y valores de justicia social y democracia.

También les importa a las y los votantes, a los 5.7 millones que eligieron en la boleta al PRI.

A las oposiciones les interesa el presente y el futuro del PRI. El proceso electoral reciente nos confirmó que el pluralismo social reclama coaliciones electorales y que la sociedad organizada será protagonista en ellas.

El PRI representa una fuerza que, aunque menguada, es necesario sumar para la lucha contra el régimen político que se avecina. Odiado y despreciado por muchos, amado por cada vez menos, el domingo pasado vivió el PRI un evento que puede impactar en su supervivencia: la determinación del presidente del comité nacional de realizar una asamblea fuera de los tiempos legales, con escasa o nula reflexión o debate.

La verdadera razón fue quitar el «candado» que impedía su reelección por 8 años más. Y la prisa, para tener vigentes las reglas de la reelección antes de que concluya su mandato, junto con el final del proceso electoral.

¿Se saldrá con la suya Alejandro Moreno, como lo ha logrado en ocasiones anteriores?

Hoy, por primera vez en muchos años, voces de priistas comienzan a escucharse para cuestionar, reclamar y denunciar la pretensión de asfixiar al PRI, su disposición para dar la batalla legal y política defendiéndolo de esos intereses que buscan usufructuar los restos y la franquicia que representa todavía el partido histórico del Estado revolucionario.

El PRI importa también como fuente de recursos económicos. Las prerrogativas y el financiamiento público de los próximos cinco años, si prevalecen las reglas actuales, se calcula en alrededor de cinco mil millones de pesos, cifra nada desdeñable para administrar según las conveniencias personales de su actual dirigente.

¿Vale la pena luchar por el PRI, dentro del PRI?

La respuesta a esta pregunta es personal. En mi caso es un categórico Sí. Dar la batalla legal y política porque el PRI importa a sus militantes, a sus votantes, al sistema político en su conjunto, con las transformaciones que vivirá en los próximos años. Porque como decía don Jesús Reyes Heroles, «todo lo que resiste, apoya».

Resistiendo, el PRI importa para defender a la democracia en riesgo. Aunque tengamos que hacerlo en contra de sus actuales dirigentes.

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