“¿Quién mató al Comendador? ¡Fuente Ovejuna!, señor. Lope de Vega
JOSÉ CARLOS GONZÁLEZ BLANCO
El diseño del estado republicano y federal sólo puede vivir con un sistema de división de poderes que funcione de manera institucional, con titulares renovables en periodos impostergables.
Éste es el modelo de casi todos los países democráticos desarrollados por ser prácticamente el único explorado en el mundo que ofrece una confianza razonable para la vida comunitaria con posibilidades de desarrollo personal y respeto cívico.
Ese modelo, debe estar estructurado y funcionar de tal forma que sobreviva a las coyunturas económicas, políticas y a la personalidad de líderes y partidos obsesionados con el poder.
En México no hemos logrado ese umbral, desde que logramos la vida independiente, padecimos como gobernantes a caudillos aferrados al poder como Santa Ana, Juárez y Porfirio, luego vivimos un largo periodo de partido dominante y cuando al fin construimos un incipiente sistema ciudadanizado de democracia a partir del siglo 21, el modelo sucumbió ante el cáncer de la partidocracia y el caudillismo, otra vez mesiánico.
Esta reciente obsesión de poder del obradorato monopolizó bajo su control la organización de las elecciones, para convertirla en una maquinaria cínicamente antidemocrática que desdeñó el valor de la pluralidad institucional de la división de poderes y del estado de derecho.
Esa locura, ha encontrado su más rancia expresión en la demolición de los organismos autónomos y del sistema de impartición de justicia para subordinarlo al poder personal del caudillo, sustituyendo a juzgadores independientes formados en la carrera judicial por abogados recién egresados de las escuelas incondicionales al partido Morena.
Claramente es una decisión política de destruir el sistema de impartición de justicia imparcial para convertirlo en un negocio para Morena que empezará con la postulación de 850 juzgadores federales bajo su control político incompatibles con los valores de la justicia debida, la independencia y la carrera judicial; el desmantelamiento continuará con juzgadores locales en 32 entidades federativas hasta controlar todos los espacios.
Los riesgos de esta degradación no han sido tema de alerta para sus autores cegados por el poder, pero debería serlo por la gravedad de sus inminentes consecuencias.
¿Usted confiaría la seguridad de sus hijas a policías judiciales, a ministerios públicos, a políticos de Morena?, claro que no lo haría, porque tiene la certeza de que abusarán, por la misma razón tampoco confiaría su destino a jueces politizados advenedizos sin carrera judicial emanados de ese partido corrompido y corrompedor.
Si se consolida la destrucción de la independencia judicial, México perderá el umbral de servicio público más repelente a la corrupción y lo degradará a lo más promiscuo del sistema por inocularle las prácticas de corrupción que orientan el funcionamiento del poder ejecutivo, el legislativo y el partidario.
Bajo esta inminente realidad, difícilmente la sociedad acatará sentencias dictadas por juzgadores de partidos billeteados o dedeados desde las cúpulas del poder partidista.
La ausencia de jueces de carrera propiciará que se legitime la supremacía y pervivencia del más vinculado con el poder sobre el más menos relacionado y eso, por supuesto es intolerable para cualquiera que lo padezca porque la justicia que se decide por intereses obscuros, no es justicia, se parece más al agandalle inaceptable que impone la ley del más influyente.
Bajo esta idea, los hombres que transitarán por un conflicto que llegue al ámbito judicial, quedarán invitados a reusarlo para hacerse justicia por propia mano.
Eso es lo que ha acontecido repetidas veces a lo largo de la historia en la que, los necesitados no tienen a nadie que les escuche ni les defienda del poderoso y les haga justicia.
La violencia ejercida personalmente está prohibida en la Constitución actual que a cambio, ofrece un sistema judicial que desde luego padece deficiencias, pero que al menos es experto, no está politizado ni tiene los niveles de corrupción de los otros poderes y en el que sus miembros son independientes y autónomos.
