Ricardo Burgos Orozco
Ciudad de México, 26 de junio (entresemana.mx). Salí de trabajar casi a la misma hora de siempre, sólo me retrasé 30 minutos para checar una información. Caminé hacia la estación Barranca del Muerto, bajé las escaleras, un recorrido muy profundo hacia abajo, por cierto, llegué al andén; estaba un tren y me dije ¡Qué suerte! Me metí al vagón; se notó que el convoy tenía varios minutos sin moverse porque ya había bastante gente. De pronto, un vigilante pasó para advertir que el avance se iba a tardar de 15 a 20 minutos y que buscáramos alternativas de traslado. Puffff — pensé – para variar.
Lo pensé 30 segundos y preferí bajarme antes de estar esperando y que el vagón se saturara, aunque sólo iba a Mixcoac, la siguiente estación. Salí del vagón y ¿Qué creen? Acababa de bajarme cuando se oyó el timbre, se cierran las puertas y el tren avanzó. Ni modo. Le iba a reclamar al policía por mal informarnos, pero reflexioné y me dije ¡Ya para qué! Me esperé diez minutos, se acumulaban más pasajeros en el andén y no llegaba el siguiente convoy.
Con el coraje entre los dientes salí de la estación; ahora el largo recorrido hacia afuera. En la zona de torniquetes el personal del Metro se encargaba de anunciar a quienes pretendían entrar, que el servicio estaba suspendido. En la calle había que buscar alternativas a la siguiente estación. Hay un transporte público, un autobus, pero se tarda más o menos una hora porque espera a que se llene al tope. Entonces me decidí a caminar; son unos mil metros de distancia. Ya no tenia prisa de llegar, sólo para la cena.
El camino sobre la avenida Revolución es muy entretenido, hay mucha gente, está de paso el Hospital Darío Fernández, un enorme complejo donde siempre hay mucha gente afuera y seguramente adentro infinidad de pacientes de todos los padecimientos. Me platicaba un amigo que no se puede estar dentro para recibir información de tu paciente, ni siquiera te dejan usar los baños ni las conexiones para tu celular. La gente espera afuera parada y a alguien se le ocurrió no sé cuándo colocar bancas en la entrada y ahí la gente está atenta a que le den reporte de su enfermito. También hay negocios de todo tipo, muchos puestos ambulantes de lo que quieras encontrar.
Llegué por fin a Mixcoac en un recorrido de unos 30 minutos. Mi intención era entrar nuevamente al Metro y tomar la Línea 12 hacia Zapata. Ya no me importaba si la Línea 7, de Barranca del Muerto a El Rosario, estaba en funcionamiento, supuse que todavía no, pero curiosamente ya no había ningún problema porque le pregunté a uno de los vigilantes. El policía de Barranca dl Muerto nos desconcertó a todos los usuarios con su mala información, aunque a lo mejor habría que culpar a sus jefes.
Al día siguiente en la mañana, igual en Barranca del Muerto, hubo una falla de un tren, tuvo que ser retirado y trasladado a los talleres. Dicen los testigos que el convoy estaba estacionado y empezó a sacar humo, no saben ni de dónde. Casi a la misma hora, en la Línea 5, de Politécnico a Pantitlán, sucedió lo mismo con otro tren y lo tuvieron que retirar del servicio.
Con tantas fallas todos los días en el Metro, todo por olvidarse del mantenimiento por años, los usuarios sufrimos para trasladarnos incluso de una estación a otra, como es mi caso. Imagínense aquellos pasajeros que hacen largos recorridos de una terminal a otra y luego los transbordos.