“Nada dura para siempre, excepto la certeza del cambio”. Bruce Dickinson
JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BLANCO
El reposicionamiento de fuerzas políticas y la visión de futuro que necesitamos asumir impone reflexionar sobre el PRI su leyenda, su circunstancia y lo que parece ser su proceso de extinción; le compartiré unos apuntes sobre el tema.
Ese partido fue aglutinador de las fuerzas que contendieron en la revolución enarbolando como causa de la no reelección, se impuso como hegemónico y la única opción viable de participación política durante tres cuartas partes del siglo pasado.
Produjo los hombres que forjaron el México institucional que conocimos, conjuntó grandes pensadores, ideólogos, formó cuadros políticos con talentos extraordinarios y como acontece en toda organización dominante a gran escala, tuvo sus claroscuros, también encubrió a hombres nefastos y abrazó malas prácticas políticas; tuvo su tiempo de fulgor y ahora cabalga presuroso a su ocaso.
¿Qué le pasó?, perdió sus talentos, quedó en la orfandad presidencial y fue rebasado por las fuerzas que le competían, probablemente desde el peñismo fue más notorio que se volvió un partido superficial, abandonó a las clases populares, a sus operadores seccionales y a su militancia, desde entonces, el PRI recrudeció su condición de partido cosmético que se negó a la autocrítica y a repensarse.
En sus buenos tiempos, dominaba la abrumadora mayoría de posiciones políticas federales, estatales y municipales, ahora NO GANÓ ABSOLUTAMENTE NINGUNA POSICIÓN FEDERAL por voto directo, sólo ejercerá las de representación proporcional que corresponden a minorías partidistas, más o menos 17 senadurías de 164 y 35 diputaciones de 500, hoy, gobierna sólo 2 estados de 32 entidades federativas, como es evidente, en cada nivel mantiene un porcentaje de fuerza cercano o menor al 10%.
En este 2024, ni siquiera postuló candidato presidencial surgido de sus cuadros, no pudo nombrar representante ni siguiera en la mitad de casillas, ni tuvo operadores seccionales, ni bases, ni respaldo social popular.
Sus números son de vergüenza después de ser un partido hegemónico y de arraigo social, la realidad evidencia su proceso de desintegración progresiva que parece irreversible y agravada porque no existe el ánimo real de corregir; extinguieron su escuela de cuadros, sus organizaciones juveniles que antaño fueron orgullosamente nutridas y activas, hoy están huecas padeciendo liderazgos de saliva, sus organizaciones de mujeres desiertas, sus instalaciones semejan panteones, es notoria la depresión profunda en la que está sumido el partido que otrora fuera el radiante partido de las masas mexicanas.
En 2018, su debilitamiento fue tan grave, que hasta el enigma del nombramiento de su presidente Alejandro Moreno fue percibido por sectores del priismo como parte de una negociación que hizo el Peje con el presidente Peña cuando pactaron la inmunidad de éste, durante el obradorato; tristemente, tiene sentido.
Alejandro Moreno, era, para el Peje, el hombre idóneo para desmoronar al PRI porque es intensamente corrupto, lo carcome la voracidad y tenía cuentas pendientes con la ley en Campeche, son las características que le permitían controlarlo con el amago de carpetas penales, como parece que aconteció durante varios años en los que el propio Alejandro frenó todos los posicionamientos del priismo.
Los números de su desempeño son devastadores, desde el 2018 el PRI se replegó, perdió su bravura, su practicidad, su vocación social y su capacidad de reacción ante las torpezas y enorme corrupción de los gobiernos morenistas que no supo capitalizar ni exhibir.
Ahora, desconociendo sus tradiciones, historia y los costos de sangre de sueños reeleccionistas, actuando con un ingrediente de abuso y cinismo, como si ese partido estuviera orgulloso de ser antidemocrático, se dispone a votar la reelección del mismo dirigente con el que ha perdido casi todo durante el obradorato, esta actitud es insólita y desmesurada.
¿Que explica esta aberración?
Hay, cuando menos, tres razones que dan pena ajena son la mediocridad, la antidemocracia y la avaricia; cada una suficientemente grave para extinguir al partido; veamos.
1.- Mediocridad; su presidente Alejandro, el mismo que maquina su reelección, habla solo en su auto adoratorio y lo hace frente a un público silente, que le debe el puesto, que le teme y aplaude, como si creyera su discurso de ignominia.
Ese espectáculo evidencia que ya no hay priistas auténticos que se opongan, no hay quien tenga liderazgo, autoridad moral, peso, voz, capacidad de oposición o creatividad para alzar la mano en sentido adverso y ponerlo en su sitio, no hay voces críticas severas internas, ni postulantes de la dignidad y orgullo partidista; quienes lo intentan carecen de la fuerza para oponerse y se ven reducidos a acudir a tribunales, ¡No tienen como mostrar músculo! y enfrentan amenazas penales del partido y su presidente, están sumidos en su mediocridad y la desmoralización por las derrotas aplastantes que resienten.
2.- Antidemocracia, la vida interna del PRI, está ahogada en sus formas anacrónicas de hacer las cosas, siempre las hicieron de manera ventajosa para unos en perjuicio de otros, este modus operandi es una tradición en la vida interna de todos los partidos; en eso todos son idénticos, esta forma de ser ha generado un lastimoso aburrimiento de sus miembros, el agotamiento de la marca ahogada en sus malas prácticas internas y eso choca, desmotiva, frustra, harta.
3.- Voracidad; es indudable que Alejandro Moreno está interesado en administrar las prerrogativas que el PRI recibe del INE, que este año electoral fueron de $1,201,628,530.00 pesos; importe nada despreciable al que debe agregarse el atractivo lucro de la venta de candidaturas en todos los niveles.
Si el PRI, no corrige los vicios que lo matan, es obvio que no quiere vivir y decidió extinguirse
Nada es para siempre, no lo ha sido ninguno de los grandes imperios del pasado, hasta la “Eterna Roma” cayó, tampoco pervivió la colonia española con tres siglos de dominación en estas tierras, ni el porfiriato, todos se extinguieron por sus vicios y resistencias a evolucionar.
La única constante, es la certeza del cambio, la renovación que conlleva el surgimiento de nuevos modos de ser de las sociedades y eso, es exactamente lo que estamos viviendo, una evolución del sistema político con fuerte presencia de priistas advenedizos en Morena y en las fuerzas políticas que se reagrupan en torno a ella como efímera ganadora, hasta que sea víctima de sus vicios y le sobrevenga su propia evolución.
Conclusión
Si ese partido, no tiene militantes indignados, o cuadros capaces de alzar la voz con vigor, si no tiene quién lo represente en las casillas, si no tiene contrapesos en sus dirigencias, ni escuela de cuadros, ni gobernadores ni diputados ni senadores, ni alcaldes que repudien las malas prácticas internas y la maniobra antidemocrática de la de reelección motivada por la voracidad de un tipo que abusa de la mediocridad generalizada de los cuadros, ni hay capacidad de inconformarse contra sus dirigencias derrotadas y si no tienen tampoco los electores que les prefieran y den su confianza, el diagnóstico es obvio, se trata de un PRI, sin priistas, en consecuencia, evidencian un doloroso proceso de extinción.
En lugar de batirse en una funesta reelección, debieran trabajar en un “Mea culpa” de cara a las bases sociales para reencontrarse con sus principios y propiciar liderazgos auténticos, frescos, comprometidos con las mejores causas que asuman comportamientos éticos, lo que, desde luego, sería mucho pedir.