Pues esa violencia personal, es la que ha venido floreciendo, observe como por todo el país, se organizan grupos de autodefensa que surgen ante la falta de un gobierno que les atienda y defienda de los cárteles criminales.
Esa violencia ejercida por propia mano, claro que no es justicia, se asemeja más al desquite o a la venganza, dista mucho de la justicia deseable que, para serlo, indispensablemente debe ser impartida por juzgadores de carrera, independientes, apolíticos, capaces de escuchar, de entender el problema y aplicar la ley de manera justa, ¡Sólo así serían respetables los fallos!
¿Usted acataría una sentencia dictada contra el tenor expreso de lo correcto y a sabiendas que el juez que la dictó se corrompió desde las oficinas de Morena como inminentemente acontecerá?
¿Dejaría a su familia a merced de esos fallos?, ¡Claro que no!
Pues exactamente eso acontecerá como consecuencia de que advenedizos del partido dominante se convertirán en jueces a modo sustituyendo a los independientes que se formaron abrazando el mérito y la carrera judicial.
La justicia por propia mano supone el uso de la violencia física, para dominar la resistencia del contrario, se materializa en actos de privación de la vida, en linchamientos públicos en la creación de grupos que ofrecen servicios de sicarios o cobro de cuentas, se caracteriza por la imposición de la fuerza bruta y arbitraria por sobre las resistencias del vencido.
¿Se ha preguntado?, …¿Por qué en México dejaron de ser noticia los homicidios y matanzas por ajustes de cuentas entre cárteles?, ha notado que ya los toleramos como si nada; es probable que de manera consciente o inconsciente aprobemos la justicia por propia mano y los procesos de auto destrucción de esos grupos carniceros.
Debiera preocuparnos la tolerancia social con fenómenos como linchamientos públicos que materialmente son ejecuciones colectivas al aire libre incubadas en ambientes que perdieron la confianza en el gobierno a quién la sociedad niega capacidad para reestablecer el orden, la respetabilidad y la impartición de justicia debida.
La creciente tolerancia social a estos fenómenos de auto defensa suele ser bien vistos frente a la decepción y falta de credibilidad en el modelo de procuración de justicia sumido en la mediocridad y fracaso.
Por un momento piense, ¿Usted se subordinará a la sentencia de un juicio en el que su futuro, sus propiedades en disputa, su libertad o la de sus hijos esté en manos de un recién egresado de la escuela sin formación judicial que represente los intereses del partido que lo postuló?, o que en su función de nuevo juez tenga que reunir el dinero para pagar la postulación que le negoció Morena como hace con sus candidaturas a cargos públicos.
¿Cómo resolvería su asunto si sabe que ese recién egresado fue propuesto por Morena por ser el recomendado del diputado equis?, ¿Lo litiga? o mejor ¿Va a buscar al diputado equis?
Ya tiene su respuesta y la de todos los litigantes usuarios del sistema de impartición de justicia y por eso, ya supondrá la lamida de bigotes que se están dando en Morena disputándose participar en las comisiones que propondrán juzgadores; ¡Vaya negocio que les regaló el Peje, como hizo con los militares en las aduanas y puertos para comprar lealtades!
Respóndase, ¿Qué puede hacer un sujeto que lucha por su verdad clamando justicia y pierde el juicio vencido por actos de corrupción como la compra de voluntades judiciales a través del partido dominante?, ¿Resignarse o hacerse justicia por propia mano?
Exacto, acertó eso pasará en muchos casos, como sabe, ya sucede ante la ausencia de gobierno y de opciones de ayuda del estado, es una práctica que ha generado carnicerías de secuencias generacionales cuando no hay estado de derecho.
Lope de Vega lo describió cuando escribió “Fuente Ovejuna” en 1619 para relatar acontecimientos reales del año 1476 en Córdoba cuando no había sistema judicial ni de gobierno que defendiera al pueblo afligido de un abusador arbitrario.