HISTORIAS EN EL METRO/ Contrastes

Ricardo Burgos Orozco

Ciudad de México, 06 de marzo (entresemana.mx). Ahora que se abrió la ruta subterránea de la Línea 12 del Metro de Mixcoac a Atlalilco y que la pandemia ha disminuido al mínimo tanto en la Ciudad de México como en el país, he notado el incremento de usuarios en mis recorridos diarios. Todas las líneas están saturadas en las horas pico en la mañana y en la tarde.

Una señora conocida de edad me comentó que todos los días a partir de las ocho de la mañana tiene que viajar en la Línea 1 de Taxqueña hacia Cuatro Caminos hacia su trabajo y es un padecimiento de apretones, empujones y carreras; “yo que estoy delgadita y chiquita, imagínese para subirme y bajarme”, me platicó.

La operación del Metro exige que haya vigilancia en todas partes. Recuerden que apenas el mes pasado se integró la Guardia Nacional a las labores de inspección. Se sumaron a la Policía Bancaria Industrial y a la policía auxiliar.

De acuerdo a una nota en el Sol de México del pasado domingo 29 de enero, desde el 6 de enero el Metro cuenta con 11 mil elementos que resguardan la vigilancia dentro y fuera de las instalaciones, líneas y estaciones. Desde antes, ya contaba con 5 mil 800 policías, los de uniforme azul que ven en los torniquetes, en los andenes, entradas y salidas, principalmente.

Desde el 6 de enero, comentaba, están también efectivos de la Guardia Nacional; ninguno está armado que, me parece, limita sus funciones porque no tienen defensa y protección en cualquier incidente grave, como ocurrió el 7 de noviembre de 2015 en uno de los andenes de la estación Balderas cuando un desconocido disparó a varias personas con el resultado de dos personas muertas – una de ellas un policía — y cinco lesionadas.

Mi experiencia con los uniformados ha sido contrastante; he encontrado excelentes policías y otros no tanto. Recuerdo alguna ocasión cuando tomé una foto con mi celular a una de las paredes de la estación Guerrero, de las líneas 3 y B, dedicada a los luchadores mexicanos, pero no me di cuenta que en la esquina estaba un vigilante platicando con una muchacha; pensó que le había tomado la foto a él y de inmediato me rodeó junto con otros cuatro de sus compañeros para exigirme que les enseñara mis imágenes; por supuesto no lo hice y me alejé de ellos rápidamente.

Hace unos días, un grupo de vigilantes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana ayudaron a que naciera un bebé en la estación Pantitlán, el primer niño que nace en 2023 en el Metro. En contraste, vi la semana pasada afuera de Barranca del Muerto a dos hombres y una mujer policías que intentaban subir a su patrulla a un hombre mayor que vendía paletas; algunos testigos afirmaron que algo les dijo que no les pareció, pero una señora que tiene un puesto en la zona aseguró que los policías quisieron extorsionar al comerciante.

Una vez en la mañana en Hidalgo una mujer de unos 70 años con un bastón se acercó a un joven policía en una de las entradas para pedirle que le informara de qué lado salía a la Iglesia de San Hipólito; me sorprendió que el muchacho le ofreció su brazo y la llevó hasta la calle donde está el templo y se regresó de inmediato. En cambio, un día yo estaba platicando en División del Norte con una señora de limpieza del Metro cuando un vigilante nos interrumpió para decirme que ahí no se podían hacer entrevistas, que sí seguía me iba a remitir al juez cívico y a la empleada la iban a suspender. No es para tanto, le dije, y mejor me alejé. Total, ya había terminado la charla.

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